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Antonio Tort y Monseñor Irurita mártires de Cristo

21 JULIO DE 1936. TRAS ASALTO AL PALACIO EPISCOPAL                  ANTONIO TORT ACOGE A MONS. IRURITA EN SU CASA

El martes 21 julio de 1936 a primera hora de la mañana, un grupo de “incontrolados” se presenta ante la catedral para incendiarla, pero al verla protegida por los guardias, se llegan al vecino Palacio Episcopal. Se agolpan ante la gruesa puerta cerrada gritando que van en busca del obispo y de los tesoros. Echan gasolina a la puerta y le prenden fuego, disparando contra la cerradura que intentan forzar con palancas.                                                                                

Ante el inminente asalto, los tres policías que escoltaban el edificio le dicen al obispo que no pueden protegerle, y que debe huir. Mons. Irurita, que acababa de celebrar la santa Misa, recoge la reserva del Santísimo y el copón pequeño y en voz alta dice: "Señor, lo que Tú quieras".                                 

Puerta hoy  tapiada de la casa del conserje por la que salió Mons. Irurita  el 21 de julio de 1936.

Sus familiares y el conserje le obligan a que se desprenda de la sotana y de la cruz pectoral, que se resiste a dejar. Le sientan en un peldaño y le quitan las medias moradas y las hebillas de plata de los zapatos; le cubren con la bata y la gorra del conserje, y, por la puerta de la casa de éste que da al callejón de Montjuich del Obispo núm. 2, salen de Palacio Mons. Irurita, con Mn. Goñi, su prima Emeteria Almandoz y el conserje Eusebio. Los policías les abandonan a su suerte

En la última visita que Mons. Irurita hizo al seminario, saliendo de la capilla dijo a los superiores: ‘¡Qué dicha! A mí me gustaría que al obispo de Barcelona le pusieran una soga al cuello y lo arrastraran por las calles…” Pensó que ahora iba a cumplirse su deseo.                                                                                                                                                      

Entran a refugiarse en casa del sacerdote Mn. José Faura, enfrente, en el núm. 3 de la calleja, pero al llegar al piso una telefonista amiga dice que el obispo allí no está seguro, que se venga con ella a su domicilio, y bajan todos a la calle.

  1. Antonio Tort Reixachs

 Antonio Tort tenía 41 años, era orfebre y estaba casado desde 1917 con Dª María Josefa Gavin Sagardia. En aquel julio de 1936 se encontraba con su familia de 10 hijos en su casa de Monistrol de Montserrat donde había nacido.

 Al llegarle noticias de los desmanes de las patrullas contra los templos en Barcelona, decidió acudir a proteger la Catedral y el Palacio Episcopal, y ante la  falta de medios de trasporte, emprendió el camino a pie. Monistrol dista de Barcelona 50 Kms, y tuvo que hacer noche en casa de unos amigos  en San Feliu de Llobregat. Reemprendió el viaje muy de mañana y llegó pronto a su casa.

 Viendo como las turbas intentaban asaltar el obispado, Antonio Tort acudió por el callejón de Montjuich a salvar lo que pudiera, y allí vio al grupo de los salidos del Palacio Episcopal y casa de Mn. Faura rodeando al Obispo Mons. Irurita sin saber a donde dirigirse. Es entonces cuando Dios providente procedió a  actuar mediante un protector extraordinario: D. Antonio Tort Reixachs.

 AntonioTort a Mons. Irurita: “Ud. se viene a mi casa”,

Antonio Tort le dice a Mons Irurita: “Ud. se viene a mi casa”, siguiéndole todos por la calleja hasta su cercano domicilio en calle del Call núm.17.  En el corto trayecto, un piquete de milicianos paró al grupo en que iba Mons. Irurita, y preguntó si alguno de ellos era el obispo, pero el conserje Eusebio les disuadió: “¡Ca, el obispo marchó ya hace días!” Los asaltantes tras escalar el balcón, penetran en Palacio y destrozan y echan a la calle lo que les parece.

