


Queremos, seguir ayudando en la
medida de lo posible a la actualización del martirologio para
que quede perpetuado el testimonio de quienes han sufrido el
martirio, recopilando para ello la documentación necesaria y
procesándola convenientemente.
Como nos recuerda
Juan Pablo II en su carta "Ante el Tercer Milenio" : "es
preciso que las iglesias locales hagan todo lo posible para no
perder el recuerdo de quienes han sufrido el martirio". Y
ello lo dijo a fin de evitar el olvido de nuestra propia
historia ya que quien la olvida está obligado a repetirla. Y si
queremos construir un futuro digno y valioso hay que recordar el
pasado.
En nuestro país se
produjo una persecución religiosa desde 1931 a 1939, que arrojó
el mayor número de mártires de todos los tiempos. Fueron
asesinados 4.184 sacerdotes, 2.365 religiosos, 283 religiosas,
6.832 en total.
Hubo períodos de más intensidad que otros; en octubre de 1934 en
Asturias y Cataluña, y no es necesario recordar la gran
persecución iniciada en julio de 1936. El Papa Pío XI resumió
aquellos terribles momentos ante el primer grupo de fugitivos de
la destrucción y la muerte que reinaba en nuestra propia
Barcelona y que se encontraban abatidos por el dolor ante aquel
Pontífice:
"...personas sagradas, cosas e instituciones sagradas, tesoros
inestimables e insustituibles de la fe, de la piedad cristiana
... ; altísimos jerarcas sagrados, obispos y sacerdotes,
vírgenes consagradas a Dios, seglares de toda clase y condición,
venerables ancianos, jóvenes en la flor de la vida, arruinado,
destruido..." (Castelgandolfo, 14 sepbre. 1936. Acta
Apostolicae Sedis, vol. 28, pág. 374).
Terminada la
revolución en 1939, se iniciaron enseguida los trámites para
lograr de la Santa Sede el reconocimiento oficial del martirio;
uno de los expedientes primeros fue el del Hermano Jaime
Hílario, fusilado en Tarragona en enero de 1937, cuyo proceso en
el Tribunal Popular demostró la prueba irrecusable del
martirio. Luego fueron siguiendo diversos expedientes para ser
presentados en la Congregación de los Santos.
En un momento
dado, por indicación del Papa Paulo VI se suspendieron los
trámites, pues el Pontífice creyó que no era oportuno proseguir
con los expedientes presentados, pero, luego el actual Papa Juan
Pablo II ha abierto de nuevo el camino. En esta línea se han
verificado ya 230
beatificaciones.
No interesa renovar rencores, ni acusar a nadie, toda vez que
los 'mártires' murieron perdonando y nosotros no debemos ser
menos. La tragedia vivida en aquellos años forma parte de unas
páginas de la historia de nuestra patria, que si bien algunos
pretenden falsearla, al final se dirá la verdad: la verdad de
los inmolados "in odium fidei".
Postuladores de estas causas de beatificación, asociaciones que
promueven localmente cada una de ellas (como algunas que ya
actualmente existen), y trabajadores incansables cooperan a que
el heroico comportamiento de tantos y tantos confesores de
nuestra Fe, inmolados por Cristo, sean conocidos del gran
público, por una parte; y, por otra, puedan recoger datos
documentales seguros con el fin de alcanzar, en su día, el
reconocimiento oficial por parte de Roma de su martirio, con lo
cual serán beatificados, y si Dios quiere, elevados a los
altares.
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