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ABC - Sociedad / RELIGIÓN
Día 11/12/2010 - comentarios
Benedicto XVI aprobó ayer la beatificación de seis nuevos mártires de la persecución religiosa que tuvo lugar en España en los años treinta del siglo pasado. Se trata de dos sacerdotes diocesanos —José Nadal i Guiu y José Jordán i Blecua, asesinados en Monzón en 1936— y de cuatro párrocos pertenecientes a la familia espiritual franciscana asesinados también en 1936: Miguel Faúndez López, Baltasar Mariano Muñoz Martínez, Pedro Sánchez Barba y Fulgencio Martínez García.
Las nuevas declaraciones de martirio se añaden a las 26 reconocidas por el Papa en julio. El número de mártires de la persecución religiosa española reconocidos por la Santa Sede supera ya el millar. Como hay otras 2.000 causas bien documentadas, el número total de mártires reconocidos por la Iglesia será superior a 3.000 de entre las aproximadamente 10.000 personas —obispos, sacerdotes, religiosas, religiosos y laicos— fusilados en aquellas oleadas de violencia contra personas no sólo indefensas sino pacíficas.
La mayor beatificación de la historia fue la de 498 mártires españoles, celebrada en Roma en octubre de 2007 en un clima de absoluta paz espiritual. Benedicto XVI manifestó ese día que los mártires «nos impulsan, con sus palabras y los gestos de perdón a sus perseguidores, a trabajar incansablemente por la misericordia, la reconciliación y la convivencia pacífica».
El proceso de beatificación de los mártires es más sencillo desde el punto de vista del procedimiento, pues no requiere el reconocimiento de un milagro, sino tan sólo constatar que la persona haya sido asesinada «por odio a la fe» y que haya perdonado a sus asesinos.
Dos sacerdotes murcianos asesinados Guerra Civil 1936-39 serán beatificados
Ciudad del
Vaticano, 10 dic (EFE).- Otros seis sacerdotes españoles asesinados durante la
Guerra Civil (1936-39), entre ellos los párrocos murcianos Pedro Sánchez Barba
y Fulgencio Martínez García, serán beatificados, después de que el papa
Benedicto XVI aprobara hoy los decretos sobre sus martirios, paso que permitirá
su elevación a la gloria de los altares, informó el Vaticano.
Se trata de los sacerdotes diocesanos José
Nadal y Guiau, nacido en Bell-lloc (Lleida) el 25 de julio de 1911, y José
Jordán y Blecua, nacido en Azlor (Huesca) el 27 de mayo de 1906, asesinados en
Monzón (Huesca) el 12 de agosto de 1936.
Los otros son Miguel Faúndez López,
sacerdote profeso de la Orden de los Frailes Menores franciscano, nacido en La
Hiniesta (Zamora) el 23 de julio de 1907; Baltasar Mariano Muñoz Martínez,
clérigo de la misma orden franciscana, nacido en Santa Cruz, el 7 de diciembre
de 1912, asesinados en 1936.
También serán
proclamados beatos los párrocos Pedro Sánchez Barba, nacido en Llano de Brujas
(Murcia) el 1 de
julio de 1895, y
Fulgencio Martínez García, nacido en Ribera de Molina (Murcia), el 14 de agosto
de 1911, ambos de
la Tercera Orden de San Francisco
de Asís, asesinados también en 1936.
Los seis fueron asesinados, según el decreto
aprobado por el Papa, "por odio a la fe durante las persecuciones
religiosas en España".
Las
beatificaciones de los seis sacerdotes "mártires del siglo XX", como
llama la Iglesia española a los religiosos
asesinados durante la II República española y la
Guerra Civil de 1936-39, se anunciarán en fechas próximas.
El 3 de julio
del pasado año el Papa ya anunció la beatificación de otros seis sacerdotes
asesinados durante aquellos
años.
El 28 de octubre de 2007 fueron
beatificados en el Vaticano otros 498 religiosos asesinados en 1934 y entre
1936-39, en la ceremonia de este tipo más multitudinaria de la historia de la
Iglesia.
Según datos de
la Iglesia española, los
mártires de los años 1934 y 1936-39
pueden ser unos diez mil.
Ya han sido beatificados 977 y proclamados
santos once. EFE
Mártir del siglo XX - Alfredo von den Brule
03/12/2010 TOBIAS Medina Cledón
Hace días celebrábamos la fiesta de los Mártires españoles del s. XX. He aquí el ejemplo de uno de ellos: Alfredo von den Brule, español con apellido alemán, era alcalde de Toledo. Durante los trece meses que gobernó la Ciudad imperial se granjeó el cariño de los toledanos que reconocieron la sensibilidad social y la dedicación de su alcalde.
Tras las elecciones municipales de 1931 a las que ya no se presentó a pesar de que los vecinos de la ciudad del Tajo se lo pidieron insistentemente, tuvo lugar el cambio de régimen, la proclamación de la República y el exilio del Rey Alfonso XIII.
Su acendrado catolicismo y su amor a la patria le hicieron dedicarse con empeño a defender los intereses de España oponiéndose a los excesos "del separatismo, la desmembración y la destrucción de nuestra nación". Días antes de estallar la guerra civil, invitado por su cuñado a exiliarse en Francia, se niega rotundamente "porque no he hecho mal a nadie".
El 18 de julio de 1936 es detenido y, tras una liberación de breves días, el 29 de agosto se lo llevan de casa unos milicianos. Antes, reza el acto de contrición ante un Crucifijo y se despide de su mujer y sus siete hijos diciéndoles: "Hijos míos, sed buenos; amad a la Stma. Virgen. El don más preciado que me ha dado Dios es la fe; os espero en el cielo... Perdonad a mis asesinos como yo los perdono y, si un pedazo de pan os dejo, compartidlo con ellos y con sus hijos. Os pido que me lo juréis".
Veinte minutos después, era fusilado a las puertas del Monasterio de San Juan de los Reyes. Su vida es ejemplo de servicio al bien común y su despedida, modelo de fe, de amor a los enemigos y de esperanza en la vida eterna.
Benedicto XVI responde al "laicismo agresivo"
El Papa propone "re evangelizar" España ante el auge de un anticlericalismo que le recuerda el de la Segunda República
No
había aterrizado todavía el avión que trasladaba al Papa y a su
séquito de Roma a Santiago cuando Benedicto XVI dejó bien claro,
sin ambages, el objetivo de su segundo viaje a España
con una carga de profundidad contra la
política laicista desarrollada por el Gobierno que preside José
Luis Rodríguez Zapatero. Denunció el Papa la existencia en
España de un "laicismo agresivo"
que llegó a comparar con el "anticlericalismo fuerte y agresivo
como lo vivimos en los años 30".
En aquel tiempo España vivió la proclamación
de la República, la rebelión militar antidemocrática y una
guerra civil en la que se quemaron iglesias y murieron numerosos
religiosos por el simple hecho de serlo. Las referencias del
Pontífice no fueron gratuitas ni improvisadas. Ayer, 6 de
noviembre, los católicos españoles estaban llamados a celebrar
la Memoria Litúrgica de los "beatos mártires" de la Guerra
Civil. Se celebra precisamente el 6 de noviembre de cada año tal
como figura en la carta apostólica que leyó el propio Benedicto
XVI durante la controvertida ceremonia de beatificación de 498
"mártires" españoles de la guerra.
Aun sin conocer el simbolismo que otorgaba el Papa a la fecha,
sorprendieron en Santiago las referencias y la contundencia del
Pontífice, toda vez que parecía que las relaciones entre el
Gobierno español y la Santa Sede habían mejorado en los últimos
tiempos. El Gobierno ha desistido de elaborar una nueva ley de
libertad religiosa que había de suprimir privilegios de la
Iglesia católica. El propio vicepresidente Alfredo Pérez
Rubalcaba lo confirmó el viernes, víspera de la visita
pontificia, como gesto de buena voluntad. Incluso en las
brevísimas audiencias que le concedieron ayer el Papa y el
secretario de Estado del Vaticano, Tarsicio Bertone, Rubalcaba
comprometió la máxima colaboración del Gobierno en la
organización de la próxima visita de Benedicto XVI a España con
motivo de la Jornada Mundial de la Juventud, el próximo mes de
agosto en Madrid. Incluso reafirmó "las buenas relaciones" con
el Vaticano, pero Benedicto XVI está muy preocupado por la
"rápida disminución de la práctica religiosa" que se ha
registrado en España. Tanto es así que, según reveló ayer, el
ministerio para la reevangelización que ha creado recientemente
lo ha hecho "pensando en los grandes países de Occidente, pero
sobre todo pensando en España".
[...]
Con todo, existe una coherencia en todos los mensajes de Joseph
Ratzinger contra la progresiva secularización de Europa y el
avance inexorable del laicismo. Reivindica los valores
cristianos como inherentes a la defensa de la libertad y a la
identidad europea. No en vano, Ratzinger adoptó el nombre de
Benedicto, porque hace referencia al santo patrón de Europa y es
evidente su eurocentrismo en un sentido casi podría decirse que
estratégico. Entiende Europa como el foco que irradia la fe al
resto del mundo, y su prioridad es impedir que ese foco deje de
iluminar.
En su primera alocución en el mismo aeropuerto, Ratzinger ya
invitó "a España y a Europa a edificar su presente y a proyectar
su futuro desde la verdad auténtica del hombre, desde la
libertad que respeta esa verdad y nunca la hiere". O sea, que
erradicar la religión de la vida pública como pretenden algunos
sectores laicistas es, en opinión del Pontífice, un atentado a
la libertad.
Lo corroboró Ratzinger en la visita a la catedral de Santiago a
mediodía con una frase de auténtico calado: "Entre verdad y
libertad hay una relación estrecha y necesaria. La búsqueda
honesta de la verdad, la aspiración a ella, es la condición para
una auténtica libertad. No se puede vivir una sin otra". Desde
ese punto de vista, el Pontífice lamenta la progresiva
secularización de Europa, tal como lo planteó en la homilía de
la misa solemne en el Obradoiro: "¿Cómo es posible que se haya
hecho silencio público sobre la realidad primera y esencial de
la vida humana? ¿Cómo lo más determinante de ella puede ser
recluido en la mera intimidad o remitido a la penumbra?".
Ratzinger quiere presencia de la religión en la vida pública:
"La Europa de la ciencia y de las tecnologías, la Europa de la
civilización y de la cultura, tiene que ser a la vez la Europa
abierta a la trascendencia y a la fraternidad con otros
continentes, al Dios vivo y verdadero desde el hombre vivo y
verdadero".
Pero es importante señalar que el Papa no propone un dilema
entre cristianismo y laicismo. Sí rechaza que el laicismo
erradique la religión de la vida pública, pero su criterio se
basa en fomentar "el encuentro entre la fe y el laicismo y no en
la confrontación".
El Papa fue recibido y despedido por los príncipes de Asturias.
En el discurso de bienvenida, don Felipe situó también la
reflexión en los valores: "Desde Santiago, España contribuyó a
aunar valores y a ensanchar los horizontes de Europa. También
hoy desea, como país moderno, abierto y democrático, transmitir
desde Santiago su voz comprometida y solidaria con los problemas
y necesidades de tantos pueblos y seres humanos".
La visita se desarrolló con menos público que el esperado, pero
con una solemnidad y una emotividad extraordinarias. La música y
los cánticos sonaron en la plaza del Obradoiro, especialmente A
salve mariñeira, que llegó al corazón de los católicos gallegos.
El cardenal Rouco abre la Causa de Martirio de un grupo de seminaristas que murieron por su vocación en 1936 “y que no subordinaron su fe”
ANALISIS DIGITAL
CAMINEO.INFO.- Madrid/ESPAÑA.- El
arzobispo de Madrid, cardenal Antonio Mª Rouco Varela, presidió ayer en el
Seminario Conciliar de Madrid la ceremonia la apertura de la Causa de
Martirio de un grupo de seminaristas de la diócesis de Madrid-Alcalá, y dos
familiares, mártires de la persecución religiosa de la II República en la
diócesis. Se trata de los Siervos de Dios Ignacio Aláez Vaquero, Pablo
Chomón Pardo, Antonio Moralejo Fernández-Shaw, Jesús Sánchez Fernández-Yañez,
Miguel Talavera Sevilla, Ángel Trapero Sánchez-Real, Cástor Zarco García,
Mariano Arrizabalaga Español, Ramón Ruiz Pérez, todos ellos seminaristas,
Julio Pardo Pernía, sacerdote tío del seminarista Pablo Chomón, y Liberato
Moralejo Juan, seglar padre del seminarista Antonio Moralejo, ambos
martirizados junto con los seminaristas
En su intervención, el cardenal recordó en el acto de apertura de la Causa
de Martirio de Ignacio Aláez y once personas más que todos los mártires
“amaron al Señor y a los demás” y que “murieron por su vocación” como
consecuencia del odio hacia la fe de quienes los mataron.