El asalto al Palacio Episcopal dirigido por el Comisario de Prensa de la Generalitat

Francisco Lacruz escribe que el asalto al Palacio Episcopal del 21 de julio fue dirigido por el Comisario de Prensa de la Generalitat Joaquín Vilá Bisa que gozaba de plena confianza del President Companys, y del que dice que:” Después del saqueo, Joaquín Vilá se presentó en la Generalidad revestido de ornamentos sagrados que procedían de aquel expolio. Su presencia fue acogida en el Palacio del Gobierno autónomo con risotadas aprobatorias, aunque días después, para disipar el mal efecto de la salvajada, se dijo que que Companys había reñido a Vilá por “aquella broma de mal gusto”. (Francisco Lacruz. El Alzamiento, la Revolución y el Terror en Barcelona. Arysel. 1943. P.122)

Mn. Sanabre escribe que si no fue destruida la documentación del Archivo Episcopal, fue porque no atreviéndose incendiarla temiendo que el fuego se propagase al vecino Palacio de la Generalitat, no quisieron molestarse en trasladarla a la calle, y se limitaron a la tarea de devastación y busca de tesoros. (Sanabre. El Archivo Diocesano. Barcelona. 1947)

En casa Tort alojaron a Mons Irurita en una habitación que daba a la calle con dos camas separadas por un biombo, y el resto fue destinado a oratorio. Lo presidía una cómoda con la imagen de la Virgen de la Merced, y delante de ella una mesa con frontal y un mantel blanco, donde estaba colocado el Santísimo Sacramento todo el día con lamparita siempre encendida. Ante él en un reclinatorio pasaba largas horas orando el señor obispo.

Mons. Irurita leyendo el breviario junto al porticón medioabierto de su dormitorio ante el altar con el Santísimo.

 Adoración continua en casa Tort

 Mercedes Tort testifica la vida cuasi conventual de la casa: «Teníamos organizada la adoración continua al Santísimo, que empezaba a las nueve de la mañana, turnándonos sucesivamente. Allí estaba ya arrodillado Don Manuel a las cinco de la mañana, preparándose para la Santa Misa que celebraban él y don Marcos y en las que comulgábamos todos.

Había cada día dos misas; la primera, a las seis y media, la celebraba el señor Obispo, y le ayudaba D. Marcos; la segunda, la celebraba éste, ayudándole D. Antonio Tort.

A las doce del mediodía se rezaba el Ángelus y la primera parte del Rosario en el oratorio. Después de comer se tenía en familia la visita del Santísimo. A las cinco de la tarde, otra parte de Rosario y las letanías del Sagrado Corazón. A las ocho de la noche, la última parte de Rosario con la visita al Santísimo. Esta era la pauta de vida común de aquella familia.”

 Escribe la Hermana Torres: «El mes de octubre podemos afirmar que el señor Obispo lo pasó rezando Rosarios. También le acompañaba su familiar. Hubo días que pasaron de veinte partes y aún llegó a veinticinco», así como varios Vía-Crucis.”  «Los primeros días –sigue diciendo Mercedes Tort-, tras el trabajo, las Hermanas, Paquita y yo nos reuníamos alrededor del señor obispo, bien en el cuarto de las niñas, bien en el comedor. Si era en el cuarto de las niñas, él se colocaba bajo el cuadro del Niño Jesús; si en el comedor, debajo del Sagrado Corazón: nosotros nos poníamos en corro a su alrededor y nos contaba cosas espirituales, detalles de su vida y de su vocación sacerdotal».

«Después de la cena, en las noches calurosas de aquel verano, el señor obispo y los hermanos Tort tomaban el fresco y cambiaban impresiones bajo la persiana del balcón desde el que se veía la plaza de San Jaime, y el obispo bendecía todos los días a las turbas que se congregaban ante la Casa Consistorial y la Generalitat. Cuando en un mitin se le acusó de cobarde y pastor mercenario, decía sonriendo: “poco saben, ni piensan, que cada noche les bendigo y ruego por ellos.” 

 e“En todas ycada una de las cosas nos edificaba; durante los cuatro meses que estuve con él, puedo asegurar que no oí palabra, ni vi acción alguna que no fuese edificante. En la mesa era muy mortificado, por la más pequeña cosa que se le hacía se mostraba sumamente agradecido, no se quejaba de nada ni de nadie". En el comedor estaba entronizada la imagen del Sagrado Corazón, y en la puerta del piso figuraba su placa.

Cuando el domingo 19 de julio una patrulla vino a detener al vecino D. Luciano Cunill, chocolatero de los bajos y cabo del somatén, no la vieron, pero los vecinos, asustados, pidieron que la quitara, y D. Antonio puso la placa por dentro. Al Sr. Cunill lo asesinarían poco después.

