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Carlos Díaz Gandía y Rafael Alonso Gutiérrez mártires seglares

Beatos Carlos Díaz Gandía, y Rafael Alonso Gutierrez,

Mártires Seglares de Onteniente,

+ in odium fidei el 11 de agosto 1936.

 El Martirologio dice de ellos: En la aldea de Agullent, en Valencia, España, el beato Rafael Alonso Gutiérrez, mártir, era padre de familia y, en el furor de la persecución contra la fe, derramó  su sangre  por Cristo.  Con  él  se  conmemora  también  al  bienaventurado  mártir Carlos Díaz Gandía, que este mismo día y en la misma localidad recibió la  vida  eterna  por  la defensa de la fe (1936).

 Beato Carlos Díaz Gandía

 Carlos Díaz Gandía nació en 1907 en Onteniente en una familia de tradición católica valenciana. Era comerciante. A los 27 años contrajo matrimonio con Luisa Torró Perdeguer en Santa María de Onteniente. De dicho matrimonio nació una niña, María Luisa, ocho meses antes de la muerte del Beato. Los testigos procesales afirman que Carlos Díaz era de temperamento fuerte, enérgico, vehemente, serio, alegre y jovial. Un fiel laico auténtico y coherente, que cumplió con exactitud sus deberes profesionales, formó un hogar cristiano y se comprometió activa y públicamente en el apostolado.

 Hombre de fe profunda, la llevaba a la práctica no sólo en su asiduidad en los actos religiosos, sino también con su presencia en actuaciones públicas en su difusión y defensa. El Arcipreste de Onteniente don Rafael Juan Vidal, le decía: “Carlos, tú serás o un gran santo o un gran pecador; no tienes rmino medio.”

 Su intensa vida de piedad le fue disponiendo a una respuesta generosa a la acción que el Espíritu Santo le inspiró, lanzándole apostolado. Consciente de que la fuerza de todo apostolado la da Jesús en la Eucaristía, se hizo miembro la Adoración Nocturna. En una ocasión, llevando el Viatico a un enfermo, fue apedreado el coadjutor de su parroquia de Santa María, sacerdote mártir Don Gaspar Gil Valls, y, a partir de entonces Carlos Díaz se ofreció para acompañarle, arriesgándose a los peligros que ello comportaba.

 Como medio para insistir ante Jesucristo que acelerara el advenimiento de su Reino en España, se asoció al Apostolado de la Oración, tratando de impregnar de espíritu evangélico las realidades temporales en su condición de esposo, padre de familia y trabajador. Muy devoto de María organizaba en Onteniente el Rosario de la Aurora.

 Onteniente en los años 30

 Bajo la dirección del arcipreste fundó los Centros catequísticos de las partidas de "Casa Eusebi", "San Vicente" y "Las Aguas", a los que acudía como catequista todos los domingos del año, teniendo que andar a pie o en bicicleta, hasta tres horas de camino con frío o calor, siendo insultado a menudo por este rasgo. Para erradicar el baile y moralizar las costumbres y santificar los días del Señor, organizaba funciones de teatro en el Centro Catequístico de Onteniente.

 Declara un testigo en la causa de martirio: "Se distinguió en la formación de los obreros; los de izquierda le apodaron con un mote malicioso porque socorría y atendía a sus compañeros de trabajo. Los enemigos de la fe le tenían fichado en su lista negra, pero le temían por su valor y corpulencia física". Apóstol social y caritativo con los pobres, pertenecía a la Conferencia de San Vicente de Paúl. Visitaba a los enfermos y les ayudaba económicamente con desprendimiento. Presidente de Rama de Hombres de Acción Católica, se distinguió en su labor de ayuda hacia los jóvenes de condición más humilde.

 En tiempos de persecución legal

 En los meses previos a la revolución Carlos Díaz, delegado comarcal de las juventudes tradicionalistas, consciente de que se avecinaba la persecución religiosa en su fase sangrienta y su probable martirio, se distinguió por su valiente y pública defensa de la Religión, con riesgo de vida.

 Al peligrar la seguridad de los templos montó en su propio domicilio, que se hallaba entre la Arciprestal de Sta. María y el Convento de las Carmeli- tas, un puesto de guardia permanente, en el que él con otros jóvenes valientes pasaba noche tras noche. Una de ésas noches observó que un grupo de enemigos de Dios se dirigían a casa del Arcipreste gritando desaforadamente ¡A por él! ¡A por él!; salió a la calle dispuesto, si era preciso, a dar la vida por su Párroco, y se enfrentó con el cabecilla del grupo, quien acobardado, optó por ordenar la retirada.