Para el cardenal, “es una alegría porque ellos son un amplio testimonio de
un sí a la vida en el sentido más físico, real y pleno”. Y añadió que, pese
a las presiones, “no subordinaron su fe en el Señor como seminaristas”.
Así, subrayó cómo floreció la semilla de los mártires en las generaciones de
seminaristas de los años 40 y 50, desde el punto de vista de la caridad
humana y espiritual y recordó los frutos tan fecundos de dentro y fuera de
España, en especial, la vocación misionera, “que no se comprende sin los
sacerdotes españoles”.
Por otro lado, señaló que abrir esta Causa de Martirio es “una consecuencia
elemental que tiene que ver con la verdad histórica, la vida de la Iglesia y
los seminaristas” y manifestó que “es una buena memoria histórica que tiene
que ver con la santidad”.
En el acto estuvo el postulador de la causa, el padre Miguel C. Vivancos
Gómez, quien explicó la introducción de la causa y comentó que en la Guerra
Civil española la Iglesia sufrió una “violentísima persecución” en la que
obispos, sacerdotes, religiosos, religiosas y laicos fueron asesinados por
su fe. Sin embargo, destacó que “murieron perdonando” y sin renegar de su
fe.
En el caso concreto de los seminaristas de Alcalá y de quienes les
acompañaban, destacó que “ofrecieron su vida sin que se perciba otra
motivación de índole social o política”. Por ello, comentó que “la Iglesia
reconoce el valor martirial de aquellos jóvenes” e incidió en que no
consiste en reabrir viejas heridas ni reclamar sus derechos sino para “que
el amor siga venciendo al odio, a las injusticias y a la violencia, aún
presentes en el mundo actual”.
Finalmente, destacó que con la próxima celebración de la Jornada Mundial de
la Juventud la tercera semana de agosto de 2011 en Madrid, “muchos jóvenes
se verán atraídos por este ejemplo”.
Seminaristas mártires de Madrid
«El 18 de julio de 1936, estábamos comiendo en el seminario de Madrid. Bajó
el portero para decirnos que estaban las turbas para apoderarse del
seminario. Enseguida nos fuimos a la capilla a consumir las Sagradas
Especies; y, vestidos de paisano, tuvimos que salir por la puerta posterior
que había en la huerta del seminario. Nos separamos, y cada uno se fue a su
casa. Al día siguiente, el domingo 19 de julio, llamé al seminario
preguntando si podía ir a celebrar la Santa Misa, y me contestó un miliciano
diciendo que me iba a escabechar»: éste es el relato de uno de los testigos
que estuvieron presentes en el seminario de Madrid y que recoge José
Francisco Guijarro en su libro Persecución religiosa y Guerra Civil. La
Iglesia en Madrid, 1936-1939 (ed. La Esfera de los Libros). Fue sólo el
comienzo; en los primeros días de la contienda española, fueron 7 los
seminaristas de Madrid que recibieron el martirio; además de ellos, murieron
otros dos seminaristas de otras diócesis que estaban en la capital por esas
fechas; y otros dos familiares de dos de ellos, que les acompañaron al
martirio.
Ignacio Aláez Vaquero
El 9 de noviembre de 1936, nueve milicianos fueron a detener a su padre,
denunciado por un familiar. Preguntaron a Ignacio por qué no se había
incorporado a filas, y contestó que era estudiante y se preparaba al
sacerdocio, por lo que también se lo llevaron. Fue asesinado junto con su
padre esa misma tarde junto al cementerio de Fuencarral.
Pablo Chomón Pardo
Junto con su tío, Julio Pardo Pernía -confesor de las Hermanas Hospitalarias
de Ciempozuelos-, fue asesinado en el kilómetro 5 de la carretera de
Torrejón, en el término municipal de Valdemoro. Se sabe que cuando los
milicianos fueron a detener a su tío sacerdote, Pablo decidió no separarse
de él y correr su misma suerte.
Antonio Moralejo Fernández-Shaw
Al estallar la persecución religiosa, quiso evitar la profanación de la
iglesia del Carmen. El 28 de septiembre de 1936, los milicianos fueron a
detenerlo a casa de sus padres. Su padre, Liberato Moralejo Juan, quiso
evitar su detención y, al no conseguirlo, decidió acompañar a su hijo y
correr su misma suerte. Ambos fueron conducidos a la cárcel Modelo, y el 7 o
el 8 de noviembre fueron asesinados en Paracuellos.
Jesús Sánchez Fernández-Yáñez
En el domicilio familiar, le sorprendió la persecución religiosa, que pudo
esquivar hasta mediados de septiembre de 1936. Sin embargo, fue denunciado
por algunos vecinos y conducido a la checa de Fomento, siendo martirizado a
las pocas horas. Su cadáver apareció el día siguiente en el barrio de la
China.
Miguel Talavera Sevilla
Natural de Boadilla del Monte, al estallar la persecución se encontraba en
su pueblo. El 7 de octubre de 1936, unos miembros del Comité de Radio
Comunista Puerta del Ángel llegaron a su casa y se lo llevaron, no habiendo
aparecido nunca su cadáver.
Ángel Trapero Sánchez-Real
Con trece años, Ángel se trasladó al seminario de Madrid. Sus notas fueron
siempre excelentes. El 11 de octubre de 1936, Ángel fue detenido y llevado a
la cárcel de Porlier, hasta que el 9 de noviembre fue fusilado junto a las
tapias del cementerio de la Almudena.
Cástor Zarco García
El 6 de junio de 1936, fue ordenado subdiácono. Comenzada la Guerra Civil,
fue movilizado y enrolado en la Brigada de El Campesino. Estaba
hospitalizado en Alcalá de Henares cuando fue reconocido y delatado como
seminarista por algunos paisanos suyos, siendo fusilado en septiembre de
1937. Algunos testigos afirman que fue obligado a cavar su propia tumba.
Mariano Arrizabalaga Español
En 1928, ingresó en el seminario de Comillas (Cantabria). Con motivo de las
vacaciones de verano, Mariano se trasladó a Madrid, donde vivía su familia.
Fue detenido junto a su hermano Rafael y un cuñado. Fueron asesinados en
Torrejón y sepultados en Paracuellos.
Ramón Ruiz Pérez
En 1925, ingresó en el seminario de Jaén, pero pasó en 1929 al de Toledo. La
persecución religiosa le sorprendió en su pueblo, adonde había ido a pasar
las vacaciones. Detenido y sometido a diversas torturas, fue subido a un
tren con dirección a la prisión de Alcalá de Henares. Al llegar a
Villaverde, el tren fue desviado por jóvenes libertarios, y fueron
asesinados casi todos los viajeros del tren de Jaén, Ramón entre ellos.
Julio Pardo Pernía y Liberato Moralejo Juan
Ya hemos hecho referencia a los dos al hablar, respectivamente, de su
sobrino Pablo Chomón Pardo y de su hijo Antonio Moralejo Fernández-Shaw.
Martínez Camino afirma que la diócesis de Barbastro-Monzón
destaca por su santidad y espera que el conflicto
de los bienes tenga pronto una solución
La reliquia del obispo mártir de
Barbastro, el Beato Florentino Asensio, representará a la Iglesia mártir
de España. Como los obispos son en la
Iglesia los sucesores de los Apóstoles, con ese número de doce obispos
se quiere recordar a los doce Apóstoles de
Jesús. A un lado del Sagrario se colocarán las reliquias de seis obispos
españoles, santos pertenecientes al primer
milenio de la historia de la Iglesia, y al otro lado, las de otros seis
obispos, santos del segundo milenio. El obispo de la diócesis de Barbastro-Monzón, Alfonso Milián, señalaba
que el acto celebrado en la Catedral de Barbastro había sido muy
“importante” y celebrado con una “gran fe”.
(radiohuesca.com
– lunes 18.10.2010)
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Martínez
Camino visitará Barbastro
en el 75 aniversario de los mártires
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El obispo Alfonso Milián participará en el inicio de los actos el próximo 17 de octubre
Ángel HUGUET
10/10/2010
BARBASTRO.- El obispo Alfonso Milián presidirá el próximo 17 de
octubre el inicio de los actos conmemorativos del 75 Aniversario de los Mártires
de la Diócesis de Barbastro-Monzón, que se cumplirá en 2011.
A la solemne
eucaristía en la Catedral de Barbastro asistirá también Juan Antonio Martínez
Camino, secretario y portavoz de la Conferencia Episcopal Española a quien
entregarán una reliquia del obispo mártir Florentino Asensio, para su veneración
en la capilla general que tienen los obispos españoles en su sede de Madrid.
A un lado del sagrario se colocarán las reliquias de seis
obispos santos pertenecientes al primer milenio de la historia de la Iglesia
española y al otro lado las de seis obispos del segundo milenio. La reliquia de
Florentino Asensio (marzo-agosto, 1936) representará a la Iglesia Mártir de
España en la persecución religiosa de la Guerra Civil. Los doce obispos
recuerdan a los doce apóstoles, según las explicaciones facilitadas.
La Diócesis de Barbastro-Monzón está entre las españolas con
más incidencia en el ambiente martirial ya que sufrió la muerte del obispo, 114
sacerdotes de 140 existentes del clero secular, 5 de 20 seminaristas, 51
misioneros del Corazón de María, 9 religiosos Escolapios y 18 Monjes
Benedictinos, de 1936 a 1938. Además del gitano Ceferino Jiménez Malla "El Pelé"
que ha sido beatificado.
A la relación de la antigua Diócesis de Barbastro se suman dos
sacerdotes de Monzón, tres monjas Clarisas y dos seglares de Sena, cuyos
procesos de beatificación se han iniciado y están pendientes de culminar en
Roma. Los diocesanos barbastrenses figuran entre los que han asistido a mayor
número de beatificaciones en la historia de la Iglesia española, seis veces en
veintitrés años (1974-2002).
En tres de ellas, con motivo de los Mártires Claretianos
(1992), Escolapios (1995), Florentino Asensio y Ceferino Jiménez Malla "El Pelé"
(1997). Las tres restantes por las canonizaciones de Santa Teresa de Jornet e
Ibars, fundadora de las Hermanitas (1974) y San Josemaría Escrivá (2002)
fundador del Opus Dei que fue beatificado en mayo de 1992.
El obispo Cruz Laplana y Laguna, nacido en Plan (1875) que fue
Obispo de Cuenca y el sacerdote Fernando Español Berdié, natural de Anciles
(1875), asesinados en agosto de 1936, fueron beatificados junto con 497 mártires
más, en Roma, el 28 de octubre de 2007. El proceso de beatificación de los 18
monjes benedictinos del santuario de El Pueyo se culminó hace tiempo y está
pendiente la fecha de su beatificación, que podría ser muy próxima. En la misma
situación están los procesos por martirio de religiosos altoaragoneses de la
antigua Diócesis de Lérida.
Así se despiden los mártires - Martirio de Alfredo van den Brule, alcalde de Toledo el 29 de agosto de 1936 - Alfa y Omega - nº 704 del 23.09.1939
El Papa recuerda que la vocación universal a la santidad implica la cruz
El pasado miércoles 11 de agosto,
durante la Audiencia General
CASTEL GANDOLFO, martes 17 de agosto de 2010 (ZENIT.org).- Benedicto XVI destacó que la llamada divina a la santidad dirigida a todas las personas implica también cargar la propia cruz cotidiana.
Lo recordó el pasado 11 de agosto al dirigirse, desde el balcón del patio interior del palacio apostólico de Castel Gandolfo, a los fieles y peregrinos congregados para la Audiencia General de los miércoles.
El Papa habló sobre el
martirio y señaló que “probablemente nosotros no estamos
llamados al martirio, pero
ninguno de nosotros está excluido de la llamada divina a la santidad, a
vivir de una manera elevada la existencia cristiana y esto implica tomar
la cruz de cada día sobre uno mismo”.
“Todos, sobre todo en nuestro tiempo en que parecen
prevalecer egoísmo e individualismo, debemos asumir como primer y
fundamental compromiso el de crecer cada día en un amor más grande a
Dios y a los hermanos para transformar nuestra vida y transformar así
también nuestro mundo”, afirmó.
“Por intercesión de los santos y de los
mártires -invitó-, pidamos
al Señor que inflame nuestro corazón para ser capaces de amar como Él
nos ha amado a cada uno de nosotros”.
