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Mn.Carlos Ballart el protomártir, Mn. Fernando Molins y José Palau

Diario de la Persecución Religiosa 1936. Día primero: 19 de julio

 Mosén Carlos Ballart Rosell, Protomártir de la diócesis de Barcelona

 Un año antes, el 27 de junio de 1935, el Obispo Mons Manuel Irurita erigía en de Santa Coloma de Gramanet, villa separada de Barcelona sólo por el río Besós y que viene a ser un suburbio de la capital, una nueva parroquia bajo la advocación del Buen Pastor, en la calle 1 del segundo grupo de casas baratas, ahora calle Mollerusa, de la que nombró Ecónomo a Mosén Carlos Ballart Rosell de 48 años.

 A primeras horas del domingo 19 de julio las turbas asaltan la Casa Parroquial,   y Mosén Carlos debe huir en busca de amparo en domicilios vecinos de sus fe- ligreses de las casas baratas del barrio, pero no es recibido. Deambulando por sus calles, fue acogido por fin en casa de unos fieles cristianos, pero se supo, y a media mañana llegaron a la casa, le sacaron al balcón ante la turba vociferante que pedía a gritos su muerte. En el balcón fue abatido a tiros de pistola y su cadáver precipitado a la calle donde sería masacrado y salvajemente mutilado. Era la primera víctima sacerdotal de las ochocientas noventa y ocho víctimas re- ligiosas martirizadas durante los treinta y un meses de cruel persecución (julio de 1936 a enero de 1939) sufridos por la diócesis de Barcelona.

 Aquella misma tarde del domingo 19 de julio será también asesinado Mosén Manuel Cirés Puigfeu, Regente de Subirats, detenido en la Casa Parroquial y asesinado en el puente de “Cal Font”, a las afueras del pueblo.

 Mosén Fernando Molins Orra, Ecónomo de la Parroquia de San José y Santa Mónica de las Ramblas, primera víctima sacerdotal en la ciudad de Barcelona

 Aquel domingo 19 de julio los revolucionarios intentaban asaltar el cuartel de Atarazanas, frente al puerto, mientras convocaban a las turbas del barrio en las Ramblas. La Parroquia de San José y Santa Mónica está al comienzo de las Ramblas, junto a la Atarazanas.

 En la tarde del 19 de julio el anciano párroco Mosén Fernando Molins presenciaba angustiado los avatares de la lucha desde la ventana de su rectoría. De pronto se abrió la puerta de su aposento y penetraron varios milicianos malcarados, apuntándole con sus fusiles. Al poco trajeron a su Vicario Mosén Francisco Javier Nogueras,

19 de julio Plaza del Teatro en las Ramblas, cerca de Santa Mónica

aun vestido de sotana. Les conminaron a ir “a declarar” al Comité del Sindicato de Transportes, al otro lado de la Rambla.

A punta de fusil atravesaron la iglesia, evitando las llamas, y salieron a la calle. La turba les aguardaba. No pudieron cruzar la calle y llegar al sindicato. Al poner los pies en las Ramblas fueron acometidos por una muchedumbre vociferante, golpeados y acuchillados. Sonaron varios disparos, el joven vicario Mosén Nogueras dio unos pasos vacilantes hacia el centro del paseo y cayó junto al primer árbol, delante de la tienda del barbero. Su sangre regó aquel árbol durante varios días, sirviendo su cadáver, cubierto bajo un colchón, de barricada a los asaltantes al cuartel de Atarazanas hasta el 21 de julio.

 Mosén Molinas, al sentirse herido, volvió hacia su iglesia que ardía ya del todo, y se desplomó junto a la puerta de su escuela parroquial, extendiendo su sangre por su enlosado.

Días después, vencedores absolutos ya los revolucionarios, y amos de la ciudad, ostentando además la legalidad concedida por la Generalitat en su Diari Ofcial a su Comité de Milicias Antifascistas, se afanaron en demoler impíamente los restos del templo de Santa Mónica.

 Mosén José Palau Prats, capellán mártir de la Iglesia de Belén en las Ramblas de Barcelona

 La Iglesia de Belén, en lo alto de las Ramblas barcelonesas, antiguo templo de la Compañía de Jesús, era museo insuperable del arte barroco donde los artistas del setecientos catalán habían plasmado sus obras maestras.

 Al atardecer del domingo 19 de julio de 1936 la policía gubernamental llamaba insistentemente al timbre de la casa rectoral de la Iglesia de Belén y requería en nombre de la autoridad a abrir el templo, obligando a su capellán Mosén Palau a encender las luces, antes de que lo iluminaran las llamas del incendio.

 Daba así la fuerza pública paso franco a la turba que se agolpaba a sus puertas para invadirlo, proceder a su destrucción, saqueo e incendio. Intentó contener- les Mosén Palau, pero fue rechazado, acuchillado y mutilado, y luego abatido de un disparo. Su cadáver quedó abandonado entre las ruinas y las llamas. Entre la inmensa  montaña de ruinas de los altares y la bóveda desplomada, a medio sepultar, entre piedras y cascotes, aparece una figura alargada y negruzca, medio carbonizada. Era el cadáver quemado de un sacerdote del Altísimo, el de Mosén José Palau, capellán sacristán de la Iglesia de Belén.

 Allí quedo muerto días y días hasta que los vecinos reclamaron del asfixiante hedor que desprendían las ruinas.

 Fue descubierta y retirada entonces la negra reliquia del cuerpo calcinado del mártir José Palou. Su alma había volado al Cielo días antes y presentada por los ángeles ante el Rey de los mártires, quien le llamó por su nombre, le dio una vestidura blanca y le sentó ante su trono junto a sus hermanos Fernando Molinas y Francisco Javier Nogueras, llegados poco antes, diciéndoles que era la primicia de los 898 mártires religiosos de Cristo Rey de la Diócesis de Barcelona que en los meses siguientes habrían de acompañarles como máxima gloria de la Iglesia de Cataluña.

 Aquel anochecer del domingo 19 de julio de 1936 era también asesinado en Barcelona, entre otros, el claretiano P. Antonio Junyent, de la comunidad de Gracia. Descubierto como religioso, fue detenido y posteriormente asesinado. Su cuerpo apareció en el Registro del Clínico de Barcelona.

 

 



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