Confiando en un pronto final de la Revolución, Antonio Tort fabricaba un báculo para la fiesta de la Purísima, y las carmelitas le confeccionaban una mitra. Cuando se lamentaban de tantas tribulaciones Don Manuel les tranquilizaba: “¡Qué prueba verifica el Señor con sus fieles!... ¡No atemos sus manos; muy bien sabe Él lo que ha de durar y lo que nos conviene!”.

 El 5 de agosto llegaron a refugiarse en casa Tort otras dos carmelitas: Sor Elvira y Sor María Torres. La vida durante aquellos meses transcurría tranquila dentro de la clausura. No faltaban los chistes y acertijos de don Marcos, que era muy alegre y chispeante. Escribe la Hermana Sabanés: "Transcurrieron los días y los meses sintiéndonos, a pesar de todo, felices, tranquilos y confiados, siempre alentados por la suavidad del señor Obispo, que nunca perdía su característica sonrisa, animándonos a esperar confiando siempre en el Señor.”

Dª. María Gavín, esposa de D. Antonio Tort, había regresado a Barcelona en agosto con los niños pequeños. El 3 de septiembre, dio a luz en casa al onceno de los hijos de la familia Tort-Gavín. «Por la tarde del mismo día don Marcos lo bautizó, siendo padrino el señor Obispo, quien le impuso el nombre de Manuel María.»

En casa de Antonio Tort: “El senyor gran y el senyor petit

 En casa de D. Antonio Tort D. Manuel se dejó crecer la barba y D. Marcos el bigote. Dice Mn. Ribes que lo hicieron para no ser reconocidos y comprometer a la familia Tort, pues la esposa le manifestó que “ellos no querían hacerlo, pero lo aceptaron por el bien de los demás.” Para nombrarlos discretamente en la casa, a Mons. Irurita se le llamaba “el Señor”, y a Mn. Goñi “don Marcos”, pero un día Antoñito, hijo de cuatro años, fijándose en la estatura de ambos, les llamó “el senyor gran y el senyor petit”, y desde entonces en el hablar de los niños Don Manuel era el senyor gran por ser más alto, y Don Marcos el senyor petit, por ser más bajo. Este modo de identificarlos se extendió al resto de convivientes.

  “A ese no le concederemos salvoconducto; no queremos salvarle” (Vicente Cárcel. “El Obispo Irurita y la persecución religiosa”)

El hermano jesuita Francisco Vives, amanuense del Provincial, había conseguido embarcar a Italia al P. Murall a través del cónsul Italiano D. Carlo Bossi. El P. Torrent y D. Antonio Tort le encomendaron preparar la salida de Mons. Irurita.

Dice el hermano Vives que fue a casa de los Tort a hablar de la posibilidad de salir al extranjero, y que el Sr. Obispo le dijo: “Si el Santo Padre me llama, correré a su llamada a pesar de todos los peligros; pero, de lo contrario, estoy contento de no separarme de mi diócesis.”

 “¿Será que no soy digno del martirio?

Mons. Irurita mantenía fraterna identidad espiritual con el filipense Mons. Salvio Huix Miralpeix, su sucesor en la sede episcopal de Lérida, tras haber sido Administrador Apostólico de Ibiza. En el verano de 1936, de regreso a Barcelona tras unas semanas de asueto en su Navarra natal, el Dr. Irurita paró en Lérida a visitar a su amigo Salvio. Comen juntos y comentan el creciente clima revolucionario y las amenazas que reciben.

El Beato Mons. Salvio Huix Miralpeix

El Dr. Amadeo Colom, familiar de Mons. Huix, contaba a Mn. Salvador Nonell como fue testigo excepcional de una distendida conversación entre ambos prelados mártires.

Dice que tenían el íntimo presentimiento del martirio y se preguntan mutuamente si Dios los tendrá por dignos de él, y en caso afirmativo, si sabrían poner ellos la docilidad necesaria. Ambos obispos se animaban a decir sí a tal gracia, y serle fieles, si eran llamados. Se juramentaron a no abandonar a sus diocesanos, pasase lo que pasase.

Tras el 18 de julio, el Beato Mons. Salvio Huix, ante las reticencias de sus temerosos diocesanos a darle protección en sus domicilios, optó por entregarse a la Guardia Civil de Lérida, que de acuerdo con uno de los Comités, el 4 de agosto lo ingresó en la cárcel.

