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Beata Mercedes del Sagrado Corazón Prat

Beata Mercedes del Sagrado Corazón Prat

 

Una teresiana según el Corazón de Dios"

 Acababa de hacer los santos Ejercicios. El P. Travería S.I. les había exhortado a ofrecerse al martirio si Dios les concedía esta su mayor gracia. Mercedes se ofreció.

 Por la mañana del domingo 19 de julio de 1936 el capellán avisaba desde el Seminario que se hallaban en medio de un tiroteo ensordecedor y le resultaba imposible subir a San Gervasio a decirles la Misa.

 A la caída de la tarde, desde el convento que proyectó Gaudí como almenado castillo interior, Casa Madre de la Congregación, las Religiosas  Teresianas  que  fundara San Enrique de Ossó  veían angustiadas la humareda de la vecina Parroquia de la Bonanova ardiendo.

   

Parroquia de la Bonanova antes del 18 de julio y lo que quedó de ella en agosto de 1936

Reunida la comunidad en su capilla elevaron al Cielo insistentes plegarias por la fe de la España Católica, atacada con furor satánico por la revolución anticristiana. Llegada la noche, se rezaron los tres Padrenuestros por las intenciones secretas que el Fundador, pese a repetidas instancias, no había querido revelar públicamente. La superiora, Madre Blanch les desveló entonces que el P. Enrique de Ossó prescribió estos tres Padrenuestros como protección especial en trances de peligro extremo, como el que ahora se avecinaba, y concluyó: “Confiemos todas nuestras cosas en manos de Dios, Él nos las guardará. ¡Que el Señor nos guarde a todas!”.

 Ante el cariz de los acontecimientos, dispuso la Superiora que al día siguiente dejaran todas sus queridos hábitos y vistieran de seglar. Por la mañanita del lunes día 20 buscó refugio para las Madres del Consejo en un piso de la calle Pedralbes, y asignó a las demás religiosas domicilios de familias católicas que se habían ofrecido a ello. Algunas les aceptaron, otras no.

Suceda lo que suceda, el Corazón de Jesús triunfará”.

 La comunidad quedaba disgregada en una ciudad controlada y aterrorizada por patrullas revolucionarias legalizadas por la Generalitat como Comités antifascistas, pero Cristo, Rey de los mártires, había también elegido a sus fieles que le iban a rendir el supremo homenaje sobre el campo de muerte del nuevo Calvario.

 Una de las elegidas por Él fue la más florida rosa de la Comunidad, la Madre Mercedes Prat del Corazón de Jesús, vicesuperiora local y secretaria de la Madre General, pues no sin acierto una de sus compañeras, la Hna. Pilar Suárez, la definía como Una teresiana según el Corazón de Dios", pues manifestaba con sencillez su amor a la Persona de Cristo en sus misterios, atraída especialmente por su Sagrado Corazón. Repetía con frecuencia cuando hablaba de los peligros de la revolución que se desarrollaba en España: “suceda lo que suceda, el Corazón de Jesús triunfará”.

 Le habían ordenado refugiarse en casa de los familiares de otra religiosa, que se hallaba en el otro extremo de la ciudad. Salió el 23 de julio acompañada de la candorosa hermana portuguesa Joaquina Miguel que apenas farfullaba castellano. Poco después de salir a la calle, por su aspecto y vestimenta, les dio el alto una patrulla de milicianos que les espetaron: “¿sois monjas disfrazadas?’”. Madre Mercedes respondió tranquila: “sí, somos religiosas”. El jefe de la patrulla, apuntándoles con su pistola exclamó:” ¡bien, es suficiente!”

 Llevadas a la sede del Comité, las encierran en el sótano junto a muchos otros detenidos. Comenzaron las dos a rezar el rosario, primero en voz baja, pero luego ya a media voz, y a ellas se unieron pronto otros presos. Tras los misterios dolor, los de gozo… Sus carceleros se alarmaron y les amenazaron: “O calláis, u os metemos el rosario por la boca a bayonetazos”.

 A las nueve de la noche, junto a un joven religioso, dos monjas Franciscanas y la señora de la casa que les había ocultado, les hicieron subir al camión de “los paseos”. Atraviesan la ciudad y ya en la carretera de la Arrabassada las alinean frente a la cuneta y las ametrallan. Caen juntas la Madre Mercedes, con el pecho acribillado, y la hermana Joaquina, malherida. Marchan los verdugos y la hermana Joaquina siente sobre sí la sangre tibia de la Madre Mercedes, y recostándose a su oído le recita las oraciones de preparación a la buena muerte.

