El beato Cayetano Clausellas mártir de Cristo
1Beato Cayetano Clausellas
Mártir de la persecución religiosa en España de los años 1934-1939 Mosén Cayetano Clausellas Ballvé, padre de los
ancianos desvalidos, asesinado el 14 de agosto de 1936
El pasado 23 de noviembre de 2024 fue beatificado en la Basílica de la Sagrada Familia de Barcelona Mn. Cayetano Clausellas discípulo del Dr. Felix Sardá y Salvany
El insigne publicista e infatigable polemista católico Dr. Feliu Sardá y Salvany se desvivió por mantener el tradicional espíritu católico de Sabadell en su desarrollo industrial y económico, y convirtió su familiar casa pairal en Asilo de las 2
Al fallecer Sardá y Salvany en 1916, la Providencia, les envió a los ancianos otro capellán, no brillante ni famoso como su fundador, pero sí
tan celoso y abnegado como él: Mosén Cayetano Clausellas.
Su principal y constante tarea a lo largo de 20 años fue asistir y salvar para Dios las almas de los pobres ancianos y agonizantes, fue la razón de ser de
su vida, tarea tan grata a Dios, que le premió con su mayor don: el martirio, como afirma el celoso Mn. Javier Farrés, párroco de San Felix de Sabadell donde está enterrado.
Cayetano Clausellas Ballvé nació en Sabadell en 1863 en muy cristiana familia, humilde y numerosa, de un pobre jornalero agrícola en cuya estrechez reinaba Cristo.
A los 15 años ingresaba en el Seminario Diocesano de Barcelona, donde en 1888 fue ordenado “servitio Ecclesiae”, y nombrado vicario de Santa María de
Olesa de Montserrat.
Cinco años después lo era como Coadjutor de la Parroquia de Vila nova.
Por su aspecto podía parecer seco y austero, pero era muy dulce y afable en el trato.
Desinteresado de la política, no leía prensa, sólo la “Revista Popular” y “El Propagador de la devoción a San José”.
Su principal actividad fue primero enseñar a los niños el camino del Cielo, y luego preparar a los ancianos desvalidos para entrar en él.
El Dr. Luis Carreras, en su libro “Grandeza Cristiana de España” dice de Clausellas: “Era un hombre canonizable en vida.”
El Dr. Sardá y Salvany amigo y director espiritual del Beato Cayetano Clausellas
Cuando muchos abandonaron a Sardá tachándole de intransigente, Clausellas le defendió públicamente:
“Cuando Dios le inspiró a Mn. Feliu Sardá la caritativa idea de convertir su casa solariega en Asilo de Ancianos Desamparados, estaba tan entusiasmado, que me decía: “Es un hito en mi vida que espero con ansia, tener a los pobres abuelos en mi casa y vivir yo con ellos, como un anciano, como un asilado más, como uno de ellos; vivir en su compañía, tratar de consolarlos, y estar aislado de todo menos de estos mis pobres y de mi Dios”. “Nunca le vi más plácido y risueño que cuando estaba en medio de sus viejecitos con quienes celebraba las fiestas de casa.”
Esta dedicación de Sardá podría aplicarse muy justamente a su discípulo Mosén Clausellas, que le ayudaba, le sustituía cuando estaba enfermo, y justifica porqué a lamuerte del maestro en 1916, fuera nombrado capellán del Asilo.
Para dedicarse plenamente a ella dejó otras actividades como la de confesor de la mayoría de conventos de Sabadell. Uno de sus antiguos penitentes decía con ingenuidad que “los pecados que perdona Mosén Clausellas parecen más perdonados.”
Mosén Cayetano se trasladó a vivir a una casa adjunta que comunicaba por una puerta con la sacristía de la capilla del Asilo, y se entregó al cuidado espiritual y amoroso de sus ancianos, su verdadera familia, con la que compartiría penas y alegrías.
El Beato Cayetano con sus ancianos
Cuenta Clausellas que “en la última enfermedad de Mosén Sardá, el día de la Inmaculada le llevó la Comunión, “Nostre Amo”, a su habitación, y al despedirse, Sardá se le echó a llorar como un niño. – “¿Qué le pasa Doctor Feliu? – ¡Que sin mi breviario y sin mi rezo diario, me parece que no soy sacerdote!” A partir de aquel día le leí las lecturas que él oía atentamente en el lecho que iba a ser de su muerte.”
Mosèn Gaietà, director en Sabadell de la Venerable Tercera Orden Franciscana, fue fiel seguidor de San Francisco y de su esposa Madonna Pobreza, menospreciaba “los dineros”, y moría con una peseta en el bolsillo y los cordones franciscanos, tintos en su propia sangre, ciñéndole el cuerpo.
“Mosén Clausellas es un verdadero predestinado” El Obispo, también mártir, Mons. Irurita, visitó el “Asil dels Avis Desamparats”, y en una libreta en que anotaba la impresión que le causaban los sacerdotes, escribió de Mosén Clausellas: “Es un verdadero predestinado.” No añadió cuál era su predestinación, pero pronto lo iban a demostrar los hechos.