 La revolución en Onteniente se inició con el incendio de las iglesias, la quema de las imágenes y objetos religiosos y el encarcelamiento de católicos. Carlos Díaz reaccionó como católico auténtico. En la Vigilia de la Adoración noc- turna del 24 de julio, junto con otros miembros de su turno, ofreció su vida por la salvación de la España católica.

Fresco de la Iglesia de San Francisco donde primero estuvo detenido el Beato.

 Su esposa, declarará al respecto: "Estando yo leyendo los escritos de la M. Rafols en los que predecía una persecución en España, me dijo que él se había ofrecido ya hacía tiempo como víctima".

 El 28 de Julio .936 comenzaron ya sistemáticamente los saqueos de los templos de la ciudad, y persuadido Carlos de que el Señor estaba en peligro en el Sagrario, corrió inmediatamente a la Arciprestal, y le puso a salvo, evitando que en su Santa Eucaristía fuese profanado. Esta acción le produjo gran satisfacción y le confirmó que el tiempo del ofrecimiento de su vida estaba llegando. A partir de esta fecha, su casa estuvo rodeada por los milicianos armados.

 En este clima de persecución el Beato mantuvo el ánimo sereno, confiando su vida en las manos de Dios, y continuando en sus actividades cotidianas con total naturalidad. Dice su esposa: "Desoyó las advertencias de su madre a que abandonara “el Sentro Parroquial”, por el peligro que corría". Y un compañero de apostolado del Beato, declara: "A pesar de saberse fichando y sentirse amenazado, no se escondió".

 Venim pel President del Sentro"

 En la madrugada del 4 de agosto de 1936 un grupo de escopeteros golpeaba la puerta de su casa, gritando la causa de su detención: "Venim pel President del Sentro". Les abrió la puerta, y se lo llevaron a la iglesia de San Francisco, convertida en Cárcel, ingresándole en una de las capillas latera les con sus compañeros el Arcipreste de Onteniente don Juan Belda y el Beato Rafael Alonso Gutiérrez, ambos también mártires, Carlos supo llevar con entereza cristiana la vida en prisión.

 La cárcel centro de oración constante

 Convento Franciscano convertido en cárcel.

Carlos Díaz, mientras estuvo en la cárcel, convencido que iban a asesinarlo, mantuvo la entereza cristiana, típica en él. Un compañero de prisión, anota: "En la cárcel hizo vida normal y  de oración intensísima,... pasaba muchas horas en oración, con total confianza en la voluntad de Dios. Y otro depone: "Yo fui detenido el día 5 de agosto de 1936 y al llegar a la cárcel - Iglesia de San Francisco, me encontré al Beato Carlos Díaz Gandía. Aquella misma tarde recé el rosario con él paseando por dentro de la Iglesia".

 El 6 de agosto Carlos Díaz y Rafael Alonso fueron trasladados al vecino pueblo de Ayelo de Malferit. Allí los sometieron a tortura. Después fueron devueltos a Onteniente. Lo cuenta su compañero de martirio el también Beato Rafael Alonso.

 Su esposa Luisa Turró, señala: "Quedó preso en la iglesia de San Carlos, donde fui a verle con la niña. El no quiso decir que le habían atormentado". Sintiendo próxima la muerte Carlos hizo las últimas recomendaciones a sus amigos y a su esposa con absoluta confianza, con total abandono en la providencia Divina.

 Al recibir el primer disparo, Carlos Díaz sacó una estampa de la Virgen y se la puso en la frente herida”

 Un compañero de prisión, afirma que la noche del día 10 en el Comité: "Hubo reunión de dirigentes en lugar de juicio, en que decidieron el orden en que habían de asesinar a los primeros, y antes que a ninguno, a Carlos Díaz. Dormíamos en la misma capilla, habilitada como celda, y en la madrugada del día 11 de Agosto subieron los milicianos y enfocándole con la lamparilla eléctrica le obligaron a levantarse a puntapiés, sacándole junto con D. Rafael Alonso y José M. García. Les subieron en un taxi y les llevaron por la carretera de Agullent". Y agrega: "Al llegar al entrador de dicho pueblo, en la curva en donde se inicia una bajada en dirección a Albaida, les hicieron descender y casi a bocajarro les dispararon varios tiros de escopeta y pistola y según manifestaron los propios asesinos al volver a la cárcel, Carlos Díaz sacó una estampa de la Virgen y se la puso en la frente, llevando la estampa a la herida. Serían las dos a lo más de la madrugada". "El comentario de los rojos fue el que el Beato había muerto diciendo: „¡Viva Cristo Rey!"

El Papa Juan Pablo II lo beatífico junto a otros 232 mártires de la persecución a la fe el 11 de marzo de 2001.