 Al cabo de una hora se vislumbran en la carretera los focos de otro camión que frena en seco ante ellas. Baja un hombre a inspeccionar los cadáveres. La hermana Joaquina se tumba y permanece inmóvil. La madre Prat, ajena al nuevo visitante, sigue invocando: ¡Jesús, José y María, asistidme en mi última agonía!”. El miliciano desenfunda su pistola y descarga a bocajarro el tiro de gracia sobre la cabeza de la víctima moribunda.

 Hecho el silencio, la Hermana Joaquina le compuso sus vestidos, le cruzó los brazos sobre el pecho, y rezó una oración sobre su cadáver. Arrastrándose como pudo, logró llegar al consulado de Portugal. Ella nos testimonió esta histórica memoria. El 29 de abril de 1990 Sor Mercedes del  Sagrado Corazón Prat de la Sociedad de Santa Teresa de Jesús, virgen y mártir, fue beatificada por el Papa Juan Pablo II.

 

MIGU E L PEIRÓ VICTORI

  Y su familia de mártires

Miguel Peiró Victori, nació en Aiguafreda, (Barcelona) en 1887. A los 7 años muere su padre y reside con su madre en Roda de Ter. Trabajó en una fábrica de tejidos en Hospitalet de Llobregat (Barcelona). Contrajo matrimonio e ingresó en la orden seglar dominicana colaborando en círculos de obreros católicos. Uno de sus hijos, fray José, estudiante dominico también moriría mártir en 1938.

 El 24 de julio de 1936 Miguel vino a Barcelona a intentar ayudar a su hermano, el hoy Beato mártir Ramón Peiró, O.P., pero no logró hallarlo. En el viaje observó incendios y profanaciones de iglesias y conventos, Volvió a Hospitalet al atardecer profundamente apenado. Acababa de rezar el rosario en familia, cuando hacia las 11 de la noche llamaron a la puerta los milicianos de las Patrullas de Control. Buscaban allí también a su hijo fray José y a su hermano Fray Ramón. Se despidió de su esposa: "Hasta el cielo". Poco después se oyeron unos disparos que le ocasionaron la muerte; tenía 49 años de edad: su mujer exigió que en el ataúd se colocara el crucifijo. El Comité no se atrevió a impedírselo.

Beato Antonio Enrique Canut Isús, S.D.B.

 Nació en Llessui (Lérida), en 1874. A los dieciséis años ingresó en el seminario de Urgel, pero atraído por la figura de Don Bosco entró en el aspirantado de Sarriá profesando como salesiano en Sarriá-Barcelona, en 1894, y siendo ordenado sacerdote en 1901.

 El 18 de julio de 1936 Ronda estaba a merced de los comunistas. Iglesias y conventos fueron saqueadas, y algunas incendiadas. En el colegio salesiano del Sagrado Corazón los milicianos hicieron dos registros y en el segundo porfiaban a don Enrique les indicase el camino de unos imaginarios sótanos donde guardaban sus tesoros. Con bondad y paciencia logró convencerlos de su no existencia.

 El director, dada su edad y práctica ceguera, le aconsejó abandonar el colegio y marchar a sitio seguro, pero éste le suplicó le “concediese correr la misma suerte que los demás”. Don Enrique iba a recorrer el mismo vía crucis que su director, don Antonio Torrero

 “El día 24 los milicianos volvían y ocupaban el edificio, recluyendo a los salesianos en la pequeña estancia del portero, donde se confesaron con don Enrique. Por la tarde fueron obligados a salir del colegio.

 Los religiosos se intercambiaron un abrazo, repitiendo: «Nos veremos en el cielo.» El director y don Enrique piden ser llevados a casa del gran amigo de los salesianos, don José Furest, que, pocos días después, seguiría su misma suerte por ser «amigo de los curas.» Al atardecer, sacados de la casa de la familia Furest, y los condujeron hasta el “Huerto del Gómez”. «Los sufrimientos de don Enrique, casi ciego y cargado de años, fueron indecibles en aquel recorrido largo y accidentado… Ligadas sus manos con alambre, uno tras otro, escoltados por dos milicianos, fueron asesinados en el lugar llamado el Corral de los Potros por el único delito de ser sacerdotes salesianos

 Los cadáveres permanecieron insepultos por casi veinticuatro horas, desfilando ante ellos la gente que los saludaba con burlas e insultos. Al fin, - concluye la Positio-, «colocados sobre camillas, fueron llevados al “Campillo” y de allí, en un camión, al cementerio…, [donde] yacen ignorados de los hombres en la fosa común.» Ambos serían beatificados por Juan Pablo II el 28 de octubre de 2007

 



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