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“Ante Dios no hay Mártires anónimos” Jaime Busquets Colet Sacristán del Monasterio de Montesión en Barcelona

El pasado 28 de agosto al tratar del relato martirial de 6 seglares mártires de la Sagrada Familia, decíamos como la mayoría de las causas presentadas hasta ahora en Roma por muerte en odio a la fe en la persecución religiosa durante los años 1934-1939 en España, postulaban la declaración de martirio de Obispos, sacerdotes, religiosos y religiosas, promovidas por sus Diócesis, Órdenes y Congregaciones, y como por falta de medios y de promotores, han sido escasas en proporción, las causas presentadas en la Congregación de los Santos de seglares a quienes se les causó muerte cruenta por su condición de católicos, es decir, por la repercusión que su compromiso cristiano y su actuación apostólica tuvo en su familia, en su trabajo, en sus parroquias o en las asociaciones religiosas y sociales a que estaban vinculados. A los seglares se les dio muerte cruel por su actuación en lo que después el Concilio ha venido a llamar la “animación cristiana del orden temporal.”

Los puntuales seglares ya beatificados o con causas en proceso, lo han sido, bien por su vinculación con las causas de otros religiosos o sacerdotes mártires, o porque sus familiares, convencidos de su martirio, con su iniciativa y propios medios, han porfiado hasta promover sus causas, pues, como decía nuestro fundador Mosén Nonell, “de Roma no viene lo que a Roma no va”.

Pero hay multitud de mártires seglares de condición humilde, sin vinculación directa con congregaciones religiosas, o que éstas no se han ocupado de ellos, que dieron su vida por Cristo en la persecución religiosa de 1934-1939, por su condición de católicos, y que no han sido, ni serán beatificados. No es importante, pues son mártires anónimos, porque, trasmutando el lema tradicionalista: “Ante Dios no hay mártires anónimos”.

“Ante Dios nunca serás héroe anónimo”

Mons. Montero en su documentado libro sobre la persecución religiosa cifra en unos 6.000 el número de sacerdotes y religiosos/as martirizados. El prestigioso martiriólogo García Cárcel apunta que los mártires de la persecución canonizables podrían ser unos 10.000, lo que supondría añadir unos 4.000 seglares a los 6.000 consagrados ya referenciados.

“Vi una multitud que ni se podía contar”

Con todos nuestros respetos a la labor histórica y documental de tan eximios especialistas en el tema, consideramos que la cifra asignada a los mártires seglares en muy menguada. Que no se puedan documentar cumplidamente sus muertes y no puedan ser objeto de un riguroso proceso ante la Congregación de las Causas de los Santos, no debe comportar su olvido y la no consideración privada de su muerte gloriosa en odio a la fe de multitud de seglares a quienes se les privó de su vida por su condición de católicos consecuentes en la vida social o política, o bien por intentar salvar la de otros religiosos perseguidos.

Multitud de ellos dieron su vida por ayudar, defender, ocultar o proteger a los ministros de Dios o a sus consagrados perseguidos, que gracias a sus desvelos y sacrificios, fueron sólo 6.000. Sin su heroico comportamiento y sacrificio hubieran sido muchísimos más. Nos consideramos en deuda con ellos.

La falacia de que los seglares católicos eran asesinados “por hacer política”

Se alega que los seglares “hacían política”. Unos no y otros sí, pero fueron sacrificados indistintamente. A los que sí, su fe les exigía dar testimonio público en la vida social y política, pero los enemigos de Dios no les asesinaban por su actuación en la vida pública, sino porque esa su actuación era cristiana; manifestaba su convicción de que Cristo es Rey no sólo de las conciencias privadas, sino también de la vida pública y social. Porque cumplieron lo que Pio XI enseñaba ocho años antes en 1928 en “Miserentíssimus Redemptor”: Cuando en las Asambleas y Parlamentos resonaban los gritos de “¡ No queremos que Éste reine sobre nosotros!”, los devotos del Corazón de Jesús, gritaban más fuerte: “¡Es preciso que Cristo Reine, Venga a nosotros tu Reino!

