Misa en Paracuellos de Jarama
Periodismo de Verdad: - Tucumán - Argentina - 21 de
Mayo de 2010
Monseñor
Reig Pla celebra la santa misa en el cementerio de los mártires de Paracuellos
de Jarama
. Ayer, domingo 29 de
noviembre, los Hermanos de la Fraternidd
de Cristo Sacerdote y Santa María Reina tuvimos la dicha de asistir a la Santa
Misa celebrada por Su Excelencia Monseñor Don Juan Antonio Reig Pla, Obispo de
Alcalá
de Henares, en el cementerio de los Mártires de Paracuellos de Jarama. Quisimos
contribuir con nuestra presencia a honrar la memoria santa de los mártires de la
persecución religiosa habida en España desde el año 1934 a 1939. En medio de tan
terrible holocausto destaca el genocidio perpetrado contra los mártires en
Paracuellos. Las siete grandes fosas comunes acogen los sagrados restos de entre
ocho mil y diez mil mártires que allá fueron salvajemente asesinados entregando
y ofreciendo su vida por Dios y por España.
Fue la del domingo una ceremonia emocionante en la que se respiraba profunda
devoción y admiración a los mártires de Cristo nuestros hermanos. Concluida la
Santa Misa, Monseñor Reig Pla sorprendió a todos los presentes dando muestras de
un corazón de verdadero Pastor y Obispo, a semejanza de Cristo Buen Pastor. Con
gesto paternal quiso encabezar una procesión que recorrió las siete fosas en las
que reposan los miles de mártires. Al pie de cada una de ellas el Prelado recitó
las oraciones de rigor, realizó la aspersión con el agua bendita e incensó.
Durante la procesión , al trasladarse de una fosa a otra, el Prelado y todos los
asistentes cantábamos emocionados: Perdona a tu pueblo, Señor, solicitando así
el perdón para los verdugos de nuestros hermanos. Al cantar Christus vincit,
Christus regnat, Christus imperat, las lágrimas se asomaban a muchos de los
rostros de los presentes, seguramente recordando que en la debilidad de la Cruz
está la fuerza y la victoria de los mártires y de nuestra fe. Y, seguramente,
recordando también el último grito de profesión de fe que los mártires
pronunciaban antes de ser acribillados: ¡Viva Cristo Rey!
Emocionantes y vivas palabras de Monseñor Reig Pla en la homilía de la Santa
Misa: "Esta es la catedral más grande edificada jamás, pues ha sido levantada
con la sangre de miles de mártires, de modo que es el santuario más grande del
mundo, donde se concentran más mártires por metro cuadrado, muchos de ellos
elevados ya a la gloria de los altares. En un tiempo en el que se quiso cerrar
las puertas del cielo, estos hermanos nuestros dieron testimonio de su fe
gritando Viva España y Viva Cristo Rey al morir.
Miles
de sacerdotes, religiosos y fieles ofrendaron sus vidas para que podamos
construir una España mejor, una España que es fruto de muchos siglos de fe
cristiana que conforman nuestra civilización, la civilización cristiana. Debemos
engrandecer este lugar y darlo a conocer para ejemplo de muchos, precisamente
ahora que se vuelve a intentar construir un mundo sin Dios, con un laicismo
radical. Os felicito por haber mantenido este lugar santo, tan cuidado y tan
hermoso, que sobrecoge a quien lo visita. Yo me siento débil e impotente, en una
diócesis pequeña y con pocos medios, para proseguir la inmensa tarea de seguir
estudiando los casos de martirio y elevar a los altares a tantos cuyos cuerpos
reposan aquí. Pero os pido vuestra ayuda y colaboración para hacerlo. Al
terminar la celebración en el cementerio, Monseñor Juan Antonio, se dirigió
emocionadamente a todos los presentes invitándonos a cantar la Salve Regina,
pidiendo auxilio a la Santísima Virgen y a los mártires por las nuevas
persecuciones que hoy se dan contra la fe y contra la Iglesia. Pidiendo por
aquellos que son martirizados en el seno materno mediante el crimen abominable
del aborto. Pidiendo a la Virgen Santísima que ampare y cuide a todas las madres
que llevan en su seno a sus hijos. Para que se ablande y se convierta el corazón
de los gobernantes y busquen justas soluciones que ayuden a las madres gestantes
y salvaguarden la vida de los inocentes. Finalmente, el Prelado reconoció estar,
sin duda, en el lugar más sagrado de España, y quizás del mundo, por el número
tan grande e impresionante de mártires que reposan en las siete fosas comunes
del cementerio de los Mártires de Paracuellos de Jarama.
Todos los presentes, con profunda emoción y sentido agradecimiento, expresamos
vivamente a Moseñor Reig Pla nuestro reconocimiento y admiración por su gesto
valiente y de profunda fe. ¡Sin duda, un gran Pastor! ¡Viva Cristo Rey! ¡Viva el
Papa! ¡Viva el Sr. Obispo! ¡Viva España!, fueron las últimas aclamaciones de los
presentes al finalizar el canto de la Salve. Al hablar de Paracuellos de Jarama,
Fr. Octavio Marcos, de la Orden Hospitalaria de San Juan de Dios, se expresa de
este modo:
He aquí un nombre que ha sido grabado a punta de cuchillo en el alma de España y
cuyos caracteres están teñidos en la púrpura de su sangre. Lugar sagrado, campo
de expiación, tierra sembrada de cuerpos santos y fertilizada con sangre de
mártires. Aún perciben nuestros oídos el rasgado silbar de la metralla que
troncha vidas beneméritas en la virtud y en las ciencias, en íntima fusión con
las plegarias: ¡Viva Cristo Rey!, ¡Dios!, ¡España!, ¡Perdónalos Señor!, que
brotan de labios moribundos y se elevan al cielo como perfumado sahumerio de
sangre palpitante que empapa la tierra y la cubre de regio manto de púrpura,
glorioso atributo de la victoria y de la Realeza de Cristo
Al pie del Cerro de San Miguel en cuya cima se asienta el pueblo de Paracuellos,
cercano al río Jarama, cerrado en el horizonte por una serie de cerros pelados,
a 16-18 Kms. de distancia de Madrid, con caminos poco transitados y suelo
arenoso y suelto, fácil de excavar. Existía allí el grupo de pinos que
contemplamos dentro de su actual recinto, lugar sacratísimo, pues precisamente
bajo esos pinos se detenían los camiones que transportaban a los presos, los
hacían descender y allí aguardaban su turno, presenciando el fusilamiento de sus
compañeros, rezando, llorando, confortándose recíprocamente, recibiendo
bendiciones y absoluciones de los sacerdotes y religiosos que con ellos iban a
morir.