En su discurso en lengua italiana, el Pontífice
se refirió al martirio
como “expresión de amor total a Dios” y a la vez como “respuesta a una
iniciativa y a una llamada de Dios”.
Señaló que el martirio
se basa “en la muerte de Jesús, en su sacrificio supremo de amor,
consumado en la cruz para que pudiéramos tener la vida”.
Y añadió que la fuerza
para afrontar el martirio nace “de la profunda e íntima
unión con Cristo, porque el martirio y la vocación al martirio
no son el resultado de un esfuerzo humano”, sino “un don de Su
gracia, que hace capaces de ofrecer la propia vida por amor a Cristo y a
la Iglesia, y así al mundo”.
En su catequesis, aprovechando la celebración, la
semana pasada, de la fiesta de algunos
mártires como los santos Lorenzo, Ponciano, Hipólito,
Teresa Benedicta de la Cruz y Maximiliano María Kolbe, recordó que “el
mártir sigue al Señor hasta el fondo”.
“Si leemos las vidas de
los mártires, quedamos estupefactos por la serenidad y
el coraje al afrontar el sufrimiento y la muerte -indicó-: el poder de
Dios se manifiesta plenamente en la debilidad, en la pobreza de quien se
confía a Él y pone sólo en Él su esperanza”.
A continuación, Benedicto XVI subrayó
la libertad del mártir,
que la gracia de Dios “mejora y exalta”.
“El mártir es una persona sumamente libre, libre frente al poder, al mundo; una persona libre, que en un único acto definitivo da a Dios toda su vida, y en un supremo acto de fe, de esperanza y de caridad, se abandona en las manos de su Creador y Redentor”, destacó.
Y añadió que el mártir
“sacrifica su propia vida para ser asociado totalmente al sacrificio de
Cristo en la cruz”.
Finalmente recordó que Jesús “exhorta a sus
discípulos, a cada uno de nosotros, a tomar cada día la propia cruz y
seguirlo en el camino del amor total a Dios Padre y a la humanidad” y
concluyó que “el martirio es un gran acto
de amor en respuesta al inmenso amor de Dios”.
Jesús Aníbal, nuevo beato
Carmen Elena Villa Betancourt | Medellín | Publicado el 31 de agosto de 2010
Hoy
quiero resaltar la figura de un joven nacido en Tarso, Antioquia, y
que fue asesinado en España en 1936 cuando tenía sólo 22 años. Se
llama Jesús Aníbal Gómez Gómez. Era un seminarista de la orden de
los claretianos.
Recientemente, el Papa Benedicto XVI aprobó el decreto que comprueba
el martirio de éste y los 14 compañeros (todos ellos españoles) que
murieron con él en las mismas circunstancias. Esto significa que la
Iglesia católica ha aprobado la beatificación de estos muchachos.
Sólo falta que confirmen la fecha y el lugar de la ceremonia.
Jesús Aníbal nació en 1914. Con sólo 11 años dejó su casa y decidió
irse a Bogotá al seminario de los claretianos. De allí se trasladó a
Zipaquirá y en 1935 su superior general le encomendó una nueva
misión: viajar a España para terminar con sus estudios y ordenarse
allí sacerdote. A inicios de 1936 fue enviado a Zafra en
Extremadura, lugar que comenzó a ser blanco de las hostilidades de
la persecución religiosa en España en la que fueron asesinados en
sólo un año 8.207 católicos entre sacerdotes, religiosos y
religiosas.
"No tenemos huerta, y para el baño nos las arreglamos de cualquier
modo...", escribía Jesús Aníbal a sus padres. "De paseo no hemos
salido ni una sola vez desde que llegamos: de hecho guardamos
clausura estrictamente papal; así nos lo exigen las circunstancias",
contaba el joven seminarista días antes de morir.
Conocí hace pocos días en Roma al sacerdote español Vicente
Pecharromán, quien actualmente trabaja como postulador para las
causas de canonización de varios sacerdotes claretianos. Me contó
que el interés especial por Jesús Aníbal se debe a que fue el único
extranjero de esta congregación asesinado en aquella persecución
anti religiosa. Ni su pasaporte colombiano ni la protección que
ofreció la embajada de Colombia en España pudieron salvarle la vida.
El superior de aquella orden consiguió un salvoconducto en el que,
en teoría, todos podrían viajar a Madrid sin que les ocurriera nada.
Sin embargo, los milicianos llegaron a la estación de
Fernán
caballero y entraron en el vagón donde se hallaban estos
jóvenes. Y fueron asesinándolos uno a uno. Al encontrarse con Jesús
Aníbal le preguntaron: "¿Has venido desde tan lejos sólo para
hacerte cura?" A lo que él respondió "Sí y a mucho honor". Después
de ello fue asesinado.
Jesús Aníbal entra así a ser el décimo beato colombiano, además del
padre Marianito, la madre Laura Montoya y los siete mártires de la
orden Hospitalaria de San Juan de Dios que también fueron asesinados
en el mismo año en España.
Es una alegría para Colombia contar con un beato más. Leyendo la
vida de varios hombres y mujeres ejemplares en nuestro país, pienso
que en un futuro serán más los beatos y santos que dé a la sociedad
nuestra querida patria.
La vida de Jesús Aníbal es un ejemplo de valentía y emprendimiento
así como de lealtad y fidelidad a la vocación a la que un día se
sintió llamado y a la que permaneció fiel hasta la muerte.
Benedicto XVI: “El martirio, forma de amor total a Dios”
CASTEL GANDOLFO, martes 17 de agosto
de 2010 (ZENIT.org).-
Catequesis pronunciada el pasado miércoles, 11 de
agosto, por el Papa Benedicto XVI durante la Audiencia General celebrada en
el patio interior del palacio apostólico de Castel Gandolfo.
Queridos hermanos y hermanas,
Hoy en la Liturgia recordamos a santa Clara de Asís, fundadora de las Clarisas, luminosa figura de la cual hablaré en una de las próximas Catequesis. Pero esta semana -como ya había indicado en el Ángelus del domingo pasado- hacemos memoria también de algunos Santos mártires, tanto de los primeros siglos de la Iglesia, como san Lorenzo, Diácono, san Ponciano, Papa, y san Hipólito, Sacerdote; como de un tiempo más cercano a nosotros, como santa Teresa Benedicta de la Cruz, Edith Stein, patrona de Europa, y san Maximiliano María Kolbe. Querría entonces hablar brevemente sobre el martirio, forma de amor total a Dios.
¿En qué se basa el martirio? La respuesta es simple: en
la muerte de Jesús, en su sacrificio supremo de amor, consumado en la Cruz para
que pudiéramos tener la vida (cf
Jn
10,10). Cristo es el siervo sufridor del que habla el profeta Isaías (cf Is 52, 13-15), que se ha dado
a sí mismo en rescate por muchos (cf Mt
20,28). Él exhorta a sus discípulos, a cada uno de nosotros, a tomar cada día la
propia cruz y seguirle en el camino del amor total a Dios Padre y a la
humanidad: “el que no toma su cruz y me sigue detrás no es digno de mí. El que
encuentre su vida, la perderá; y el que pierda su vida por mí, la encontrará (Mt
10,38-39).
Es la lógica del grano de trigo que muere para germinar y llevar vida
(cf Jn 12,24). Jesús
mismo “es el grano de trigo venido de Dios, el grano de trigo divino, que se
deja caer en la tierra, que se deja quebrar, romper en la muerte y, precisamente
a través de ello, se abre y puede llevar fruto a la inmensidad del mundo”
(Benedicto XVI, Visita a la Iglesia luterana de
Roma [14 de marzo de 2010].
El mártir sigue al Señor hasta el fondo, aceptando libremente morir por la salvación del mundo, en una prueba suprema de fe y de amor (cf Lumen Gentium, 42).
Una vez más, ¿de dónde nace la fuerza para afrontar el
martirio? De la profunda e íntima unión con Cristo, porque el martirio y la
vocación al martirio no son el resultado de un esfuerzo humano, sino la
respuesta a una iniciativa y a una llamada de Dios, son un don de Su gracia, que
hace capaces de ofrecer la propia vida por amor a Cristo y a la Iglesia, y así
al mundo. Si leemos las vidas de los mártires, quedamos estupefactos por la
serenidad y el coraje al afrontar el sufrimiento y la muerte: el poder de Dios
se manifiesta plenamente en la debilidad, en la pobreza de quien se confía a Él
y pone sólo en Él la propia esperanza (cf
2Cor
12,9).
Pero es importante destacar que la gracia de Dios no suprime o sofoca la
libertad de quien afronta el martirio, sino que al contrario la mejora y la
exalta: el mártir es una persona sumamente libre, libre frente al poder, al
mundo; una persona libre, que en un único acto definitivo da a Dios toda su
vida, y en un supremo acto de fe, de esperanza y de caridad, se abandona en las
manos de su Creador y Redentor; sacrifica su propia vida para ser asociado
totalmente al Sacrificio de Cristo en la Cruz. En una palabra, el martirio es un
gran acto de amor en respuesta al inmenso amor de Dios.
Queridos hermanos y hermanas, como decía el miércoles pasado,
probablemente nosotros no estamos llamados al martirio, pero ninguno de nosotros
está excluido de la llamada divina a la santidad, a vivir de una manera elevada
la existencia cristiana y esto implica tomar la cruz de cada día sobre uno
mismo. Todos, sobre todo en nuestro tiempo en que parecen prevalecer egoísmo e
individualismo, debemos asumir como primer y fundamental compromiso el de crecer
cada día en un amor más grande a Dios y a los hermanos para transformar nuestra
vida y transformar así también nuestro mundo. Por intercesión de los Santos y de
los Mártires pidamos al Señor que inflame nuestro corazón para ser capaces de
amar como Él nos ha amado a cada uno de nosotros.
[A continuación, el Papa saludó a los peregrinos en diversas lenguas. En
español, dijo:]
Saludo a los peregrinos de lengua española. En particular a los grupos de fieles venidos de España, México y otros Países Latinoamericanos. Queridos hermanos: Dios nos llama a todos a la santidad. Nos llama a seguir más de cerca de Cristo, esforzándonos en transformar este mundo con la fuerza del amor a Dios y a los hermanos. Fijándonos en el ejemplo de los santos y los mártires, pidamos al Señor que inflame nuestros corazones, para que seamos capaces de amar como Él nos ha amado. Que Dios os bendiga.
Una decena de mártires carmelitas en España, camino a los altares (I)
Entre ellos cuatro sacerdotes y dos carmelitas
ROMA, martes 17 de agosto de 2010 (ZENIT.org).- “Señores, estamos por presentarnos delante del Tribunal de Dios, ¡preparémonos!”. Así dijo a sus hermanos de comunidad el padre José María Mateos antes de morir asesinado durante la persecución religiosa en España en los años 30.
El Papa Benedicto XVI firmó el decreto en el que a este
religioso, junto con otros diez carmelitas, les fue comprobado el martirio.
Todos fueron asesinados entre julio y septiembre de 1936.
Se trata de los sacerdotes Elías María Durán, José María
Mateos, José María González, y los hermanos Jaime María Carretero y Ramón
María Pérez Sousa, Antonio María Martín y Pedro Velasco.
La persecución contra la Iglesia había comenzado hacía
varios años, luego de la proclamación de España en el régimen republicano en
1931. Sin embargo, el odio contra la Iglesia se desencadenó de manera más
fuerte a raíz del 18 de julio de 1936, con el comienzo de la guerra civil.
Hubo numerosos incendios a conventos, destrucciones de imágenes sagradas,
calumnias contra religiosos y persecuciones.
En Andalucía la persecución fue breve pero muy
sanguinaria. Allí se encontraban los carmelitas, que vivían en los conventos
de Motoro y Duque de Hinojosa. Su trabajo era netamente pastoral y no tenían
nada que ver con asuntos políticos. No obstante, los republicanos los
consideraban un obstáculo para los planes futuros.
Pese a los pocos datos biográficos que se tiene de estos
religiosos, la Congregación para la Causa de los santos comprobó su martirio
porque la salida más fácil para evitar que murieran o que fueran apresados,
era la de renunciar a la vida religiosa, sin embargo ellos permanecieron
fieles a su vocación, mostraron el amor y el perdón hacia sus verdugos y
hasta el final mostraron su amor a Cristo.
Por ello la causa para su canonización fue inscrita en
1958 en la diócesis de Córdoba donde aún sus habitantes hablan y recuerdan a
este grupo de mártires. Algunos hablan de favores recibidos por su
intercesión. También hay algunas calles que llevan sus nombres.