 

Beato Rafael Alonso Gutiérrez

 Rafael Alonso Gutiérrez nació en 1890 en Onteniente. Contrajo matrimonio con Adelaida Ruiz, formando un hogar cristiano bendecido por Dios con 6 hijos. En 1936 era Administrador de Correos de su ciudad, Onteniente.

Adorador nocturno del Santísimo Sacramento, socio del Apostolado de la Oración  y de la Liga del Sagrado Corazón de Jesús, Terciario Franciscano. Fue secretario de Acción Católica, Presidente de la Junta Parroquial, y catequista infatigable.

Beato Rafael Alonso Gutiérrez

 Como cristiano consecuente, cumplió con sus deberes profesionales, dando testimonio público de su fe, y actuando valientemente en defensa de los derechos de Dios y de su Iglesia cuando fueron conculcados por los poderes públicos. Así se comprometió con otros tradicionalistas a custodiar las iglesias en los meses que precedieron a la Revolución sangrienta. Un testigo depone: “Hombre culto, intervino en círculos de estudios y conferencias de propaganda cristiana. Por todo ello sufrió denuncias y detenciones. Era considerado por los enemigos de la Iglesia como un católico muy destacado".

 En los días previos a la revolución Rafael Alonso era consciente de la sangrienta persecución religiosa que se avecinaba y el probable martirio que presentía debía afrontar. Su esposa Dª Adelaida Ruiz declara: "Mi marido junto con Carlos Díaz y alguno más, ofrecieron en la Vigilia de la Adoración nocturna del 24 de Julio, su vida por la salvación de la fe de España""Se sentía perseguido y no se escondió haciendo vida normal".

 Noche del 4 de agosto: Ya vienen a por mí”

 La esposa del Beato, afirma: "El 4 de agosto hacia las 11 de la noche y estando oyendo por la radio cómo comentaban sarcásticamente el incendio y saqueo de la parroquia de los Santos Juanes de Valencia, llamaron a la puerta y mi marido dijo: „Ya vienen por mí‟. Salí a abrir la puerta y los milicianos dijeron que venían por Rafael para que hiciera unas declaraciones, y él, sin ninguna protesta, de marchó con ellos.”

 Su hija Adelaida, dice: "Fue detenido el 4 de agosto de 1936 después de cenar y rezar el rosario en familia, estando yo presente. Vinieron unos milicianos armados llamando con violencia a la puerta. Le detuvieron. Se despidió de nosotros, diciendo a mi madre que probablemente no volvería, que nos educaba en el temor de Dios y el amor a la Patria y que no confiara en nadie más que en Dios y en sus fuerzas, que por mucho que le insistieran, que no nos llevara al Colegio de huérfanas, porque estaba regido por masones, que si podía nos diera un medio de vida independiente, y que lo demás, Dios lo haría. Nos abrazó a todos y se marchó". Su esposa añade: “yo desde el balcón le vi alejarse siendo conducido a la profanada iglesia de San Francisco.". Un compañero de Rafael Alonso, D. Eduardo Latonda, testifica: "En la cárcel nos obligaban a subir a los hornacinas de los retablos vacíos para que hiciésemos de imágenes de santos y después al bajar o mientras estábamos en el altar en posturas incómodas nos golpeaban con cables de acero".

 Tortura y simulacro de fusilamiento

en Ayelo de Malferit

 El 6 de agosto unos milicianos trasladaron a Rafael Alonso y a Carlos Díaz, junto con Eduardo Latonda a la cercana población de  Ayelo de Malferit.  Allí fueron sometidos a tortura y les dieron una gran paliza.

 Después los retornaron a Onteniente. Lo testimonia Eduardo Latonda : "Sobre las 7 de la tarde del 6 de agosto de 1936 el Comité de Salud Pública determinó que nos sacaran a Rafael Alonso, a Carlos Díaz y a mí, y nos condujeron en un autobús de línea a Ayelo de Malferit. Custodiados y vigilados por milicianos, nos bajaron a la puerta del palacio de los Marqueses de Malferit donde estaba todo el pueblo congregado que nos recibió en medio de escarnios e insultos, y nos condujeron a la prisión municipal. Rafael nos propuso rezar el santo rosario. Al finalizar uno de los rosarios con lágrimas en los ojos nos dijo: A vosotros dos no sé si os matarán, a mí sí; no pido más que cuidéis de mis hijas".

 Agrega Latonda “Desde el oratorio de los Sres. Colomer convertido en cárcel, a través de la ventana, vi pasar alrededor de las cuatro a Carlos Díaz brazos en alto apuntado por los cañones de los fusiles y a quien oí regresar después para volverlo a la prisión de la que sacaron en aquel momento a Rafael Alonso que regresó al cabo de mucho tiempo, totalmente abatido, gimiendo de dolor por las heridas recibidas.”