“Estos católicos seglares que en el momento de la persecución adoptaron la actitud coherente con su fe, y cumplieron en la vida social con las exigencias de su bautismo y confirmación, han sido acusados farisaicamente de “hacer política”, y que por ello no pueden ser declarados mártires. Esta acusación es antigua, y en lugar de desmerecerles, les asemeja a Jesucristo, Rey de los mártires, a quien los detractores de su doctrina le imputaron el cargo de ser enemigo del Cesar. En toda persecución anticristiana el poder siempre ha invocado el pretexto de que a los católicos se les da muerte no por causa de su fe sino por motivos políticos. Así a los primeros cristianos por desobedecer la ley de dar culto al emperador; a los mártires ingleses por no aceptar que el rey fuera la suprema autoridad de la iglesia nacional; a los mártires de la Revolución Francesa por no acatar las leyes de la Constitución Civil del Clero y de su iglesia separada de Roma y sometida al Estado…

Santo Tomás Moro, Gran Canciller de Inglaterra y mártir

“Los fieles laicos no pueden abdicar de la participación en la “política” (Concilio Vaticano II)

Tan falsa como farisaica acusación ha quedado en nuestros días palmariamente desvirtuada, una vez más, por la fundamental enseñanza del Concilio Vaticano II, (Constitución Pastoral Gaudium et spes, n 31; Catecismo de la Iglesia Católica, n. 1915) de que «los fieles laicos de ningún modo pueden abdicar de la participación en la “política”; es decir, en la multiforme y variada acción económica, social, legislativa, administrativa y cultural, destinada a promover orgánica e institucionalmente el bien común». (Juan Pablo II, Exhortación Apostólica Christifideles laici, n. 42.)

Jaime Busquets Colet un joven sacristán que no hizo más política que defender a sus monjas perseguidas

Hoy referimos el martirio de un pobre joven sacristán del Monasterio dominicano de Nuestra Señora de Montesión en Barcelona, que no hizo otra política que de la de ayudar a sus monjas perseguidas. De esta comunidad dimos ya cuenta el pasado 31 de agosto del martirio de su maestra de novicias la Beata Sor Josefina Sauleda, al que remitimos para situar el contexto.

Jaime Busquets tenía 28 años, y era un humilde obrero, hijo de la portera y mandadera del convento, y vivía con su madre en los bajos anexos a su fachada en la Rambla de Cataluña 115 de Barcelona.

Monasterio de Montesión en la Rambla de Cataluña de Barcelona. La portería vivienda de Jaime Busquets se hallaba en la última puerta abajo a la izquierda.

La noche del 19 de Julio la Comunidad salta por el terrado

En la madrugada del domingo 19 de julio Jaime Busquets fue despertado por el tableteo de las ametralladoras de los militares que, salidos de su cuartel, intentaban abrirse paso por la Diagonal frente al paqueo de los guardias de asalto y los milicianos apostados en los terrados. Jaime ayudó a la misa mañanera en el convento. Estuvo todo el día pendiente de los acontecimientos, informando a la madre Priora del mal sesgo que tomaban contemplando el siniestro espectáculo de las iglesias vecinas ardiendo, po lo que aconsejó a las monjas que salieran de inmediato.

Había preparado en el terrado del convento un puentecillo de madera que permitía pasar a la terraza de la casa vecina. A media noche acompañó a la comunidad y fue el primero en atravesarlo en silenciosa procesión, y no volvió a su portería hasta la madrugada, tras dejar alojadas a las 28 monjas en distintos pisos del inmueble vecino.

En la mañanita del lunes 20 salió a la calle a ver si aun resistían los militares refugiados en el cercano convento de los padres Carmelitas, y al mediodía, pudo presenciar como los milicianos perseguían a tiros a los frailes que abandonaban el convento tras la rendición de los militares.

Vio como sandalias rodaban por la calle, y como en la esquina Rosellón Lauria vio como varios carmelitas era abatidos y masacrados por la turba. Volvió consternado a aconsejar a las monjas, que habían vuelto al convento, que debían salir ya, acompañándolas al cercano piso de la Rambla Cataluña 119 1º, que unos amigos les habían dejado.

El 21 de julio es asaltado el convento

A media mañana del martes 21 de julio una muchedumbre de milicianos y gentes de mirada torva se agolpaban frente al convento, intentando forzar la puerta. Jaime Busquets se mezcló entre ellos y oyó cómo un vecino informaba a los asaltantes que las monjas habían huido, pero que se hallaban en casa próxima de la Rambla, cruzando la calle Rosellón. Se dirigieron allá entre gritos y amenazas. Jaime se les anticipó y subió al piso primero, donde se hallaba la madre Sauleda y le pidió con prisa le diera a él las llaves. Las cogió y, simulando ser un miliciano más, se asomó a la barandilla y gritando: “¡Ya tenemos las llaves!” se las arrojo por el hueco de la escalera a los que vociferantes que ya subían con sus fusiles. Tras destruir e incendiar la iglesia, y profanar las tumbas de las monjas, en el convento instalaron la sede del “Comité popular” del barrio.