“Eran dos comunidades diferentes y fueron martirizados en momentos diversos”, dijo a ZENIT el postulador para esta causa, padre Giovanni Grosso.
En el convento de Montoro
La comunidad carmelita de Montoro vivía ajena a toda
acción política. Sus religiosos se dedicaban a la enseñanza del carisma
carmelita. Los milicianos entraron el 19 de julio de 1936 a este convento,
con el fin de asesinar “todo lo que oliera a cera”.
Así arrestaron a los religiosos. Entre ellos estaban los
sacerdotes José María Mateos y Eliseo Durán, quienes se dedicaron a confesar
a otros prisioneros, a darles esperanza en el Señor y a dirigir momentos de
oración. “La sacristía del convento fue trasnformada en una cárcel”, dijo
el padre Grosso.
El 22 de julio asaltaron la prisión. Algunos se
prepararon para el martirio con disposición penitencial, comiendo sólo pan,
“pues como sabían que iban a morir, querían estar mejor preparados para el
martirio observando cabalmente la abstinencia del día”, dijo un testigo, que
fue citado en la positio,
presentada a la Congregación para la Causa de los Santos.
José María Mateos
Una decena de mártires carmelitas en España, camino
a los altares (II)
Entre ellos cuatro sacerdotes y dos carmelitas legos
ROMA,
miércoles 18 de agosto de 2010 (ZENIT.org).-
Se trata de la causa del padre José María Mateos, junto con los
sacerdotes Elías María Durán, José María Mateos, José María
González, y los hermanos Jaime María Carretero y Ramón María Pérez
Sousa, Antonio María Martín y Pedro Velasco.
El Papa Benedicto XVI firmó el decreto en el que les fue comprobado el martirio. Todos fueron asesinados entre julio y septiembre de 1936. Los religiosos fueron apresados en los conventos de Montoro y de Hinojosa del Duque.
Publicamos la segunda parte de este reportaje. La primera parte fue publicada ayer martes, en la que se narra el asalto al convento de Montoro y el asesinato de José María Mateos y Elías Durán.
Hinojosa del Duque
Otros 50 religiosos carmelitanos habitaban en el
convento de la pequeña ciudad de Hinojosa del Duque, ubicada en la
provincia de Córdoba en Andalucía. Esta se caracterizaba por ser muy
pacífica.
Sin embargo, el 27 de julio de 1936 varios
milicianos irrumpieron la calma entrando al convento. Algunos
religiosos habían sido enviados por precaución a las casas de sus
familias algunos días antes.
“Allí el ambiente era de destruir
todo lo que oliera a religión tanto las imágenes sagradas como los
edificios sagrados o templos; eran los milicianos asesinos e
incendiarios, profanaban cuanto encontraban, por ejemplo ponían los
confesionarios en las puertas del templo para que sirvieran de
garitas”, dice un testimonio citado en la Positio.
Muchos de ellos se dieron cuenta que se acercaba
el martirio, por lo que quisieron disponerse interiormente haciendo
penitencia y comiendo sólo pan y agua.
“Sólo sé que estaban valientes y decididos todos
para recibir o sufrir el martirio. Esto lo sé también por su
familia”, dijo sor Damiana Goñi Senosaín, una de los testigos.
Carmelo Moyano Linares, íntegro hasta el final
Este sacerdote, quien fue también el provincial
de la comunidad entre 1926 y 1932 nació en 1891 y entró a la
comunidad 1907. Recibió el sacramento del orden en 1914 en la
basílica San Juan de Letrán en Roma.
Era culturalmente de mayor nivel. Había
entendido y estaba convencido de que deberían entrar al martirio”,
dijo el padre Grosso.
El padre Moyano permaneció 38 días arrestado por
sus perseguidores antes de ser asesinado. Allí sufrió hacinamiento
junto con 70 personas más. Fue humillado de la peor manera: le
arrojaron excrementos y lo dejaron en una celda con una prostituta.
Él permaneció fiel al voto de celibato.
“Le sacaban a hacer operaciones de limpieza
pública, como barrendero y trabajos pesados, cargar sacos, regar los
árboles del parque. Le golpeaban hasta hacerle sangrar”, cuenta un
testigo.
“Pidió ser el último en morir para poder absolver
de sus pecados a todos sus compañeros de cautiverio”, cuenta.
“Su conducta en la cárcel fue ejemplar. Y le oí
decir a mi hermano que solía exigirles un perdón positivo de los
enemigos”, aseguró Juan Jurado Ruiz, uno de los testigos.
Padre José María González Delgado
El amor a la Virgen y al Santísimo Sacramento era
lo que más caracterizaba a José María González Delgado, nacido en
1908. A los 21 años ingresó a la Orden e hizo su profesión solemne
en 1935.
“La era de los mártires aún no ha terminado
¿quién sabe si Dios nos tiene destinados para seguir las huellas de
aquellos héroes?”, escribió una vez a su director espiritual.
Y fue él el primero en morir tras la invasión al
convento de Hinojosa del Duque. Los milicianos tiraron una bomba.
“El huyó y fue a buscar a su familia. Una prima no lo acogió. Otra
sí”, cuenta el padre Grosso. “Luego le descubrieron una medalla que
tenía en el cuello y así lo arrestaron”, cuenta su postulador.
Uno de los testigos relató cómo lo llevaron hasta
la muerte junto con otros presos: “Sirvieron como escudos humanos.
En medio de la confusión los fueron matando a tiros, en el patio del
Ayuntamiento”.
Eliseo Camargo Montes
Este fraile nació en 1887 y entró en el convento a los 28 años, luego de haber mantenido a su familia con su trabajo debido a la temprana muerte de sus padres.
Era el cocinero de la comunidad. El día del
asalto, este religioso saltó el muro del convento y fue alojado en
una casa de familia. Sin embargo, los milicianos lo capturaron
supuestamente para que sirviera de guía en la búsqueda de armas. Lo
obligaron a pisotear la sangre de sus hermanos.
Fue asesinado junto con el hermano José María.
“Ambos demostraron valor y entereza ante los sufrimientos, sin
quejarse y fueron hechos presos y luego asesinados únicamente por
ser religiosos. Fundo esta creencia en el conocimiento que yo tuve
de ambos”, dijo Alfonso María Cobos López, uno de los testigos.
En este asalto fue martirizado también José María
González Cardeñosa, nacido en 1902. Su madre murió cuando tenía 2
años por lo que quedó bajo los cuidados de su abuela. A los 23 años
hizo su profesión solemne, pese a que su padre se oponía a su
vocación. Sus hermanos lo recordaban como alguien humilde,
caritativo con el prójimo y obediente con sus superiores.
El día del asalto al convento quiso quedarse
junto con Antonio María Marín y Pedro Velasco Narbona.
También murió Antonio María Povea, quien entró a la comunidad cuando tenía 36 años. Era el portero del convento y allí sobresalían su paciencia, sencillez y humildad. Fue él quien le abrió la puerta a los milicianos y en ese momento fue tomado como rehén. “Sólo sé que debió morir por ser fraile, ya que no había otro motivo o razón”, dijo el testigo José Lotillo Rubio.
Por último, está el postulante Pedro Velasco
Carbona, nacido en 1892 y miembro de la orden carmelitana desde
1933. Junto con Antonio, decidió quedarse en el convento a pesar de
que esto ponía en riesgo su vida. Era el zapatero, y cumplía muy
bien sus labores como postulante.
Por Carmen Elena Villa - Zenit 19.08.2010
Santoral 3 de agosto
El
Santoral y la Liturgia correspondientes al 3 de agosto, son las siguientes
SANTORAL Santos mártires españoles: Durante la guerra civil que bañó de sangre a
España en los años 30, miles de cristianos, sacerdotes, religiosos y laicos,
sufrieron el martirio a manos de los milicianos marxistas que desataron una dura
persecución.
Hoy la Iglesia conmemora a los beatos Salvador Ferrandis Seguí, presbítero;
Alfonso López López y Miguel Remón Salvador, sacerdote y religioso,
respectivamente, franciscanos conventuales; y Francisco Bandrés Sánchez,
sacerdote salesiano.
"Con el derramamiento de su sangre, confirmaron su fidelidad al Señor, dice el
Martirologio Romano. Otros muchos mártires, que como éstos fueron beatificados
por el papa Juan Pablo II, se conmemoran en diversos días del año.
(Noticias - Terra -
2.8.2010)
EL VALOR Y LA INTERPELACIÓN DE LOS MÁRTIRES
Jesús de las Heras Muela, sacerdote y colaborador de la
cadena COPE, centra su comentario matinal en
veintiséis nuevos mártires españoles, cuyo decreto de beatificación, ha firmado
recientemente Benedicto XVI.
Jesús de las Heras/ Jesús Luis Sacristán - 22-07-2010
¡Alegre
la mañana, amigos y amigas de la Cope! Días atrás el Papa Benedicto XVI
firmó los decretos de reconocimiento de martirio de otros veintiséis siervos
de Dios asesinados en España en 1936, precisamente en estos mismos
días en los que ahora nos hallamos. Uno de estos nuevos mártires es el joven
sacerdote claretiano José María Ruiz Cano, de origen pacense, martirizado en
Sigüenza el 27 de julio de 1936 cuando todavía no había cumplido los 30
años. Me permitiréis, amigos de la Cope, que, por razones de vecindad y
englobando en él a los miles y miles de cristianos martirizados en España
hace ahora 74 años, me refiera al padre Ruiz Cano.
Ordenado sacerdote en 1932, un año después fue destinado
a Sigüenza como formador del seminario menor o de postulantes que entonces
tenían los misioneros claretianos en el Palacio de Infantes de Sigüenza.
Antes, ya en marzo de 1927, cuando todavía no había comenzado la persecución
religiosa, José María Ruiz Cano, al emitir sus votos religiosos, escribió en
su Diario: “Te pediría, mi Buen Jesús, la gracia del martirio cruento a la
hora de mi muerte con que sellar el continuo incruento de mi vida
religiosa”. Y seis años más tarde, en 1933, tras haber comenzado ya la
persecución religiosa: “Hágase tu voluntad, pero en este caso dadnos tu
gracia para beber el cáliz amargo de la persecución y del martirio. Hacedme
digno de él si llegara el caso”.
Con esta preparación y ofrenda, nada de extraño tuvo que, cuando el 25 de julio de 1936, la ciudad de Sigüenza fuera tomada y comenzará la persecución religiosa, el padre Ruiz Cano, formador del seminario claretiano en esta ciudad, sintiera que su hora estaba llegando. Y ese mismo día, en la capilla del seminario, con el resto de los formadores y todos los postulantes, el joven sacerdote volvió a ofrecerse por todos ellos ante una imagen del Corazón Inmaculado de María: “Si queréis, Madre, una víctima, aquí me tenéis; escogedme a mi, pero no permitáis que suceda nada a estos inocentes que no han hecho mal a nadie”.
Dos días más tarde llegó, por fin, la hora del martirio.
Los testigos del mismo narran el ensañamiento y crueldad del mismo y como el
joven sacerdotes perdonó a sus verdugos y bendijo, una vez más, el nombre
santo de Dios y de la Virgen María. ¿Por qué lo buscaron, por qué lo
mataron? No lo conocían
de nada. Nada había hecho de malo, de delictivo. Y
ahora, amigos, cómo no reconocer y exaltar estos gestos de heroicidad
cristiana, de dar la vida por Jesucristo, por la Iglesia y por los demás.
Que nuestros mártires, pues, intercedan por nosotros. Buenos días.
ACUDIERON A UNA LLAMADA CUANDO LOS DEMÁS SE IBAN
Acudieron a una llamada de auxilio: hacían falta maristas voluntarios para hacerse cargo de una misión con refugiados ruandeses que se estaba quedando vacía. Sólo unos meses después, cuando la situación empeoró, se mantuvieron firmes. Y les costó la vida.
El Hno. Isla a la izquierda, Mayor, el tercero por la izquierda y De la Fuente, derecha
Dos años después del genocidio de Ruanda y Burundi, en 1996, los cuatro
maristas españoles de la misión de Bugobe, en la zona de Zaire (desde
1997, República Democrática del Congo) limítrofe con esos países,
fueron asesinados por milicianos hutu y arrojados a un pozo. De ello
informó, en su día, Alfa y Omega. Eran parte de los nueve misioneros y
cooperantes españoles en cuyos asesinatos, entre 1994 y 2000, están
presuntamente implicados altos cargos del Gobierno del Presidente
ruandés Paul Kagame, cuya visita a España causó polémica la semana
pasada. La guerra de los Grandes Lagos perdura aún en algunas regiones
del Congo, impulsada por grandes intereses económicos, en los que la
ONU ha constatado la intervención de multinacionales.