 Celebró ya en ella la Eucaristía y la celda en que estaba el Obispo se convirtió en capilla de adoración continua, donde al amanecer del día 5 comulgaron todos los presos. A las 4:30 se presentó un sargento con una lista encabezada por el Obispo y veinte seglares.

 Se les dice que se les traslada a Barcelona, pero a la salida de Lérida, en el cruce de la carretera que conduce al cementerio son apeados y colocados ante el pelotón de fusilamiento que tienen preparado. El Obispo pide morir el último, y da la absolución y bendición a cada uno en el momento de caer abatido.

 Al conocer la noticia del martirio de Mons. Huix, Mons. Irurita refugiado en Casa Tort se preguntaba: “¿Será cobardía esconderme y no salir a defender los intereses de Cristo? ¿Será que no soy digno del martirio?” Quería seguir el ejemplo de su amigo Salvio entregándose a la autoridad de Lérida,  y presentarse en el vecino Palacio de la Generalitat que veía por el balcón. Escribe Mn. Ribes que el P. Artigas y Antonio Tort a duras penas logaron impedir a Mons. Irurita presentara en el vecino Palacio de la Generalitat,  invocándole la necesidad de su presencia, una vez acabada la revolución.

Puerta de la casa y balcón del piso principal de la calle del Call 17, domicilio de la familia Tort

1 de diciembre 1936, la Patrulla de Control núm. 11 invade casa Tort

A primera hora de la tarde del 1 de diciembre un grupo de milicianos de la patrulla nº 11 se presentaba a registrar la casa de D. Antonio Tort en el piso principal de la calle del Call núm. 17, al haber hallado una lista de asistentes a un aplec en Montserrat en que figuraban su hermano Francisco y su hija Mercedes de 18 años.

 Durante el registro el Obispo estuvo sentado en el comedor repitiendo en voz queda: “Sagrado Corazón de Jesús, en Vos confío.” Registraron y saquearon la casa a sus anchas, y habiendo tomado uno de ellos el copón que contenía las Sagradas Formas, lo dejó sobre una mesa. En un santiamén, Don Antonio Tort lo tomó y fue distribuyendo las sagradas formas a todos los moradores de la casa. A su hijito Jaime, de cinco años, su padre, le administró la Primera Comunión: «Hijo mío, te quitan el padre de la tierra, pero aquí tienes a tu Padre del Cielo, que no te podrá quitar nadie.” Antonio Tort se despidió de los suyos con la frase con la que los padres cristianos desearíamos despedimos de nuestros hijos en la hora de la muerte: ¡Fins el Cel! (hasta el Cielo).                                                

   Ateneo Colón sede de la Patrulla de Control núm. 11

Se llevaron detenidos a la sede de la patrulla, Ateneo Colón en la calle Pedro IV 166 a Mons. Manuel Irurita, a su familiar Mn. Marcos Goñi, a los hermanos Antonio y Francisco Tort, a las Carmelitas Sor María Torres y Sor Montserrat Sabanés, y a Mercedes, hija de Don Antonio, a la que liberarán por ser menor de edad.     

Declaración de Dª María Gavín  esposa de D. Antonio Tort

EN LA CHECA DE SAN ELÍAS  DEL 1 AL 3 DE DICIEMBRE

 Escribe Sor María Torres que en el Ateneo Colón: “A eso de las diez de la noche nos llamaron de nuevo, y a las dos y a los hermanos Tort, nos hicieron bajar para entrar en un coche... Al momento de partir nos dimos cuenta que bajaban también el señor obispo y don Marcos, que subieron a otro coche, y los dos emprendieron el camino. Después de un buen rato -prosigue la Hermana Torres - llegamos al comité central vulgarmente llamado de San Elías.»

 San Elías “Cementerio de vivos del que no se salía sino para morir”

Esperando ser interrogada la Hermana María Torres le dijo a Mons. Irurita: “Si me preguntan sobre quiénes son ustedes, ¿qué digo? Di de todo la verdad, que somos dos sacerdotes vascos. Y ¿en cuanto al nombre? Di que mi nombre es Manuel”, y si les preguntan el apellido, digan que puede que sea Pérez, como un apellido común.

Mons. Irurita y Mn. Goñi, para no ser entendidos por sus carceleros, hablaban entre sí en euskera, su lengua materna.