Descubierto su refugio, las monjas se dispersaron. Unas a sus casas, y el resto, con la madre Josefina Sauleda, a distintos domicilios amigos, que debían cambiar cada dos o tres días, pues tener una monja en casa era cargo sancionado con pena de vida.

Refugio en la barriada de Nuestra Señora del Coll

Tras pasar por distintos pisos, la madre Sauleda encargó a Jaime que le contratara una vivienda que había encontrado en la calle Albigesos nº 1, esquina Nuestra Señora del Coll, junto a la Plaza Lesseps, que creyó segura, pues se hallaba a la sombra de San José de la Montaña.

Mare de Deu del Coll esquina Albigesos

Acompañó a la madre a comprar una mesa y seis sillas, y él se encargó de trasladarlos al nuevo refugio, junto con varios colchones y utensilios de cocina que había podido reunir, llevando también allí Jaime a su anciana madre. Pese a su discreción en estas gestiones, Sor Josefina Sauleda sospechaba que les habían seguido la pista y se sentía vigilada. El 30 de agosto, y para no comprometer a las demás, marchó sola, y de su detención, cruel interrogatorio y muerte, dimos noticia en la crónica del día 31.

Al no volver aquella noche, su compañera Carmen Carretero pidió a Jaime Busquets que averiguara su paradero. A la mañana del día siguiente Jaime reconoció su cadáver en el Hospital Clínico. Su cabeza estaba traspasada por un balazo y su rostro desfigurado. Un papel la identificaba: “esta es la priora de las dominicas de Montesión y se llama Sauleda”

“Aquí se muere por Jesucristo”

En la mañanita del 2 de septiembre, Jaime que se sabía perseguido y amenazado de muerte, fue a ver a su madre a la casa donde convivía con las monjas. A eso de las 9 sonaron fuertes golpes en la puerta. Jaime comprendió eran sus perseguidores y se arrojó por la ventana. Los asaltantes saltaron tras él pero pudo esquivarlos.

Plaza Tetuán lugar del martirio

Al cabo de un rato, inge- nuamente, sin pensar que, para el caso, su protección no era distinta que la de los asaltantes, llamó por teléfono a la policía avisando que unos malhechores invadían un domicilio en calle Albigesos. Llegó una patrulla de la policía. Hablaron con el jefe de los milicianos que les dijo que eran monjas y que su protector había huido. Miraron a las dominicas con irónica sonrisa y les dijeron: “lo sentimos, aquí se muere por Jesucristo; que les vaya bien”, y se marcharon.

A eso de las doce entraron triunfantes dos de los milicianos que saltaron persiguiendo a Jaime, diciendo satisfechos: “Ese ya está patas arriba”

Viéndose seguido, subió a un tranvía, pero sus perseguidores le dieron alcance en la Plaza de Tetuán. Pararon el tranvía y le hicieron bajar y allí mismo le descerrajaron un cargador de pistola, dejándole muerto en la acera.

Sor Catalina Febrer, biógrafa de la Beata Josefina Sauleda, dice de él que es otro mártir: “Era un cristiano ejemplarísimo que murió cumpliendo un deber de caridad al servicio de las monjas. Desde que salimos del convento estuvo incondicionalmente al servicio de la Comunidad, ayudando en todo a la Madre Josefina. Era su persona de confianza. La libreta de la Caja de ahorros de la Comunidad la tenía en su poder, y cumplía cuanto le ordenaba la madre.

Hubiera podido esconderse, pero adicto a la comunidad prefirió correr sus mismos peligros, pues comprendía que le necesitábamos, y efectivamente nos sacó de muchos apuros y nos prestó muchos favores.

Dios le habrá recompensado el sacrificio de su vida a favor de sus hermanas con la sublime gloria de los santos. Y tal vez a no tardar su nombre conste en la lista de los canonizables.”

Este reconocimiento de su compañera de tribulación la dominica madre Febrer, es justo y acertado, aunque su última hipótesis la tenemos por improbable. Pero no importa mucho, pues ante Dios no hay mártires anónimos. Tenemos la personal convicción de que el joven sacristán Jaime Busquets Colet, se halla junto a la Beata Sor Josefina Sauleda, con su túnica blanca y su palma martirial en la mano, en primera fila ante el Trono del Cordero Rey de los Mártires intercediendo por nosotros.



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