El Hermano José Martín Descarga, que vivía en la cercana misión de
Nyangezi, explica que los hermanos Servando Mayor, Miguel Ángel Isla,
Fernando de la Fuente y Julio Rodríguez llevaban menos de dos años
allí. Servando, de hecho, nunca había estado en misiones, hasta que se
ofreció para ésta. Los otros se trasladaron desde otros destinos, para
suplir a los maristas ruandeses que, ante las amenazas de
repatriaciones forzadas del Gobierno zaireño, «se sintieron inseguros»
y «salieron de Zaire».
Estos religiosos ruandeses habían fundado la misión de Bugobe en 1994,
para «quedarse cerca de su pueblo sufriente y trabajar con los jóvenes
refugiados» del campo de Nyamirangwe, uno de los muchos que habían
llenado la zona fronteriza. Los españoles acudieron a la llamada del
Superior General de la congregación para que, al marcharse esos
maristas, no se perdiera «una bonita obra, en línea directa con nuestra
vocación, educar a los más necesitados».
Eran casi recién llegados, pero «está claro -afirma el hermano
Descarga- que estos cuatro hermanos se identificaron con los
refugiados. Su vida, su familia estaba en el campo de refugiados. Los
tenían que ayudar, educar, animar... »
Cuando, en septiembre de 1996, surgieron nuevos enfrentamientos entre
rebeldes banyamulenge (los tutsis de las montañas), y el ejército
congoleño junto a milicias hutu ruandesas, decidieron quedarse. «No
querían ser como las ONG, que se ausentan porque llueve o por una
noticia alarmista. Esos días, el dispensario quedaba cerrado y la
distribución de alimentos no se hacía».
Que el avión traiga medicinas
Abandonados a su suerte, los refugiados, a los que se habían
sumado miles más, huían desorientados sólo para acabar volviendo. A
finales de octubre, el Hermano Servando hizo un llamamiento desesperado
en COPE: «Hemos renunciado a irnos y pedimos que manden ese avión
[destinado a evacuarles] con medicinas». También denunciaba que, más
allá de los enfrentamientos, «alguien quiere perseguir [a los
refugiados], incluso eliminarlos» en masa.
La causa de su muerte no se ha esclarecido, pero una hipótesis es que
la provocó esta llamada. El 31 de octubre -prosigue-, varios «hombres
armados, vestidos de militares ruandeses o de milicianos» que habían
aparecido por la zona, pusieron barreras a la misión, en teoría para
protegerlos. Los asesinaron esa misma noche, pero la noticia sólo se
confirmó varios días después. Tras ser sacados del pozo con la ayuda de
la población local y de postulantes de los misioneros javerianos,
fueron enterrados envueltos en los mismos plásticos con las que los
refugiados construyen sus tiendas.
María Martín López
Me llamo Vicente Delgado, soy sacerdote
"Me llamo Vicente Delgado Pelarda, soy sacerdote y, aunque nací en Soria, viví gran parte de mi vida en Valencia, en cuyo seminario estudié y donde me doctoré en Sagrada Teología. Fui párroco en Chelva y Mislata, y luego capellán mayor de la Real Capilla del Santísimo Cristo del Salvador, de Valencia.
Quise desempeñar ese cargo con
gran celo y piedad…, hasta que estalló la Guerra
Civil. Para mí fue muy triste ver cómo
quemaban la sagrada imagen del Cristo del Salvador,
tan querida y venerada por mí y por la
inmensa mayoría de los valencianos. Mis
amigos y familiares me invitaron a esconderme, para
que no me matasen por ser sacerdote, pero
yo les dije que mi vida estaba ofrecida a
Dios y que Él hiciese su voluntad con ella. Unos
milicianos me detuvieron y me llevaron, junto
a dos de mis sobrinas, a la checa del
seminario. Allí nos insultaron, nos vejaron y nos
pegaron. Más tarde, la misma noche del 18 de
octubre de 1936, con un tiro en la nuca, nos
mataron a mí y a mis dos sobrinas, Tomasa y María.
Rafael Bellver Galbis
- Valencia - Alfa y
Omega 697 - 8.6.2010 El Papa beatificará
a otros 26 "asesinados por odio a la fe" en la
Guerra Civil El Vaticano asegura que son mártires por la
"persecución religiosa" que se desató
"en España en
1936" EUROPA PRESS
Roma, Italia
01/07/2010 19:32
Actualizado: 01/07/2010 19:39
El Pontífice aprobó los decretos de martirio
de José María Ruiz Cano, Jesús Aníbal Gómez
Gómez, Tomás Cordero Cordero y trece compañeros
pertenecientes a la Congregación de los
Misioneros
Hijos del Corazón Inmaculado de la
Bienaventurada Virgen María, así como de
Carmelo María Moyano Linares y otros nueve
compañeros de la
Orden Carmelita. Ésta no es la primera vez que Benedicto XVI
aprueba el decreto de martirio de religiosos y
sacerdotes asesinados durante la Guerra Civil
española, lo que supone dar luz verde a su
beatificación. La más mediática y multitudinaria
fue la que se celebró en octubre de 2007 en la
Plaza San Pedro, cuando un total de
498 mártires
españoles fueron beatificados en la misma
ceremonia. La Alemania de Hitler
Un Corpus
clandestino
en Valencia CORPUS CHRISTI en Valencia durante la persecución
religioso 1936-1939
Para todos los presos
católicos
En una carta refrendada, años después, por varios
testigos, Colomina aseguraba que «esta custodia fue
utilizada para exponer en ella el Santísimo
Sacramento en 1937, instalando un
verdadero aunque
sencillo monumento en mi propia celda, en la que,
después de haber sido celebrada la Santa
Misa, quedó
el Señor de manifiesto durante todo el día;
manteniendo guardia en vela permanente, para evitar
cualquier atropello por parte de los carceleros, y
haciendo posible que todos los católicos allí
recluidos pudiesen desfilar ante el Santísimo y
rendirle culto en tan señalada festividad y penosas
circunstancias». Ya en 1948, Colomina solicitó al entonces
arzobispo diocesano, monseñor Marcelino Olaechea,
que verificase estos datos para que pudiese proteger
la rudimentaria custodia «y evitar que algún día
pueda ser profanada por ignorancia, o destinado a
uso impropio lo que estuvo en contacto directo con
la Sagrada Forma».
Una procesión
secreta
José Antonio Méndez (Alfa y Omega
nº 694)
Presentación de
libro "Persecución religiosa
en la provincia
de Jaén. 1936-39"
Escrito por
Ecclesia Digital
El periodic.com – Diario de la Comunidad
Valenciana19/05/2010
Los perdoné de todo corazón
antes de
matarme. Fue en la
carretera de Liria, en el término de Paterna. Nadie
sabe dónde están nuestros restos mortales, ni falta
que hace,
porque nuestras
almas reposan eternamente en el Señor, y espero que
la de nuestros asesinos, por la misericordia de
Dios, también hayan
encontrado el reposo y la paz. Atentamente, desde el
cielo, Vicente Delgado Pelarda». Así es.
El
Papa Benedicto XVI aprobó este jueves la próxima
beatificación de otros
26 mártires
"asesinados por odio a la fe" en la
Guerra Civil española --que no denomina como tal
sino "persecución religiosa" que
se desató
"en España en
1936"-- según dio a conocer la sala de
prensa del Vaticano a través de un comunicado.
El Pontífice también aprobó los martirios
del húngaro Janos Scheffler, (1887-1952), que
fue obispo de Satu Mare (Rumanía), y de tres
sacerdotes diocesanos que fueron asesinados "por odio a la
fe" en 1943, en la Alemania de Hitler,
así como el de la religiosa francesa Marguerite
Rutan, que murió asesinada en 1794.
Una custodia construida con pinzas de la ropa y
teñida de purpurina; presos de la cárcel Modelo
haciendo turnos de vela; o un padre, de la mano de
sus hijos, con la Sagrada Forma colgada al cuello en
una pequeña cajita, recorriendo las calles de la
capital del Turia. Así tuvo que celebrarse la
festividad del Corpus Christi durante la Guerra
Civil, por la persecución del ejército republicano
Lo ha confirmado hace unos días el Director del
archivo metropolitano del Arzobispado de Valencia a
la agencia AVAN: durante la Guerra Civil, la
persecución del ejército del Frente Popular obligó a
los católicos valencianos a celebrar la festividad
del Corpus Christi en la clandestinidad.
Unos documentos recientemente localizados
muestran cómo, por ejemplo, el abogado don Juan
Colomina –que fue arrestado por sus creencias
religiosas en 1936, y
encerrado en la cárcel Modelo–
tuvo que fabricar una custodia con pinzas de madera,
de las que se utilizan para tender la ropa, y, tras
pintarla con purpurina, organizó turnos de vela
entre los presos para poder celebrar el Corpus
Christi.
Pero la celebración en la cárcel Modelo no fue el
único caso de fe expresada en la clandestinidad.
En una reciente Vigilia con jóvenes, el arzobispo
de Valencia, monseñor Carlos Osoro, hizo mención a
la carta que le había
enviado
un religioso valenciano, que presenció en su niñez,
en 1937, cómo su padre «trajo a casa, ocultas,
varias Formas consagradas, que había recibido para
que algunos sacerdotes fuesen clandestinamente a
recogerlas para distribuirlas después a escondidas
».
El anónimo valenciano, aprovechando la presencia
de Cristo Eucaristía en su casa durante la
festividad del Corpus, «tomó el Santísimo
Sacramento, se lo colgó en una fina caja sobre el
pecho, se abrochó encima la camisa y la chaqueta,
tomó de la mano a sus dos niños pequeños y les dijo:
«En Valencia no ha faltado nunca la procesión del
Corpus Christi, así que ahora tampoco», tal y como
relató monseñor Osoro.
Ante la revelación de estos hechos –incluidos en
las Causas de canonización de los mártires
valencianos durante la Guerra–,
no es extraño que el propio arzobispo
asegurase ante los jóvenes que «Valencia es una
ciudad eucarística, en la que nunca ha dejado de
celebrarse la solemnidad del Corpus Christi desde
que comenzó en el siglo XIV, ni siquiera durante la
Guerra Civil».
El Sr. Obispo de Jaén y la Comisión
Diocesana para las Causas de los Santos
invitan para el viernes 18 de junio, a las
20 horas, en la Sacristía de la S. I.
Catedral, a la presentación del
libro "Persecución religiosa en la provincia
de Jaén. 1936-39", que estará a cargo de su
autor D. Manuel López Pérez.
El presente
trabajo supone la culminación de un empeño
diocesano que allá por 1958 trató de
materializar el recordado don Juan Montijano
Chica, Canónigo Arcipreste de la S. I.
Catedral, pero que no pasó de borradores y
apuntes y una síntesis que luego utilizó don
Antonio Montero Moreno para su conocida
Historia de la persecución religiosa en
España.
Con el deseo de llenar
este sensible vacío en la historia religiosa
de Jaén, en 1990 el obispo don Santiago
García Aracil constituyó una comisión de
trabajo que inició la recogida de datos,
aunque tampoco llegó a materializarse el
deseado estudio.
Más recientemente, en
2007, el obispo don Ramón del Hoyo López
reorganizó la Comisión Diocesana para la
Causa de los Santos y propuso, entre sus
objetivos más inmediatos, la redacción de un
estudio histórico que recogiera las
vicisitudes más señaladas de la Iglesia
Ciennense en los años de 1936-1939 y
estableciera un primer elenco biográfico de
víctimas fijando, al menos, unos datos
esenciales: identificación, cargo o
actividad desempeñada y fecha y lugar de la
muerte.
Respondiendo a ello, la
Comisión, presidida por el M. I. Sr. D.
Antonio Aranda Calvo, procedió a una
revisión de los materiales ya acopiados, así
como a reiterar las indagaciones en los más
diversos ámbitos, para recabar nuevos datos
e informes.
Partiendo de este
material, se ha redactado el presente
trabajo, que como bien se indica en su
título, es solo una aproximación, un punto
de partida para este estudio prolijo y
detallado que el tema merece y precisa.
El Arzobispo preside mañana la presentación de un libro sobre el testimonio de mártires de 1936 contado por sus hijos
En la UCV, con la participación de su autor Jesús
Bastante y del político José Cremades, hijo de uno
de los mártires valencianos
El escritor y periodista Jesús Bastante presentará mañana, jueves, el
libro “Mártires por su fe. Hablan los hijos de los
católicos asesinados durante la Guerra Civil” en un
acto que será presidido por el arzobispo de
Valencia, monseñor Carlos Osoro.