Don Manuel animó a las religiosas: “Decid muchas veces, ¡Sagrado Corazón de Jesús en Vos confío!”. Le registraron y quitaron el rosario. Lo reclamó, y lo miraron y remiraron para ver qué tenía de particular, pero él afirmó: “Es que no puedo vivir sin el rosario”. Lo echaron al suelo. Se arrodilló, lo recogió y lo besó”.

  “En la mañana del viernes día 4 ya no vimos a ninguno de los cuatro”

 La Carmelita de la Caridad María Torres que estuvo en San Elías desde la noche del martes 1 hasta la mañana del viernes 4 en que la llevan con otros presos al Palacio de Justicia, testimonia: “En la comida y cena de los días 2 miércoles y 3 jueves, al bajar al comedor en el piso de abajo veíamos al Sr Obispo, a Marcos Goñi y a Antonio Tort; nos saludamos de lejos y disimuladamente nos bendecía.”

El jueves día 3, antes de la cena Antonio Tort le da 10 ptas. al jefe del comedor para las chicas, que las reciben. Añade la Hermana Torres: «A la mañana siguiente, o sea el viernes día 4, al salir como de costumbre, ya no vimos a nuestros amigos. ¿Dónde estaban? Serían la once de la mañana cuando nos llamaron a las dos Hermanas a declarar, y después de varias preguntas, lo que nos hizo estremecer fue cuando nos preguntaron: “¿Aquel que firmaba Manuel Luis Pérez es el obispo de Barcelona?”

“Nos quedamos heladas sin saber qué decir. Dios nos dio su gracia, reaccionamos y dijimos: “¿el obispo de Barcelona?, si decía el periódico que había salido para Roma”. Insistieron “Pero, ¿quién era aquel Manuel? Dijimos que sabíamos el nombre y que en la casa le llamaban don Manuel”. No insistieron más sobre el asunto.”

“Mandaron luego que nos condujeran al Palacio de Justicia. Con nosotras salieron también de san Elías tres detenidos. En el coche les preguntamos por los cuatro que habíamos perdido, por los detalles que de ellos dimos, recordaron que eran de los que aquella noche habían desaparecido a las doce, habiendo ido a por ellos los milicianos. Era la noche del jueves al primer viernes de diciembre”, tiempo en que Mons. Irurita practicaba la Hora Santa pedida por el Corazón de Jesús a santa Margarita María.

 "Antonio Tort es un confesor y mártir de Cristo, de virtudes heroicas en su vida y en su muerte”

José Ma Torrent Lloveras, Presbítero, Prepósito del Oratorio de San Felipe Neri de Barcelona, Vicario General de la misma durante el periodo rojo (1936-1939), DECLARA:

“Que el cadáver que encierra esta caja es de Antonio Tort Reixachs, nacido en Monistrol de Montserrat el 29 de marzo de 1895, hijo de Jaime y Ana, que contrajo matrimonio con María Gavín Sagardía el 12 de agosto de 1917, habiendo concedido el Señor de dicho matrimonio 11 hijos. Su oficio era joyero.

“No sé lo que la Providencia Divina tiene reservado acerca de la glorificación de Antonio Tort, pero en mi juicio sincero "es un confesor y mártir de Cristo, de virtudes heroicas en su vida y en su muerte”

 “Vivía con sus padres, esposa e hijos, y su hermano Francisco. Su virtud característica fue la caridad, tanto corporal como espiritual. Los días festivos después de oír Misa y comulgar muy de mañana, se trasladaba al Sanatorio Antituberculoso del Espíritu Santo en San Adrián del Besós, asistiendo a los enfermos hasta el mediodía. Vuelto a casa, e inmediatamente después de comer, en la Iglesia Parroquial de Nuestra Señora de la Merced se dedicaba al catecismo de los niños a quienes entretenía toda la tarde.

Sus devociones predilectas fueron al Sagrado Corazón de Jesús, mediante el culto eucarístico; comulgaba todos los días y mensualmente asistía a su turno de Vela Nocturna, y a la Santísima Virgen en sus advocaciones de la Merced, Montserrat y Rosario.

La devoción al Rosario no sólo la practicaba en familia, sino también en la calle cuando la compañía de alguien no le estorbaba sus comunicaciones con Dios y su Santísima Madre.

