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Jacinto Serrano y 19 compañeros mártires dominicos de Aragón

Es terrible presentarse ante grandeza de Dios en su tribunal; necesito la asistencia de mi abogada, Nuestra Señora del Rosario.

Beato P. Messseguer.O.P.

      

      

    

 

    

 

JACINTO SERRANO LÓPEZ Y 19 COMPAÑEROS DE LA PROVINCIA DOMINICANA DE ARAGÓN

Beatificados por Juan Pablo II el 11 de marzo de 2001

  Ramon Peiró P. Fco. Monzón P.Constantino Fdez P.José Mª Vidal Fr. Rafael Pardo

  1. Tirso Manrique Fr. Lamberto Navascues P. Felicisimo Diez Fr.Joaquin Prats P. Jacinto Serrano

 Antonio López Fr.Gumersindo Soto D. Zósimo Izquierdo P. Fco Calvo Santiago Messeguer

  1. Lucio Martínez P. Saturio Rey P. José Mª Muro P. Luis Urbano Manuel Albert

 21 agosto de 1936

 Beato Ramón Peiró Victorí, O.P. Había nacido en Aiguafreda, diócesis de Vic, en 1891. Por consejo de su tía, Dominica de la Anunciata, a sus 15 años marchó al noviciado dominico en Asturias. Profesor de Teología en Salamanca, al crearse la provincia dominicana de Aragón, pidió volver a su tierra. De Solsona pasó como superior a Calanda, y luego a Barcelona. El 19 de julio la comunidad de la calle Ausias Marc debió huir de su convento al ser asaltado por las turbas. refugiado en una casa vecina, vio como lo incendiaban. El 15 de agosto era detenido y llevado a una prisión anarquista, donde pasó 5 días de oración y penitencia. Le sacaron la noche del día 21 de agosto y le asesinaron en la carretera del Morrot, junto al puerto. Al día siguiente el médico Fernando Ballescá, antiguo alumno, reconocía la fotografía de su cadáver en el Hospital Clínico. Su sepultura permanece ignorada.

 Beato Luis Urbano Lanaspa, O.P.

Al desatarse la revolución se hallaba en el Convento dominico de Valencia. A las 4 de la tarde el 19 de julio dispuso la dispersión de la Comunidad. Los estudiantes fueron enviados a sus casas, y los profesos se refugiaron en un piso. Poco después una voz dirigía a la turba: ¡A por los dominicos! Derribaron la puerta y un tropel de gente se desparramó por el convento. Unos mozalbetes entraron en la cocina y se apoderaron de un gran cuchillo “para degollar al primer fraile que encontraran”. El Partido Socialista se incautó del Convento, convirtiéndolo en sede de su sindicato.

 El día 25 de julio los dominicos eran detenidos y conducidos a los sótanos del Monte de Piedad. Pasaban las horas rezando el santo Rosario. El 21 de agosto el P. Urbano era detenido por milicianos de la FAI. Nada se supo ya de él, salvo dos testimonios; el de un campesino de Paiporta que estando en su alquería, al atardecer de ese día vio para un coche cerca de la cruz de término y como dos milicianos que llevaban a un señor le disparaban unos tiros. Otro testigo declara que al día siguiente fue con el conductor de la furgoneta de la funeraria a recoger el cadáver, y que reconoció al instante ser del Padre Luis Urbano. En sus bolsillos estaba su rosario.

 Beato Santiago Meseguer Burillo, OP

 El Beato Santiago Meseguer, del Convento de Valen- cia, era profesor del Seminario. Al terminar el curso, a primeros de julio, vino a Barcelona a dar ejercicios espirituales en el colegio de las Dominicas de Esparraguera, y se disponía a marchar a Zaragoza cuando se produjo el alzamiento. Estuvo escondido hasta que el 13 de noviembre en que fue detenido. Llevado al Comité del Clot, e interrogado, declaró ser sacerdote, pues no podía ofender a Dios negando su predilección. En prisión estaba continuamente con su Rosario en la mano pues reconocía que la Virgen María era su única ayuda ante lo que se le avecinaba: “Es terrible presentarse ante el tribunal de Dios, ante la grandeza de Dios, y necesito la asistencia de mi abogada.” Fue asesinado en la tapia del Cementerio de Montcada en Barcelona, y sepultado en su fosa común. Al exhumarse los cadáveres años después, su cuerpo apareció junto al de Mons. Manuel Irurita, Obispo de Barcelona.

 Beato Francisco Calvo Burillo, O.P

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  El 28 de julio de 1936 las columnas anarquistas, tras ocu- par Caspe, Alcañiz y Calanda, llegaban a Hijar. A las 3 de la tarde ordenaban que todas las imágenes y objetos religiosos se llevasen a la plaza del pueblo para ser destrudos; poco después ardían sus iglesias. El Beato Francisco se hallaba en casa de su ma- dre. El 31 de julio le llevaron a la cárcel. A las diez de la mañana del día siguiente, 1 de agosto, una turba de más de cien personas, no queriéndose perder el espectáculo de su ejecución, le rodeaban camino del cementerio. El Padre Francisco iba rezando. Un testigo declara: “Le vi caer varias veces pero le empujaban a culatazos para que anduviera más deprisa.