La presentación de la obra, en la que intervendrá
también el político José Cremades, tendrá lugar a
las 20 horas en el campus de Santa Úrsula de la
Universidad Católica de Valencia “San Vicente
Mártir” (UCV), ubicado en la calle Guillem de
Castro, 94.
“Mártires por su fe”, editado por La Esfera de los
Libros, es una “historia de vida, y de vidas,
en la
que sus protagonistas “dieron su vida a causa de su
fe, y que murieron perdonando”,
según ha indicado el
propio autor del libro.
El volumen “habla de la Guerra Civil, de asesinatos
y de martirio” pero “no es un relato de odios
encontrados, de venganzas o una reescritura de la
Historia, según Bastante, que ha añadido que “no es
éste un tratado de «memoria histórica», al menos, no
desde la óptica de la política, ni pretende rendir
cuentas contra quienes asesinaron a los sacerdotes,
religiosas y laicos asesinados «por odio a la fe»”.
Uno de los capítulos del libro titulado «El político
era yo, no mi padre» y cuyo prólogo ha escrito
Eduardo Zaplana, está dedicado a José Cremades y
Germán Castroviejo, mártires de Elda, cuyos hijos,
siguiendo el ejemplo de los asesinados, se
comprometieron con la política y fueron dos de los
fundadores de Alianza Popular en la Comunidad
Valenciana.
Igualmente, recoge, entre otros testimonios, el de
Arturo Ros o Ricardo Plá Esplí, “cuya sangre se
derramó en tierras valencianas y dejó posos de
esperanza, perdón y reconciliación en sus
comunidades”, ha indicado. Por ello, “es la historia
de los hijos, los hermanos, los amigos de algunos
mártires, que hicieron suyo el ejemplo de vida, y de
muerte, de estos hombres y mujeres, y lo aplicaron
en sus casas, en sus trabajos y en sus pueblos”.
Asimismo, figuran las historias de Juan Duarte,
“martirizado hasta la extenuación, y cuyo ejemplo
perdura por encima de las ideologías: su sobrino
nieto fue el ponente socialista de la Ley de Memoria
Histórica” así como de mujeres como sor Toribia
Marticorena, que “curaron las heridas de quienes les
asesinaron y cuyos hermanos perdonaron a sus
verdugos”, ha asegurado.
“Mártires por su fe” es, por tanto, “una historia de
cómo los hijos perdonan a los asesinos de los
padres, de cómo los vecinos vuelven a ser vecinos, y
de cómo la muerte de unos inocentes ayudó a la
reconciliación de los españoles en unos años
difíciles”.
Según el escritor Jesús Bastante, se trata de “una herencia, la de los mártires y la de sus hijos, hermanos, esposas, amigos, muy necesaria en la España de hoy, y un libro imprescindible para creyentes y no creyentes”.
Juan Duarte Marín, el
Seminarista Mártir
(El Confidencial, domingo 25 de abril de
2010)
“A
Juan Duarte Martín le arrancaron los genitales con una navaja
de afeitar, le machacaron las tripas, abrieron su cuerpo en canal, como el
de un cerdo y, todavía vivo, lo rociaron con gasolina y le prendieron fuego
junto al arroyo Bujía, en Álora (Málaga). Durante días, milicianos
dispararon sobre el cuerpo muerto, que quedó semienterrado durante siete
meses, hasta que sus familiares obtuvieron permiso para recoger sus restos y
darles cristina sepultura”.
La historia del mártir ... puede herir la sensibilidad de algunos lectores, como todas aquellas salvajadas que en nombre de una causa u otra se hicieron en nuestro país durante los capítulos más negros de la Guerra Civil. Un relato escalofriante y atroz, muy presente en la memoria histórica de la familia del joven seminarista torturado y ajusticiado por las milicias republicanas el 15 de noviembre de 1936. El periodista Jesús Bastante la ha recuperado del olvido en el libro Mártires por su fe, la historia de los otros muertos durante el conflicto, de aquellos que menos se acuerda el subconsciente colectivo, la de “los católicos asesinados durante la Guerra Civil” y elevados a los altares por el Vaticano en octubre de 2007. [...]
Ocho días de torturas
El martirio del pobre Duarte a sus tiernos veinte años resulta escalofriante solo de imaginarlo. Declarada la guerra, en algunas zonas de España se persigue de forma implacable a los religiosos. Los buscaban en los seminarios o incluso en sus propias casas, como fue el caso de Duarte, que fue delatado por una de sus propias vecinas. Jamás quiso ocultarse en un zulo para escapar de las amenazas, aunque sí que tomó precauciones y se recluyó en la casa de sus padres en un intento por permanecer a salvo. Algo que logró hasta el fatídico 7 de noviembre de 1939. “Alguien le vio asomarse a una pequeña ventana para respirar aire puro”, confiesa en el libro de Bastante la hermana de Duarte, Carmen, también religiosa-. “Mi madre no pudo impedir que entraran y se lo llevaran. En todo momento, Juan mantuvo la entereza y la serenidad, pero a mi madre… se le tuvo que desgarrar el corazón”.
A partir de ahí empezaría una semana de
continuas torturas más allá de lo imaginable y de lo soportable.
“No sé si seré capaz de aguantar el martirio si llega el momento”, le
confesaría Duarte a uno de sus compañeros del seminario. Pero por más que lo
intentaron, jamás apostató de su fe. Una actitud que, por lo que se ve, no
hacía más que envalentonar a los demonios de sus captores. Palizas diarias,
introducción de cañas bajo las uñas, aplicación de corriente eléctrica en
los genitales, paseos por las calles entre burlas y bofetadas… “Mi hermano
sufrió un martirio de ocho días. Le daban palizas de tres horas, con
corrientes eléctricas diarias. Le pusieron delante malas mujeres para que
rompiera su voto de castidad, pero él las rechazó. Entonces, los milicianos
cogieron una navaja, fueron a la cárcel y le cortaron sus partes”.
Tamaña villanía porque Duarte no accedió a corromperse ante la seducción de una joven que quería tenderle una trampa. “Un día, vimos cómo hicieron entrar a una muchacha (las crónicas mencionan su edad, 16 años), con la misión de seducirle, y luego denunciar que el chico la había violado”, prosigue en el libro la hermana de Duarte. “Pero como él se negó (“no le he podido convencer”, parece que le dijo la joven), uno de los milicianos llegó a la cárcel y, con una navaja de afeitar, le castró y entregó sus testículos a la chica, que los paseó por el pueblo”. A pelo. Juan Duarte perdió el conocimiento del horror. Al recobrarlo, sólo supo preguntar, una y otra vez: “¿Qué me han hecho?”.
La noche del 15 de noviembre de 1936,
“ya medio muerto, con las piernas partidas” –sostiene la
religiosa-, un comando fue a buscarle al calabozo y lo bajaron hasta el
arroyo Bujía. Lo tumbaron en el suelo y con un machete lo abrieron en canal
de abajo arriba, le llenaron el vientre de gasolina y le prendieron fuego.
Durante este proceso, sin dejar de chillar, los verdugos pudieron escuchar
cómo Juan Duarte sólo decía: “Yo os perdono y pido a Dios que os perdone…
¡Viva Cristo Rey!”. “Durante varios días -prosigue la hermana Carmen-,
algunos milicianos, por diversión supongo, continuaron disparando al
cadáver, que quedó insepulto hasta que un hombre que vivía cerca y que había
visto las llamas, se acercó y, viendo que mi hermano estaba muerto, lo
enterró en el arroyo”.
Casos como éste, más o menos
espeluznantes recorren las páginas de Mártires por su fe, de
necesaria lectura en estos tiempos en los hay quien clama por remover e
investigar en los crímenes del Franquismo y de la Guerra Civil aún pasando
por encima de la Ley de Amnistía que perdonó en su día aquellas
atrocidades. [...]
Era un cura joven que se ganó el
cariño de todos
Religión en
Libertad - Alberto Rojo Mejía - 17 de abril de 2010
El viernes pasado, 16 de mayo, en una tarde romana tranquila y soleada, se reunió un grupo de consultores de la Congregación vaticana de las Causas de los Santos para discutir varios posibles casos de mártires de la persecución religiosa en la España de los años 30. Es un grupo prácticamente fijo de 9 consultores de distintos países, quizás los mayores expertos sobre los mártires españoles, pues casi todas las causas pasan por sus manos. Han visto ya cientos de casos y cada uno nuevo les parece diferente y, en cierto sentido, sorprendente, no se acostumbran a un misterio tan grande como el del martirio.
A la hora de valorar los episodios
de martirio no usan de manga ancha, lo miran todo
con detalle y no les importa decir que no, que
faltan pruebas o que los motivos no eran
claramente
religiosos (o más bien, antirreligiosos), o que la
cosa no está clara del todo, y por lo tanto
fácilmente retiran a algún candidato de la lista de
los posibles beatificandos. Tienen
bien presente que
estas Causas las mira el mundo laico español con
lupa y por tanto no se les puede escapar un detalle.
Todo
este proemio es para explicar que este viernes me
consta que han salido de la reunión especialmente
impresionados por uno de los casos que tocaba
valorar y, si era el caso, aprobar: Se trataba de un
sacerdote de Menorca, don Juan Huguet Cardona,
jovencísimo presbítero que no llegó a ejercer su
ministerio ni siquiera dos meses. Había nacido en
1913 y, después de estudiar en el seminario de
Barcelona, fue ordenado el 6 de junio de 1936 en la
ciudad condal por Monseñor Irurita, que después
moriría mártir también él. De vuelta en la isla, fue
asignado a la parroquia menorquina de Ferrerías,
cantó su primera Misa solemne el día 21 del mismo
mes, que aquel año fue la fiesta del Sagrado
Corazón, y en dicha Misa el predicador ya le anunció
que estuviese preparado para el martirio, pues el
ambiente lo hacía presagiar ya desde hacía muchos
meses…
En las pocas semanas que el joven cura -tenía solamente 24 años- estuvo en aquella parroquia se ganó el cariño de todos. La gente suele mirar con gran benevolencia a los curitas jóvenes, y él era humilde y trabajador, muy alegre, por lo que en seguida le quisieron. Pero tardó poco en estallar la guerra civil y el ambiente anticlerical se convirtió, en ciertos círculos, en verdadero odio, que solo en Menorca se llevó por delante a varias decenas de sacerdotes. Nadie le delató, le querían bien, pero él, en la confusión inicial, seguía llevando su sotana y cuando llegaron los milicianos de fuera, que iban de pueblo en pueblo asesinando a los que según su caprichoso parecer creían que debían morir, arrestaron a don Juan. Era el 23 de julio de 1936, por la tarde.
Uno de los hechos que hacen a este caso martirial extraordinario es el poder contar con testigos de cada momento de los hechos ocurridos. Y más extraordinario todavía es el haber contado entre los testigos del proceso con los padres del joven mártir. El dolor de una madre que ve morir a su hijo de modo tan bárbaro (fuera del bando que fuera) es ya de por sí inenarrable, y para una mujer de fe el despedirse de su hijo joven y saber que muere sólo por ser sacerdote, nada más que por eso, debió ser terrible, aunque la fe ayudase a sobrellevarlo.
Y es que murió sólo por ser sacerdote: No se metía en política, ni entendía de ella, ni parece que le importase, al menos nunca habló del tema en público. No tenía enemigos, ni murió por una venganza personal, sino por lo que se consideró un crimen tan horrible como el hecho de ser sacerdote, un curita joven recién estrenado. Cuando fue arrestado no se resistió ni puso mala cara, ni intentó defenderse, lo dicen los que lo vieron.
Y los mismo testigos nos han contado los hechos hasta el final, cosa rara en este tipo de episodios, ya que en el siglo XX los asesinatos que no venían precedidos de sentencia judicial, como fue la práctica totalidad de los 6000 casos de sacerdotes que se cargaron, y otros muchos, se hacían a escondidas, sin testigos, quizás porque en el siglo del progreso y los derechos humanos era demasiado cantoso este tipo de tropelías (y lo aplico a ambos bandos, aunque ahora es uno solo el que nos ocupa).