 A la tarde del día siguiente devolvieron a Onteniente a los tres presos. Dice el testigo: “Durante el trayecto nos contó Rafael Alonso que cuando le llevaron al Cementerio le quitaron la chaqueta, se puso las manos en la cabeza y allí perdió el sentido a fuerza de golpes. Llegamos a Onteniente, y Rafael Alonso no pudo cargar con su equipaje que tenía, debido al estado lastimoso en que se encontraba. Tendido de bruces sobre una colchoneta no quiso que nadie le viese la espalda hasta que llegó el médico quien le descubrió las espaldas y pude ver que estaba desollado desde los hombros hasta las nalgas, con heridas de puntapiés en las piernas. Hasta que le sacaron para matarle no pudo dormir, rezando continuamente." Y agrega: "Los de Ayelo al devolvernos a Onteniente dijeron: „Arreglaos con ésos pues son más duros que la piedra‟.

 Rafael Alonso vivió estas torturas con ánimo cristiano y cuentan sus compañeros de prisión que: "Al interrogarle para que nos dijese quienes le habían apaleado manifestó „que no interesaba, que eso quedaba en las manos de Dios y no les guardaba rencor‟". Y un compañero de prisión depone: "Él mismo nos contó que le hicieron simulacros de  asesinato enterrándole  vivo dejándole solo la cabeza fuera e intimándole a que renegara de su fe y disparando tiros al aire. Todo esto lo manifestó con una calma y tranquilidad admirable que traslucía su gozo interior." Otro afirma: "Hasta que lo sacaron para matarle no pudo dormir, rezando continuamente".

  "El comentario de los rojos fue que habían muerto diciendo: „¡Viva Cristo Rey!‟".

 La noche del 11 de agosto sacaron de la prisión a los dos beatos. Adelaida Alonso declara: "Mi padre fue llevado por la carretera Albaida hasta el término de Agullent juntamente con Carlos Díaz y José García Marcos. Los tres murieron perdonando a los enemigos y dando vivas a Cristo Rey. Los compañeros murieron en el acto y mi padre quedó agonizante". Y agrega: "Los milicianos contaron posteriormente el valor y la entereza de los tres hasta el último momento, pues les habían ofrecido, si renegaban, volverlos a Onteniente, y ellos prefirieron seguir el camino de Jesús". Un compañero de prisión y testigo de oficio, afirma: "El comentario de los rojos fue que el Beato había muerto diciendo: „¡Viva Cristo Rey!‟".

 Rafael Alonso no murió en el acto, sino que quedó malherido en el vientre. A las pocas horas recobró el conocimiento y pidió socorro por señas a alguien que pasó por allí, y que fue a dar cuenta al Comité de Onteniente, que salió con intención de acabar con él; pero entretanto llegaron gentes de Agullent, que le recogieron malherido y lo trasladaron al convento de las Capuchinas.

 Luis Amorós, alcalde que era de Agullent, declara: "En los primeros días del mes de agosto de 1936 siendo yo alcalde de Agullent vino a mi casa hacia las 4 de la mañana un guardia rural y me dijo que en la carretera de Albaida a Onteniente, cerca del cruce de Agullent, había tres hombres muertos. Inmediatamente me dirigí a dicho lugar acompañado del secretario del Ayuntamiento; vi a unos 100 metros y en un campo separado de la carretera un cadáver. 100 ms. más lejos a dos, uno de los cuales era el Rafael que estaba malherido y el otro era el cadáver de Carlos Díaz.

 “Rafael, hacía señales con la mano. Llegamos junto a él y nos dijo que quería confesarse, y le contesté que haríamos lo posible. De regreso al pueblo me dirigí en busca de uno de los sacerdotes escondidos y le indiqué lo que pasaba y que hacía falta confesor. Me encaminé a Onteniente en busca del médico y volví con

  1. Rafael Rovira quien dijo que no tenía solución pues tenía el vientre acribillado a balazos. Encontré a Rafael con un pañuelo puesto en el vientre. Al preguntarle si alguien le había curado me dijo que él mismo había sacado aquel algodón de la espalda que tenía lastimada, y al decirle si sufría mucho, me contestó: menos que cuando fue llevado a Ayelo de Malferit. Le preguntaron si conocía a los asesinos, pero aunque seguramente los conocía, no quiso revelar ningún nombre, limitándose a decir que eran de Onteniente y forasteros…Hacia las tres de la tarde de ese mismo día falleció."

 El 11 de marzo de 2001, el Papa Juan Pablo II lo beatífico junto a otros 232 mártires de la persecución a la fe.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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