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Beato José Toledo Pellicer “Lo más que pueden hacerme es matarme, y ¿qué más puedo yo desear que morir por Cristo?”

José Toledo Pellicer nació en Llaurí (Valencia) en 1909 hijo de familia labradora muy cristiana. Estudió en los Escolapios de Alcira. Monaguillo de su parroquia, ingresó en el Seminario de Valencia. Al advenimiento de la República sus familiares, a la vista del cariz de los acontecimientos, le aconsejaron dejara la carrera eclesiástica, a lo que él replicó: “Lo más que pueden hacerme es matarme, y ¿qué más puedo desear yo que morir por Cristo?”

Fue ordenado de presbítero en 1934, y al terminar su primera Misa, refiriéndose a la Consagración, dijo a sus amigos: “¡Quien me había de decir a mí que haría milagros!”, y a su temerosa madre: “Ahora ya pueden matarme si quieren, ya soy sacerdote.

Nombrado Vicario de Banyeres de Mariola (Alicante), impulsó en la parroquia la devoción eucarística, la adoración al Santísimo y el triduo de las cuarenta horas, y la devoción a la Virgen. Impartió cursos de catequesis para que sus colaboradores pudieran rebatir las falsedades que circulaban contra Dios y su Iglesia, animándoles a estar dispuestos a sufrir contradicción por Jesucristo.

Desde las elecciones de febrero de 1936 se rumoreaba un asalto a la iglesia parroquial, por lo que cada noche reservaba el Santísimo en casa de uno de los dos coadjutores.

El domingo 19 de julio dio un retiro a los jóvenes y les exhortó a una confesión general, preparándoles para el martirio, despidiéndose de ellos con un “¡Hasta el Cielo!”

Al día siguiente se presentaban los del Comité en su casa y le exigían las llaves de la parroquia. Llamó Don José a jóvenes feligreses de confianza y sumieron las formas. Tras dar gracias, con lágrimas les dijo: “Ya no tenemos a Jesús en Banyeres, Él sabe lo que ha de ser de nosotros”.

Huyó por los montes a Bocairente, pero retornado al pueblo para recoger a su hermana, el Comité lo metió en la cárcel el 23 de julio con los otros dos sacerdotes y algunos de sus jóvenes catequistas. El día de Santiago, no pudiendo decir Misa, los presos entonaron canticos en la cárcel, que se oían desde la calle. Dos días después malas gentes quemaban las imágenes y ornamentos de la iglesia.

Los de Alcoy reclamaban su cabeza, pero los de Banyeres optaron por desentenderse de su suerte y lo llevaron a su pueblo de Llaurí entregándole al Comité

Le hicieron trabajar durante cinco días en el monte arrancando aliagas y arbustos para leña. Don José, alegre, decía: “Me harán encallecer las manos, pero siempre estarán consagradas”.

Le obligaron a presenciar la quema de imágenes, archivo y objetos de culto de la iglesia parroquial, y luego, rodeado de escopeteros le hicieron barrer y recoger las cenizas de la hoguera en presencia de todo el pueblo.

El 10 de septiembre por la mañana ocho milicianos le fueron a buscar a su casa, y por la tarde, junto con los otros tres sacerdotes hijos del pueblo, cuya presencia el Comité había reclamado: Don Tomás Peris Rubio, cura de Alcalá de la Jovanda; Don Baldomero Rubio Meliá, coadjutor de Guadassequies y Don José Eugenio Serra Meliá, cura de Carpesa, los cargaron en un camión, y los llevaron al Saler de Valencia.

Atados y de rodillas, antes de morir, Don José Toledo dijo a los milicianos: “Cuando regreséis al pueblo ¿qué diréis a nuestras madres?” Ante su silencio, prosiguió: “Decidles de nuestra parte que nos habéis dejado en buen sitio, en un sitio que vosotros no conocéis”, señalando el cielo, dio un ¡Viva Cristo Rey! que corearon sus tres compañeros y unas descargas acabaron con sus vidas en esta tierra.

Llevados sus cadáveres al cementerio de Valencia, en 1939 fueron trasladados a la cripta de la capilla del Santísimo de la parroquia de Llaurí, donde cada día 10 de mes se oficia la Santa Misa en su memoria, y el 10 de septiembre se celebra la Misa solemne de aniversario con gran concurrencia de fieles.

José Toledo Pellicer fue beatificado en Roma por Juan Pablo II el 11 de marzo de 2001.

Sus tres compañeros de martirio, los Siervos de Dios Tomas Peris, Baldomero Rubio y José Eugenio Serra, están incluidos en la Causa del Arzobispado de Valencia remitida a la Congregación de las Causas de los Santos, protocolo num. 2.800, y dictado ya el nihil obstat en junio de 2008.



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