A don Juan le detuvieron con malas maneras y un tal brigadier Marqués le tuvo en sus manos cuando estaba arrestado. Nos cuentan los compañeros de arresto que con rudeza se le obligó a quitarse la sotana, cosa que hizo mansamente. Y al quitársela le descubrieron un objeto de devoción, llamado cuentafaltas, que era algo parecido a un rosario y solía llevar o una cruz o una medalla (yo nunca he visto uno, pero me han explicado más o menos cómo era). Por hacerse el gallito, el tal Marqués le conminó a que escupiese a dicho objeto, a lo que él se negó. Le dijo entonces el susodicho “O escupes o te mato”. Y cuentan los que lo vieron que en ese momento el joven sacerdote, con una tranquilidad y paz que admiraban, puso los brazos en cruz y dijo en voz alta “Viva Cristo Rey”, ante lo cual el brigadier le disparó a la cara dos veces. Moría como el conocido Beato mexicano Padre Miguel Pro, mártir de la guerra de los cristeros, que desde el seminario había sido un ejemplo que le había impactado mucho.
Pero don Juan no murió en el momento, sino que quedó mal herido y se le intentó curar cuando el tal Marqués se fue, cosa que no se consiguió y poco tiempo después fallecía después de haber recibido la extremaunción. Ni una palabra negativa hacia el asesino, ni una queja, murió con paz. El que no tuvo paz fue el asesino, que años después declaró verse acosado por el remordimiento desde el mismo día del asesinato.
Yo entiendo, aunque no comparto, que en una guerra se pueda morir en el frente o por motivos políticos, o por venganzas personales y rencillas, que a río revuelto… Pero ser asesinado por ser sacerdote no lo entiendo, y menos un cura joven al que todos querían. Un sacerdote mayor puede tener más gente que no le quiera, pues es imposible agradar a todos, y en un ambiente de salvajismo desbocado, eso puede tener malas consecuencias. Pero un recién ordenado, que ha llegado al pueblo con ganas de servir y amar, y lleno de la ilusión propia de la juventud, no podía tener otra culpa que ser ministro del Señor. En el seminario nos enseñan a ser ministros de paz, a llevar el amor de Dios a todos, especialmente a los pobres, enfermos y necesitados, y esto me parece motivo poco justo para morir (dicho sea esto de tejas para abajo; de tejas para arriba, el martirio es un don maravilloso de Dios).
Quizás aquel desdichado asesino estaba
convencido que los curas eran enemigos del progreso,
amigos del oscurantismo, acumuladores de riquezas y
poder. Hoy en día, leyendo cierta prensa, uno puede
llevarse una idea penosa sobre los sacerdotes, con
fáciles generalizaciones y haciendo pagar a justos
por pecadores, por eso no me extraña que haya gente
que pueda tener inquina hacia el clero. Pero no deja
de ser injusto, como injusta fue la muerte de don
Juan. Y, sin embargo, en cuanto murió la gente,
indignada por semejante tropelía, lo tuvo por mártir
y pedían trozos de ropa suya, si era posible con
restos de su sangre, pues lo consideraban reliquias.
Muchos empezaron a encomendarse a él y recibieron
gracias y favores, ya desde poco después de su
muerte. Así Dios hizo fecunda aquella injusticia y
sacó un bien del mal, como sólo Él sabe hacer.
Ni que decir tiene que ayer viernes el voto de los
consultores fue unánime
Santoral Católico - 10 de Abril
Los Mártires Colombianos de la Comunidad de San Juan de Dios (año 1936)
Blog de JOSE LUIS DOMINGUEZ PASCUAL
Desde 1934 estalló en España una horrorosa
persecución contra los católicos, por parte de los
comunistas y masones y de la extrema izquierda. Por
medio del fraude y de toda clase de trampas fueron
quitándoles a los católicos todos los puestos públicos.
En las elecciones, tuvo el partido católico medio millón
de votos más que los de la extrema izquierda, pero al
contabilizar tramposamente los votos, se les concedieron
152 curules menos a los católicos que a los
izquierdistas.
La persecución anticatólica se fue volviendo cada vez más feroz y terrorífica. En pocos meses de 1936 fueron destruidos en España más de mil templos católicos y gravemente averiados más de dos mil.
Desde 1936 hasta 1939, los comunistas españoles
asesinaron a 4,100 sacerdotes seculares; 2,300
religiosos; 283 religiosas y miles y miles de laicos.
Todos por la sola razón de pertenecer a la Iglesia
Católica.
Las comunidades que más mártires tuvieron fueron:
Padres Claretianos: 270. Padres Franciscanos 226.
Hermanos Maristas 176. Hermanos Cristianos 165. Padres
Salesianos 100. Hermanos de San Juan de Dios 98.
En 1936 los católicos se levantaron en revolución al
mando del General Francisco Franco y después de tres
años de terribilísima guerra lograron echar del gobierno
a los comunistas y anarquistas anticatólicos, pero estos
antes de abandonar las armas y dejar el poder cometieron
la más espantosa serie de asesinatos y crueldades que
registra la historia. Y unas de sus víctimas fueron los
siete jóvenes colombianos, hermanos de la Comunidad de
San Juan de Dios, que estaban estudiando y trabajando en
España.
Eran de origen campesino o de pueblos religiosos y piadosos. Muchachos que se habían propuesto desgastar su vida en favor de los que padecían enfermedades mentales, en la comunidad que San Juan de Dios fundó para atender a los enfermos más abandonados. La Comunidad los había enviado a España a perfeccionarse en el arte de la enfermería y ellos deseaban emplear el resto de su vida en ayudar de la mejor manera posible a que los enfermos recobraran su salud mental y física y sobre todo su salud espiritual por medio de la conversión y del progreso en virtud y santidad.
Sus nombres eran: Juan Bautista Velásquez, de Jardín (Antioquía) 27 años. Esteban Maya, de Pácora Caldas, 29 años. Melquiades Ramírez de Sonsón (Antioquía) 27 años. Eugenio Ramírez, de La Ceja (Antioquía) 23 años. Rubén de Jesús López, de Concepción (Antioquía) 28 años. Arturo Ayala, de Paipa (Boyacá) 27 años y Gaspar Páez Perdomo de Tello (Huila) 23 años.
Hacía pocos años que habían entrado en la Congregación y en España sólo llevaban dos años de permanencia. Hombre totalmente pacíficos que no buscaban sino hacer el bien a los más necesitados. No había ninguna causa para poderlos perseguir y matar, excepto el que eran seguidores de Cristo y de su Santa Religión. Y por esta causa los mataron.
Estos religiosos atenían una casa para enfermos mentales en Ciempozuelos cerca de Madrid, y de pronto llegaron unos enviados del gobierno comunista español (dirigido por los bolcheviques desde Moscú) y les ordenaron abandonar aquel plantel y dejarlo en manos de unos empleados marxistas que no sabían nada de medicina ni de dirección de hospitales pero que eran unas fieras en anticlericalismo.
A los siete religiosos se los llevaron prisioneros a Madrid.
Cuando al embajador colombiano le contaron la noticia, pidió al gobierno que a estos compatriotas suyos por ser extranjeros los dejaran salir en paz del país, y les envió unos pasaportes y unos brazaletes tricolores para que los dejaran salir libremente. Y el Padre Capellán de las Hermanas Clarisas de Madrid les consiguió el dinero para que pagaran el transporte hacia Colombia, y así los envió en un tren a Barcelona avisándole al cónsul colombiano de esa ciudad que saliera a recibirlos. Pero en el tiquete de cada uno los guardas les pusieron una señal especial para que los apresaran.
El Dr. Ignacio Ortiz Lozano, Cónsul colombiano en
Barcelona describió así en 1937 al periódico El Pueblo
de San Sebastián cómo fueron aquellas jornadas trágicas:
"Este horrible suceso es el recuerdo más doloroso de mi
vida. Aquellos siete religiosos no se dedicaban sino al
servicio de caridad con los más necesitados. Estaban a
30 kilómetros de Madrid, en Ciempozuelos, cuidando
locos. El día 7 de agosto de 1936 me llamó el embajador
en Madrid (Dr. Uribe Echeverry) para contarme que
viajaban con un pasaporte suyo en un tren y para rogarme
que fuera a la estación a recibirlos y que los tratara
de la mejor manera posible. Yo tenía ya hasta 60
refugiados católicos en mi consulado, pero estaba
resuelto a ayudarles todo lo mejor que fuera posible.
Fui varias veces a la estación del tren pero nadie me
daba razón de su llegada. Al fin un hombre me dijo:
"¿Usted es el cónsul de Colombia? Pues en la cárcel hay
siete paisanos suyos".
Me dirigí a la cárcel pero me dijeron que no podía
verlos si no llevaba una recomendación de la FAI
(Federación Anarquista Española). Me fui a conseguirla,
pero luego me dijeron que no los podían soltar porque
llevaban pasaportes falsos. Les dije que el embajador
colombiano en persona les había dado los pasaportes.
Luego añadieron que no podían ponerlos en libertad
porque la cédula de alguno de ellos estaba muy borrosa
(Excusas todas al cual más de injustas y mentirosas,
para poder ejecutar su crimen. La única causa para
matarlos era que pertenecían a la religión católica).
Cada vez me decían "venga mañana". Al fin una mañana me
dijeron: "Fueron llevados al Hospital Clínico".
Comprendí entonces que los habían asesinado. Fue el 9 de
agosto de 1936.
Aterrado, lleno de cólera y de dolor exigí entonces que me llevaran a la morgue o depósito de cadáveres, para identificar a mis compatriotas sacrificados.
En el sótano encontré más de 120 cadáveres, amontonados uno sobre otro en el estado más impresionante que se puede imaginar. Rostros trágicos. Manos crispadas. Vestidos deshechos. Era la macabra cosecha que los comunistas habían recogido ese día.
Me acerqué y con la ayuda de un empleado fui buscando
a mis siete paisanos entre aquel montón de cadáveres. Es
inimaginable lo horrible que es un oficio así. Pero con
paciencia fui buscando papeles y documentos hasta que
logré identificar cada uno de los siete muertos. No
puedo decir la impresión de pavor e indignación que
experimenté en presencia de este espectáculo. Los ojos
estaban desorbitados. Los rostros sangrantes. Los
cuerpos mutilados, desfigurados, impresionantes. Por un
rato los contemplé en silencio y me puso a pensar hasta
qué horrores de crueldad llega la fiera humana cuando
pierde la fe y ataca a sus hermanos por el sólo hecho de
que ellos pertenecen a la santa religión.
Redacté una carta de protesta y la envié a las autoridades civiles. Después el gobierno colombiano protestó también, pero tímidamente, por temor a disgustar aquel gobierno de extrema izquierda.
En aquellos primero días de agosto de 1936, Colombia y la Comunidad de San Juan de Dios perdieron para esta tierra a siete hermanos, pero todos los ganamos como intercesores en el cielo. En cada uno de ellos cumplió Jesús y seguirá cumpliendo, aquella promesa tan famosa: "Si alguno se declara a mi favor ante la gente de esta tierra, yo me declararé a su favor ante los ángeles del cielo".
Estos son los primeros siete beatos colombianos. Los
beatificó el Papa Juan Pablo II en 1992. Y ojalá sean
ellos los primeros de una larguísima e interminable
serie de amigos de Cristo que lo aclamen con su vida,
sus palabras y sus buenas obras en este mundo y vayan a
hacerle compañía para siempre en el cielo.
Ewtn Internacional, Fé.-
«La fe es un compromiso aun a costa de
persecuciones»
22/03/2010 Diario
de León. es.
Astorga
El padre Juan Antonio Torres señaló en su homilía de ayer que «la fe es un compromiso para los cristianos aun a costa de sacrificio, persecuciones e incluso de la propia vida». «Los mártires se dejaban matar por testimoniar que Jesús era el Salvador de los hombres», indicó Torres, que señaló también que «está de moda reducir el cristianismo a un puro barniz sociológico, pero ser cristiano significa comprometerse con Cristo hasta la propia muerte».
«Amad a vuestros enemigos, orad por los que
os persiguen, de este modo seréis dignos hijos
de Dios», señaló el padre Torres en otro momento
de su homilía, en la que añadió: «Quieren
insultar a Dios y sus pastores, y no se dan
cuenta de que están insultando al mismo Cristo
en la cruz», en alusión a los ataques a la
Iglesia. «Es posible que ahora mismo nos estén
injuriando, pero el poder del infierno no
prevaleció sobre Cristo ni prevalecerá sobre la
Iglesia», dijo también, y señaló que «la Iglesia
sólo le debe fidelidad a Dios». Cuando
comenzaron a oírse los silbidos de los
manifestantes en el exterior, Torres dijo: «No
os preocupéis si escuchamos gritos, estos mismos
gritos escuchó Jesús desde la cruz».
Hablan los hijos de los católicos asesinados
durante la Guerra Civil.
Mártires por su fe es un libro que habla de la
Guerra Civil, de asesinatos y de martirio.