 Al llegar a la puerta le preguntaron:

 ¿quieres morir de cara o de espaldas?

 - De cara, para poder bendeciros y perdonaros. Lo primero que haré al llegar al Cielo, será pedir por vosotros, ¿me concedéis un último favor?

 -¿Qué quieres?

 - Dos cosas: la primera que me dejéis acabar de rezar el Rosario, y la otra escribirle unas letras a mi madre.

 Se lo concedieron. Acabado el rezo, escribió en un papel: “Mi querida madre: Adiós y pida por mí. Ya nos veremos en el Cielo. Un fuerte abrazo de su hijo en agonía. Fr. Paco” (Rubricado). Se puso de rodillas, extendió los brazos, prendió su rosario con la boca y dijo: “Ya podéis descargar” Sonaron los disparos y Fray Francisco cayó muerto. La turba asistente se acercó para contemplar de cerca el cadáver, y hasta algún mozalbete le metió un palo por la herida del cráneo.

 Beato Francisco María Monzón Romeo, O.P.

 “Jesucristo derramó su sangre por mí, ahora yo la derramaré por Él

 En el mes de mayo acababa de ser ordenado sacerdote. Su deseo era hacer la voluntad de Dios, y en respuesta, Dios deseó que fuera mártir. Había ido a Hijar a visitar a sus padres, y allí le sorprendió la revolución y la llegada de las columnas anarquistas catalanas, la quema de iglesias y los fusilamientos de católicos. Vinieron también a por él, pero saltó por el tejado y huyó refugiándose en una cueva. Se procuró la manera de pasarle a zona nacional, pero se negó, pues un bando había anunciado: “Si alguno se pasa a zona dominada por los fascistas, se aplicará pena de muerte a sus familiares”. El 24 de agosto era apresado y llevado a la cárcel del pueblo con otros presos a los que les decía: “Yo me había ofrecido ir a misiones y a morir mártir, pero pensé sería allí y no aquí”.

 Se hicieron gestiones ante el alcalde para sacarle de la cárcel, pero éste respondió: “No, no; la sotana ha hecho mucho mal a la humanidad, y ahora tiene que pagar”. Los del pueblo no querían matarle pero su suerte se decidió en el Comité de Caspe en el que uno dijo: “Camaradas, en Hijar han salvado ya a un cura, y ahora quieren salvar a otro; eso no lo vamos a permitir”. Enviaron a un pelotón. El 29 de agosto le sacaron para matarle. Su hermana pequeña Carmen cuenta: “Un Sobre las seis de la tarde llegó un coche y al poco sacaban a Francisco de la cárcel. Me acerque un poco, y mi hermano me vio y al pasar me dijo: “Adiós Carmen, hasta la eternidad, Jesucristo derramó su sangre por mí, ahora yo la derramaré por Él”. El coche arrancó hacia Alcañiz. Eché a correr tras él hasta la salida del pueblo donde la guardia me detuvo y me metió en su garita de madera. Había unas rendijas y me puse a mirar por allí. Pude ver como al llegar cerca del campo de futbol paro el coche y le hicieron bajar. Se puso brazos en cruz. Le dispararon en la sien y cayó en la cuneta. Volvieron al pueblo y al verme en la garita los fusileros me dijeron: “vuélvete a casa y cállate, si no quieres que te pase lo mismo.”  La familia reclamó en vano el cadáver, que fue enterrado sin ataúd en la fosa común.

 Beato Jacinto Ignacio Serrano López, O.P.

 Nombrado Vicario Provincial al desbandarse la Comunidad de Barcelona, se había provisto de un certificado que le acreditaba como lo que era, doctor en ciencias químicas, lo que le permitía cierta libertad para coordinar la salvación de sus hermanos. Cometió la imprudencia de escribir a su familia en Urrea (Teruel), y requisada la carta, unos milicianos del lugar vinieron a Barcelona a buscarle en la dirección del remite, y le llevaron a la cárcel de Puebla de Hijar, donde el Comité le condenó a muerte.

 Cuenta el sepulturero: “Los milicianos ponían en fila a todos los que iban a matar, en cordón y de cara a la pared del cementerio. El Padre Serrano se negó diciendo “que como era soldado de Cristo, tenía que morir profesando la fe.” Ellos se negaron, pero el Padre no quiso volverse de espaldas. Dio un fuerte grito de “¡Viva Cristo Rey!” y cayó abatido.”

Beato Manuel Albert Ginés, Pbro.

Era coadjutor de la parroquia de Calanda. Al entrar las columnas anarquistas de Barcelona, sus sobrinos le escondieron en su casa. Al día siguiente el Comité fue a buscarlo. Les abrió la puerta tranquilo, y mientras le ataban las manos les dijo: “ahora estoy más contento que nunca, porque el buen Jesús me ha distinguido con esta persecución permitiéndome participar en sus sufrimientos”. A empellones y culatazos le llevaron al Ayuntamiento, donde estaban también presos los padres dominicos. El 29 de julio le sacaron para fusilarlo.