Al comenzar la fase sangrienta de la persecución religiosa, a Mosén Gaietá, por su pública beneficencia en favor de los pobres, se le creyó a cubierto de peligro, pero pronto se demostró que el mero hecho de ser sacerdote de Cristo y amigo de Mn. Sardá, constituía sobrado motivo para ser asesinado. Los días que siguieron al 18 de julio varios sacerdotes y religiosos mayores, vestidos de seglar, buscaron refugio en el asilo de ancianos. El único que mantenía su sotana fue Mosén Clausellas, que celebró aun misa en la capilla el martes 21. Luego trasladó el Santísimo a su oratorio privado donde dijo misa a la comunidad de Hermanas hasta el viernes 24. Para no comprometerlas, Mosén Clausellas dejó la sotana, y, sintiéndose tan desamparado como los asilados, pasó a vivir como un anciano más.
El 25, fiesta de san Jaime, hizo que la comunidad de Hermanas consumiera el Santísimo, antes de que se entregara la dirección y administración del asilo a una comisión de enfermeras nombradas por el Ayuntamiento. Las Hermanitas se ofrecieron a seguir como ayudantes.
“¡Es un cura! ¡Eso sólo puede hacerlo un cura!”
El 28 de julio uno de los viejecitos cayó al suelo desmayado, y Mosén Clausellas, corrió a socorrerle. Se sentó a su lado, puso la cabeza del anciano sobre sus rodillas, y al tiempo que le acariciaba, los labios de Clausellas parecía que en silencio susurraban una oración.
Una de las nuevas enfermeras, extrañada, dijo: ¿Quién es ese, y qué hace aquí? Una Hermana le dijo: “Es un señor retirado que vive en el asilo”; pero la enfermera replicó: “¡No, éste es un cura! ¡Eso sólo puede hacerlo un cura!; si este viejo hubiera sido como los demás, aunque fuera más distinguido, no habría actuado así.”
Enterados los nuevos dirigentes del asilo de su condición de sacerdote, le prohibieron formalmente ejercer su ministerio entre los ancianos. Se volvió a su casa - de la que tapiaron la puerta de comunicación con el asilo - a pasar su viacrucis hasta el Calvario.
“¡Qué dicha tan grande la nuestra si pudiéramos dar la vida por Él y sellar nuestra fe con nuestra sangre!”
A primeros de agosto vio desde la ventana como destruían el altar y los objetos de culto de la capilla. Pero su mayor conmoción la sufrió el día 7 al saber que había muerto una ancianita, la primera de su gran familia que en los 20 años en que había sido capellán moría en el asilo sin su asistencia ni el consuelo de los sacramentos de la Santa Madre Iglesia.
Consternado, dijo proféticamente: “Si no puedo cumplir ya mi misión, estoy de más en este mundo.” Mosén Clausellas se preparaba para el martirio, que deseaba.
Le dijo a la Hermana Rosa: “Seamos muy generosos con Nuestro Señor ¡Qué dicha tan grande la nuestra si pudiéramos dar la vida por Él y sellar nuestra fe con nuestra sangre!”.
A quienes le aconsejaban se escondiese: “¡No, mi sitio está aquí, junto a mis ancianos desamparados, soy su viejo capellán ahora también desamparado, aquí me quedo, y que se haga la voluntad de Dios!”
El Comité de Sabadell acuerda su muerte en la vigilia de la Asunción. Se sabía que tramaban asesinarlo y le avisaron, pero no quiso marcharse. El 13 de agosto unos milicianos registraron su casa “en busca de armas” Sus amigos intercedieron en vano por su vida ante el alcalde José Moix
Al atardecer del 14 de agosto, vigilia de la Asunción, el temido “coche fantasma” paraba ante su puerta. Tres milicianos le dijeron iban a llevarle a sitio más seguro. Mintiendo, estaban diciendo algo muy verdadero.
Le sacaron de Sabadell y le condujeron por la carretera de Matadepera. Pasado San Juliá de la Altura se pararon junto al camino de las Oliveras, y allí le asesinaron de dos disparos a quemarropa.
Su cadáver quedó al borde del camino hasta que en la mañana de la fiesta de la Asunción fue recogido y llevado al cementerio de Sabadell. Tenía el cráneo destrozado.
En sus bolsillos sólo le encontraron su rosario, su crucifijo, un pañuelo y una moneda de una peseta. Atados al cuerpo se veían los cordones de terciario franciscano manchados de su sangre
.
En el monolito, que los sabadellenses colocaron en su memoria rezaba esta inscripción: “Sacerdote humilde, pobre y amigo de los pobres, capellán de los ancianos desamparados, moría desamparado, de muerte la más gloriosa, como está escrito en la lápida sobre su tumba: “Vivió entregado al bien de los otros y no rehusó la muerte por Cristo”.
Monolito hoy desaparecido, erigido en 1941 en el lugar del martirio, en el que se leía: Aquí abrazó la palma del martirio el padre de los pobres Mn. Cayetano Clausellas Ballvé el 14 de agosto de 1936.