Pero si está buscando un relato de odios
encontrados, de venganzas o una reescritura de
la Historia, no es éste un tratado de «memoria
histórica», al menos, no desde la óptica de la
política; ni un libro de «buenos» y «malos»,
aunque los haya, ni pretende rendir cuentas
contra quienes asesinaron a los sacerdotes,
religiosas y laicos asesinados «por odio a la
fe» durante la Guerra Civil.
Ésta es una historia de vida, y de vidas.
De las vidas de los protagonistas de estos
capítulos, que dieron su vida a causa de su fe,
y que murieron perdonando.
Y de las vidas que quedaron tras su muerte. Es
la vida de Juan Duarte, martirizado hasta la
extenuación, y cuyo ejemplo perdura por encima
de las ideologías (su sobrino nieto fue el
ponente socialista de la Ley de Memoria
Histórica). También la de mujeres como sor
Toribia Marticorena, que curaron las heridas de
quienes les asesinaron y cuyos hermanos
perdonaron a sus verdugos.
Es la historia de los hijos, los hermanos, los
amigos de algunos mártires, que hicieron suyo el
ejemplo de vida — y de muerte — de estos hombres y
mujeres, y los hicieron realidad en sus casas,
en sus trabajos y en sus pueblos.
Es una historia de cómo los hijos perdonan a los
asesinos de los padres, de cómo los vecinos
vuelven a ser vecinos…
En definitiva, de cómo la muerte de unos
inocentes ayudó a la reconciliación de los
españoles en unos años difíciles.
Una herencia, la de los mártires y la de sus
hijos, hermanos, esposas, amigos… muy necesaria
en la España de hoy.
Un libro imprescindible para creyentes y no
creyentes.
Oviedo,
Nicole CACHO - Mc. 17.02.2010
José Luis Pérez de Castro, junto con Ángel Garralda García.
Puntual como un reloj y con el auditorio del Club
Prensa Asturiana de LA NUEVA
ESPAÑA con un lleno total, el padre Ángel
Garralda García presentó ayer la reedición de su
libro «Martirios y odiseas. Persecución religiosa
del clero en Asturias (1934, 1936 y 1937)», una
publicación que, según su autor, es la página más
importante de la historia de la Iglesia ovetense y
la más triste. Páginas que este sacerdote navarro
dedica a los mártires de aquella época, que, por
fortuna, el difunto Papa Juan Pablo II los tuvo en
mente y comenzó las labores de subirles a los
altares. Y es que, como recordó Garralda, fueron más
de 6.000 los mártires españoles que perdieron la
vida en aquella época.
«Los testigos recordamos aquella tormenta satánica,
ahora casi todos los medios de comunicación
califican de bestialidad aquella Guerra Civil
metiendo en el mismo saco a culpables e inocentes»,
reclamó el sacerdote, que añadió que «ahora que se
pretende hacer una falsa memoria histórica
saltándose el primer capítulo y yendo directamente
al segundo sin preguntarse quién empezó a asesinar».
El párroco de San Nicolás de Bari, presentado por
José Luis Pérez de Castro, detalló que comenzó a
escribir «Martirios y odiseas» en el año 1977. «Para
entonces ya había fallecido Franco, el mayor
bienhechor de la Iglesia católica en España,
sacándola de las catacumbas. Porque dos veces nos
liberó del marxismo en Asturias», opinó Garralda,
que apostilló: «Comprendo que haya gente que les
moleste esto que digo, pero son verdades como
puños».
En las palabras de Garralda también hubo
reconciliación. «Perdonar al enemigo es la quinta
esencia de la fe cristiana. Mi madre y mi familia,
que sufrieron persecución, me enseñaron a perdonar y
siempre he estado muy lejos del pecado del odio»,
sentenció el teólogo, que se mostró muy contento de
ejercer el sacerdocio en Avilés, «por lo cerca que
está de Oviedo y lo cerca que está de Dios».
El Cristo de Monteagudo
Mon, 15 Feb 2010 16:58:00
CAMINEO.INFO.- Bienaventurados seréis cuando los hombres os odien, cuando os expulsen, os injurien y proscriban vuestro nombre como malo, por causa del Hijo del hombre. Alegraos ese día y saltad de gozo, que vuestra recompensa será grande en el cielo. Pues de ese modo trataban sus padres a los profetas. (Lc. 6).
En Murcia, don José Luis Mazón – abogado él – parece ser que quiere que retiren la estatua del Sagrado Corazón de Jesús del pueblo de Monteagudo. Su demanda dice estar "apoyada en la fuerza de la luz de la razón frente al poder decadente del oscurantismo que niega la supremacía de la razón" (don José Luis dixit). Le estorba la estatua que preside lo alto de una peña porque estropea el castillo árabe en el que se ubica esa imagen del Sagrado Corazón. Lo que pasa es que el cabreo de la buena gente de la pedanía murciana es de aúpa.Y no les falta razón porque ese Sagrado Corazón dicen que forma parte de la idiosincrasia del pueblo: de su paisaje, de su historia, de los valores que han conformado el carácter del pueblo.
El señor José Luis Mazón es buena muestra del laicismo cristofóbico que caracteriza al progresismo español en el poder. Es de los que propugnan que la religión y sus símbolos deben desaparecer de la vida pública. Los cristianos deben aprender "que los símbolos de sus privadas creencias" (cito textualmente al señor Mazón en un artículo suyo publicado en La Verdad de Murcia) sólo se deben exhibir "en sus lugares de culto, en sus domicilios, o sobre sus propios cuerpos, pero el espacio público es sagradamente neutral" (lo de "sagradamente" no deja de resultar sarcástico).
Según este iluminado de la diosa Razón, la fe debe quedar relegada a lo privado. Y apelando como fuente de autoridad histórica al señor Amenábar y a sus película Ágora (que manda narices), nos pinta a los cristianos como fanáticos irracionales y peligrosos integristas dispuestos a apagar el faro de la razón que es el único que nos debe iluminar.
Lo que ocurre en Monteagudo,
según este "iluminado" es un nuevo capítulo de la
lucha "entre la racionalidad que encabezó y triunfó
en la Revolución de 1789 en Francia, y la
irracionalidad, la primacía de lo visceral" (cito de
nuevo al propio señor Mazón). Se olvida el señor
Mazón de que la Revolución Francesa, guiada por esa
pura racionalidad que los iluminaba, condujo a la
guillotina a miles de franceses. Y es que la razón
sin corazón nos hace perder la cabeza, como le
ocurre (entiéndase esta vez de manera figurada) a
don José Luis.
Como se ve que usted no sabe muy
bien lo que representa esa imagen del Sagrado
Corazón que bendice al pueblo desde lo alto del
monte, se lo voy a explicar, señor Mazón: ese
Sagrado Corazón está ahí porque mientras los
progresistas, que gobiernan España y que comulgan
con sus mismos postulados ideológicos, han enviado
al paro a más de cuatro millones de españoles, los
cristianos irracionales, oscurantistas y fanáticos,
organizan comedores sociales que sufragan con su
propio dinero para alimentar a miles de familias que
ya no tienen ni para comer. Y eso lo hace en toda
España Caritas, que es la Iglesia Católica, señor
Mazón: no las casas del pueblo de la UGT ni la logia
masónica de guardia. [....]
La revolución cristiana es la revolución del amor,
señor Mazón. El logos de Dios es el amor y lo que
nos pide Jesús es que le amemos a usted, don José
Luis, aunque usted sea nuestro enemigo declarado.
Dicen que tiene usted miedo a la reacción violenta
de los católicos. No tema, señor Mazón. Si hubiera
dibujado usted una caricatura de Mahoma no le diría
lo mismo. Pero nuestra revolución, la de los
cristianos, no es política ni ideológica ni
violenta. Nuestra revolución pasa por la Cruz de
Cristo y por su Resurrección que representa el
triunfo del amor sobre el odio; la victoria de la
verdad sobre la mentira, de la vida sobre la muerte
y de la compasión sobre la crueldad. Nuestras únicas
armas son el rosario, la oración y los sacramentos.
Nuestra fe se propone (en la plaza pública, a tiempo
y a destiempo) pero no se impone. Le recuerdo a
usted que Jesús predicó en la calles y en las
sinagogas; en los montes y en las ciudades. Y nos
pidió a nosotros, su Iglesia, que fuéramos sus
testigos en el mundo. Y lo vamos a seguir siendo,
señor Mazón. [.........] El odio a Dios y la
persecución a los cristianos no son nada nuevo en la
historia de los últimos dos mil años. Incluso antes
de Jesucristo ya mataban a los profetas. Nuestra
respuesta, señor Mazón, a las provocaciones y a las
persecuciones – no se preocupe usted – no va a ser
violenta. No tema. Nuestra mejor manera de seguir
las enseñanzas del Sagrado Corazón de Jesús es la
santidad. Pero no se engañe a sí mismo: lo que a
usted le molesta realmente no es una estatua. Lo que
usted odia es a Cristo y a la Iglesia.
Y en los últimos dos mis años – no es por
desanimarle a usted – muchos han intentado borrar a
Jesucristo y a su Iglesia de la faz de la tierra;
muchos mártires han derramado su sangre por hacer
presente al Sagrado Corazón de Jesús en la vida
pública, en la historia que les tocó vivir. Pero
esa sangre de nuestros mártires siempre ha
servido para dar más fuerza a la Iglesia y ni los
emperadores romanos ni los comunistas ni los
iluminados han podido ni podrán apartarnos del amor
de Dios. Las persecuciones, las calumnias y las
ofensas nos fortalecen: "Bienaventurados cuando os
odien, cuando os expulsen, os injurien y proscriban
vuestro nombre como malo, por causa del Hijo del
hombre". Nadie podrá impedir nunca que el Corazón de
Jesús reine en los corazones de su pueblo. (Camineo
Info. lunes 15.02.2010),
El cardenal Martínez Sistach, arzobispo de Barcelona, presentará, el próximo miércoles, los actos de la beatificación del padre José Tous i Soler, prevista para el 25 de abril. Y el jueves, en Valladolid, se presentarán los de la beatificación del padre Bernardo Hoyos, que tendrá lugar el 18 de abril. (Alfa y Omega nº 676 - 11.02.2010)
Sangre de mártires
Tobías Medina Cledón 12/02/2010 - El periódico de Extremadura
Una de las causas que explican el crecimiento de la
Iglesia es el martirio de cristianos. Es conocida la
frase del escritor Tertuliano (160-240): "Cada vez
que nos matan, nos hacemos más numerosos: la sangre
de los mártires es semilla de cristianos". Hoy sigue
persiguiéndose a la Iglesia.
Al principio de enero eran sacrificados siete
cristianos coptos de Egipto al salir de la Misa de
Epifanía. Durante el año 2009, según la Agencia
FIDES, treinta y siete católicos de diecisiete
países distintos fueron asesinados.
América fue el continente más castigado en el que
dieciocho sacerdotes -dos de ellos españoles- dos
seminaristas, una religiosa y dos laicos regaron con
su sangre, de norte a sur, la tierra americana.
A pesar de que la situación de los católicos de
Vietnam ha mejorado en los últimos tiempos, en Hanoi
la policía pretendió derribar una gran cruz que un
grupo de fieles intentaba proteger; los agentes
arremetieron contra ellos, golpeándolos con saña, e
hirieron gravemente a dos de los presentes. En la
región china de Hebei, con millón y medio de
católicos, tres obispos están encarcelados y nadie
sabe en qué condiciones.
Hay diócesis que han tenido que vivir años,
incluso décadas, sin obispo, sin sacerdotes, sin
Seminario. Nada decimos hoy de las víctimas del
extremismo islámico.
No extraña, pues, que la Iglesia siga creciendo. Y es que cuando a los cristianos, desde los poderes públicos, se les coloca en situaciones en que tienen que vivir su fe heroicamente, la respuesta es nítida y valiente. Es la experiencia de veinte siglos de historia en que la Cruz siempre termina triunfando. No en vano "la sangre de mártires es semilla de cristianos".
Córdoba: abierto el
proceso de 132 mártires
Monseñor Juan José Asenjo, Administrador
Apostólico de Córdoba, acaba de abrir,
en la catedral de la diócesis, el
proceso oficial de canonización de Juan
Elías Medina y CXXXI Compañeros
Mártires. Al mismo tiempo, el arzobispo
de Granada, monseñor Javier Martínez, ha
anunciado que Fray Leopoldo será
beatificado el día 12 de septiembre, en
la Base Militar de Armilla, en Granada.
El alcalde de la ciudad, don José Torres
Hurtado, prevé que acudan alrededor de
un millón de
personas a la ceremonia. Alfa y Omega
673, (21.1.10)