¿Cuántas víctimas reposan en este lugar? En ningún tiempo
será¡ posible señalar cifras exactas, por las razones apuntadas al comienzo de
este trabajo, mas no será difícil obtener número aproximado, con nombres, fechas
y procedencias. Por ahora me atrevo a afirmar que el número de sepultados en
Paracuellos, incluidos los llevados de Boadilla del Monte, Ribas-Vaciamadrid,
los 414 de Torrejón de Ardoz y de otros lugares próximos (excluyendo los 800 del
cementerio de Aravaca) superan con mucho las cifras señaladas por ciertas
monografías recientes, si bien no tan elevadas como las que nosotros hemos
utilizado a veces. El número de OCHO MIL TRESCIENTOS CINCUENTA Y CUATRO mártires
que expresa el Archivero-Historiador de la Real Academia de la Historia, Arsenio
de Izaga en su importantísima obra Los presos de Madrid (Madrid 1940), puede ser
el más aproximado hasta ahora.
Las zanjas en que se sepultaron tantos miles de mártires eran descomunales,
terroríficas, sin precedentes ni comparación con cualquier otro episodio de la
Cruzada. Siete en total, la mayor la nº 4 (mártires del 9 y 24 noviembre y otros
desconocidos) con 160 X 4 m.; la nº 6 (mártires del 3 y 4 diciembre y otros
desconocidos), tiene 120 X 8 m.; la nº 5 (mártires del 28, 29 y 30 noviembre) 80
X 8 m.
Tal es, en síntesis, la historia trágica y gloriosa de los Mártires de
Paracuellos de Jarama, el más grandioso holocausto católico de todos los tiempos
en España, uno de los mayores de la historia de la Iglesia Universal. Inicua y
gigantesca carnicería de hombres inermes, indefensos, plenos de espíritu
cristiano y patriótico, para la que los responsables no se preocuparon siquiera
de buscar pretexto y en la que desde luego no hubo la más mínima participación
popular, como tampoco la hubo en las matanzas generales que antes hemos
referido.
El pueblo de Madrid ignoraba los hechos hasta que concluida la guerra se supo la
verdad con todo su horror y toda su grandeza. Todo estaba perfecta,
diabólicamente dispuesto por los Órganos de poder, desde el Ministerio de la
Gobernación a la Dirección General de Seguridad y desde la Junta de Defensa a su
Delegado de Orden Público. Las órdenes y listas de salida de las prisiones, la
conducción de los presos en autobuses de la Empresa Municipal o en camiones de
servicio oficial, la apertura de zanjas, los piquetes preparados con abundancia
de armas y de municiones, todo estaba previsto y ordenado de antemano, sin que
nadie desde el poder se opusiera, cuando más tarde se demostró que un solo
Delegado de Prisiones, por sí mismo, pudo poner fin en un instante al inmenso
crimen contra el Derecho de Gentes.
Arsenio de Izaga, que convivió en prisión con los mártires, escribió a propósito
de Paracuellos: "Cuadro espantoso aquel cuadro, espectáculo escalofriante el
terrible piquete de forajidos que disparaba sus fusiles o sus ametralladoras
sobre unos hombres de bien de toda profesión, de toda categoría y de toda edad.
sacerdotes y seglares, militares y paisanos, ricos y pobres, patronos y obreros,
desde los que habían pasado los dinteles de la ancianidad hasta los que apenas
habían salido de la niñez, mientras sus compañeros de infortunio, hacinados
sobre los vehículos o apelotonados a la vera del camino, esperaban el turno
fatal y contemplaban indefensos el suplicio que poco después iban a sufrir. Yo
que conocí el temple de sus pechos, lo adiviné cuando vi que salían de la
prisión con el resplandor de los elegidos. Ninguno renegó de sus convicciones
religiosas y patrióticas. Ninguno dio la más leve prueba de vacilación ni de
flaqueza. Todos se negaron a prestar adhesión al régimen que los estaba
envileciendo, a pesar de que se les ofrecía como único medio de salvarse. Todos
se animaban entre sí, y oponían a las blasfemas imprecaciones de sus verdugos,
su fe de creyentes y su altivez de españoles. Todos recibían la helada caricia
de las balas como el galardón eterno que el Cielo les tenía prometido y el beso
que la Patria imprimía en sus frentes de Cruzados. Y no se había extinguido el
eco de la última descarga, cuando aún resonaba en el espacio su vibrante grito,
¡Viva Cristo Rey! ¡Viva España! Entre los mártires cientos de Sacerdotes,
Religiosos, seminaristas y novicios, jóvenes de la Acción Católica y miles de
seglares católicos. El más joven de los mártires, trece años de edad y ¡más de
doscientos menores de edad!"