Era el principal sostén de la Pía Unión de San Miguel Arcángel, y uno de los portantes del Santo Cristo de más relieve en Barcelona. Su predilecta devoción a Nuestra Señora de la Merced no le dispensó de ser un buen y práctico parroquiano de Nuestra Señora de los Reyes, vulgo del Pino, en cuya demarcación vivía. Distribuía mensualmente limosnas a pobres vergonzantes, y con ellas sostenía a un maestro católico en una barriada.

El 18 de julio de 1936 se hallaba en Monistrol de Montserrat. Hizo a pie el viaje a Barcelona (50 Kms.) para poder ayudar a la Iglesia, blanco predilecto de la revolución, y hallando providencialmente el martes 21 de julio de 1936 por la mañana al Sr. Obispo Dr. Irurita cuando salía de Palacio por puerta excusada sin saber a dónde dirigir sus pasos, no obstante lo numeroso de su familia, se lo llevó a su casa.

 Había recogido también a cinco hermanas Carmelitas de la Caridad, una de ellas anciana y enferma. El principal motivo de su inalterable paz en aquellos días, era el de que no podía pasar nada en su casa porque él era indigno del martirio, de esta gracia tan singular, que según él, nada había hecho para merecerla.

 Fue detenido por las patrullas con su hermano Francisco, el Sr. Obispo Manuel Irurita y su familiar Marcos Goñi en la tarde del 1 de diciembre de 1936. Se despidió de su esposa María, de sus padres Jaime y Anita y de sus hijos, asegurándoles que iba al Cielo y que no les faltaría nunca la Providencia Divina.

 eFue asesinado con sus compañeros en la madrugada del 4 de diciembre de 1936, según testigos de prisión de San Elías. Durante la comida del día 3 de diciembre hablaba contento y alegre de su propia muerte, no siendo obstáculo para su alegría el dejar los suyos en manos de Dios.

 El cadáver de D. Antonio fue identificado por su esposa María y sus hijos José Ma. y Victoria en el cementerio de Moncada en junio de 1940, y trasladado al Cementerio de Las Corts de Barcelona. Lo creo santo, y sin pretender adelantarme al fallo de la Santa Iglesia, juzgo que privadamente no sólo es lícito, sino recomendable, invocar su intercesión y valimiento ante la Bondad Divina de la que goza sin duda.”

 Fdo: José María Torrent, C.O. Barcelona, San Felipe Neri, en la festividad de San Antonio de Padua, a 13 de junio de 1940.

«Creo que no volveréis a verlos en la tierra» P. Torrent.

  Antonio Tort con su esposa María Gavín y diez de sus once sus hijos: Ana Mª, Francisca, José Mª, Victoria, María Mercedes, Montserrat, María Lourdes, Antonio, Jaime, y María Dolores.

 María Gavín, esposa de Antonio Tort, sabiendo que los detenidos habían ingresado en San Elías, acudió a su familiar el policía Ramón Reixachs y a personas de alguna influencia en busca de ayuda para liberarlos, pero ninguna de ellas se la prestó.

La tarde del 4 de diciembre de 1936, el Vicario General P. José Mª Torrent, visitaba en su domicilio a los familiares de don Antonio Tort, a sus ancianos padres Jaime y Anita, a su esposa María, y a sus once hijos menores de edad. Quería mostrarles su gratitud, consolarles y hacerles compañía en aquellas horas de prueba, y como una invitación a poner la más ilimitada confianza en la infinita bondad de Dios, les dijo: «Creo que no volveréis a verlos en la tierra».

Así fue. El 5 de abril de 1940 se procedió a la apertura de las fosas  del cementerio de Montcada y se exhumaron 1.155 cuerpos, de los que fueron reconocidos 472.

Al examinar José María Tort Gavin, hijo de Don Antonio y sobrino de Don Francisco, las fichas de los cadáveres  exhumados, halló las de su padre y de su tío con los números 802 y 823, como asesinados el 3 de diciembre  de 1936. En una de las fichas próximas, la núm. 814, halló la de Mons. Manuel Irurita,  y en la núm. 788 la de Mn. Marcos Goñi.

Declarado el 13 de abril de 2024 Decreto de Martirio por odio a la Fe de Don Antonio Tort Reixachs, en su beatificación el 23 de noviembre de 2024, le encomendamos siga protegiendo, como hizo en los cuatro últimos meses de vida, a su querido obispo Mons. Manuel Irurita, para que los que estuvieron unidos en su reclusión, detención, fusilamiento y sepultura, lo estén también, Deo volente, en su elevación a los altares.



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