 Beato Tirso Manrique Melero, O.P.

 El último detenido de la Comunidad de Calanda fue el P. Tirso Manrique. Tenía miedo de no estar a la altura de las exigencias cristianas ante la persecución. En los recreos decía: “Yo le pido a Dios que me den sólo un “tirico”, y así entrar en el Cielo “de ganga”. Pedía incesantemente a Dios el don de fortaleza, y Dios se lo concedió. Huyó de casa en casa, hasta que decidió salir a la plaza donde le detuvieron y le llevaron a la cárcel con sus hermanos dominicos con quienes se confesó.

 Le llevaron al tribunal popular: - ¿De dónde eres? - De Alfaro. - ¿Eres cura? - No, soy fraile, religioso y sacerdote. ¿Ideas políticas? - Como mi familia, soy tradicionalista de toda la vida.

 Hubo una discusión en el Ayuntamiento. Los del pueblo querían el menor número de víctimas, pero los de las columnas, venidos de Barcelona, querían hacer la limpia total de “fascistas” de derechas. Llegaron a un compromiso: fusilar a los frailes y al sacerdote y liberar a los demás del pueblo.

 Eran las 10 de la noche del 29 de julio. El camión llega a la plaza del Ayuntamiento. Bajan a los dominicos y al coadjutor de la parroquia. Su aparición en la plaza es saludada con un rugido de la turba que rodea el vehículo:

 ¡Al camión, al camión! Los suben entre insultos, blasfemias y amenazas. La turba considera pocos a los ocho frailes, y reclama más víctimas, pero el Comité se impone: “No, hoy sólo los frailucos”.

 El Padre Lucio Martínez empuñó un rosario de correa y empezó el rezo. Uno de los escopeteros dice: “Comenzaron a rezar y cantar en voz alta, y a pesar de nuestras amenazas, no logramos hacerles callar. Un fraile alto y muy fuerte, que de un puñetazo nos hubiera derribado a todos, con un rosario muy grande que no sé de dónde demonios lo sacó, guiaba el rezo. Iban diciendo “kirieleisón”; nos dieron mucha lata, especialmente los dos “pelaos” (el P. López Couceiro y Mosén Albert)

 A unos 4 kms., en el lugar conocido por “las nueve mesadas”, les hicieron bajar; les pusieron en fila y les ordenaron adentrarse en el campo. Enfocaron los faros del camión y les mandaron volverse de cara. Los Padres les dijeron: “Que Dios os perdone, como nosotros os personamos el crimen que cometéis” Se dio la orden de ¡fuego! A la que los mártires respondieron con un fuerte: “¡Viva Cristo Rey!”.

 Aun moribundos, profanaron sus cuerpos, como pudo comprobarse en su exhumación. Los tuvieron dos día sin enterrar. Uno de los fusileros dice “Como comenzaban a dar mal olor, decidimos pegarles fuego, pero no sé lo que tenían, que a pesar de tres bidones de gasolina no logramos que ardieran más que las puntas de sus zapatos. A la vista de ello les echamos cal encima y los enterramos en dos fosas que hicimos allí mismo.” Como la tierra era arcillosa, dura al azadón, quedaron mal enterrados y las sepulturas sobresalían mucho del nivel del terreno. Un testigo dice: “Unos quince días después de su muerte, volviendo de Alcañiz, vi buitres y cuervos revoloteando y un perro escarbando. Hubo que avisar al Comité para que echasen más tierra.”

 Al día siguiente de su muerte los escopeteros comentaban en la taberna: “¡Vaya tíos! Por poco no los matamos. Hasta última hora estuvieron diciendo: ¡Viva Cristo Rey!, se les apagaba la voz y seguían diciendo ¡Viva Cristo Rey!; esos sí que murieron por su religión y su doctrina.

 Otros mártires dominicos beatificados de la provincia de Aragón son:

 El Beato José María Muro Sanmiguel, que entró en la Orden deseando ser "misionero y mártir en oriente", pero su deseo fue concedido en su patria. Beato Joaquín Prats Baltuena, OP. Se le prometió la libertad si gritaba: "Viva el comunismo", pero respondió tres veces con "¡Viva Cristo Rey!". Beato Rafael Pardo Molina, OP, Hermano co- operador, que pudo huir, pero quiso seguir a sus compañeros y sellar su fe con su sangre. Beato José María Vidal Segú, OP, que temía el martirio pero confió en que Dios vendría en su ayuda, como así lo hizo.

 Beato Felicísimo Diez González, OP Beato Saturio Rey Robles, O.P. Beato Gumersindo Soto Barros, OP

Beato Lamberto De Navascués de Juan, OP. Beato Constantino Fernández Álvarez, OP

  

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 



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