"¡God is with me!"(¡Dios está conmigo!)Beato John Roig Diggle (II)
"¡God is with me!"(¡Dios está conmigo!)Beato John Roig Diggle (II)

Comienza la persecución sangrienta
“¡ Ahora, más que nunca, hemos de luchar por Cristo !”
El 21 de julio de 1936 es incendiada la iglesia parroquial, y John acude a para intentar salvar algo, y hace unas fotos a escondidas. Escribe esta impresionante nota de un joven de 19 años:

Foto del Altar mayor de la Parroquia de San Pedro incendiada.
“¡Estamos solos! Este pensamiento nos debía horripilar… la soledad que nos deja el alejamiento de Cristo nos debería hacer temblar. Nuestro pueblo, nuestras casas, todos nosotros, nuestras cosas, todo es igual que antes, ¡pero la iglesia esta quemada! ¡La casa de Dios! , ¡la casa de nuestro Padre de los Cielos, de nuestro Creador, está vacía… completamente vacía!
El odio de unos hijos, hermanos nuestros, fue el fuego que la destruyó. ¡La iglesia está quemada y vacía! El humo siniestro subió al cielo azulísimo de nuestro julio como una blasfemia horrible. Blasfemia negra que ocultó la misma claridad del sol… Humo negro que ascendía por el espacio como incienso de pecado, no para adorar ni para dar gracias, ni para pedirlas… incienso negro que subía como una ofensa, como un reto a Dios, como una negación a la Divina Majestad.”
Cuando le comunican que también han quemado el local de la Federación, John exclama: “¡Ahora, más que nunca hemos de luchar por Cristo!“, y anima a su amigo Guardiola exhortándole a pedir insistentementeal Señor Jesús “¡Que venga a nosotros su Reino!”, asegurándole que: “antes del fin del mundo, la Iglesia triunfará plenamente.”
Sabiendo que estaba en la lista de católicos a eliminar, John se escondió dos semanas en el domicilio de su amigo Rosés, pero al cabo volvió a casa. Su madre cuenta: "Fue aliviando penas, animando a los tímidos, visitando a los heridos, buscando diariamente en los hospitales entre los muertos, para saber cuáles de los suyos habían caído asesinados...
Cada noche, al pie del lecho, con el crucifijo estrechado en sus manos imploraba para unos clemencia, para otros perdón, y para todos misericordia y fortaleza."
"Yo no moriré sin sacramentos"
En aquellos trágicos días en que cada mañana aparecían cadáveres en las cunetas, John aseguraba a sus amigos: "Yo no moriré sin sacramentos, pues he hecho los nueve primeros viernes, y la promesa del Corazón de Jesús no falla."Así se iba a cumplir puntualmente como último acto previo a su detención.
El 10 de septiembre John se entrevista con su director Mosén Llumá escondido en Barcelona, y le dice que su mayor sufrimiento es no poder comulgar: “Si me fuera posible, haría contentísimo, un viaje a pie a Francia para poder comulgar, aunque fuese sólo una vez”; y su director, conmovido, le confía una reserva de Sagradas Formas para que pueda administrarse la comunión y llevársela también a quienes la necesiten. Era instrumento de la Providencia para poder comulgar la noche siguiente, fortaleciéndole para su inmediato sacrificio.
Vuelto a Masnou se llega a casa de su amigo Rosés y les anuncia que mañana por la mañanita, antes de tomar el tren para Barcelona, vendrá para darles la comunión. Así lo hace, y les dice: “Dejaré el Santísimo aquí hasta las ocho y media en que volveré de Barcelona”, y lo deposita dentro del bufete, recomendándoles que no le deben dejar solo: “recuerden que Él está aquí.”
Al recogerlo por la noche, los Rosés le dicen que le encomiendan para que no le descubran y lo apresen, pero John les responde: “Encomendémonos mutuamente a Dios. Yo estoy dispuesto al martirio y a todo aquello a que Dios me haya destinado; nada temo; llevo conmigo al Amo."
“En la noche en que fue entregado…”
Su hermana Lourdes cuenta su última noche:
"Llegó muy cansado, tras el día de trabajo. Se dejó caer en el sofá. Nunca le había visto tan fatigado. Probablemente había pasado la noche anterior en vela ante el Santísimo que se le había confiado.
Cenamos muy pronto y mientras rezábamos el Rosario se durmió varias veces vencido por la fatiga. Cuando se daba cuenta sonreía y proseguía el rezo. Nos fuimos a dormir, pero una extraña sensación nos impedía conciliar el sueño..."
La declaración de su madre prosigue el relato de su apresamiento:
"Todas las noches mi corazón de madre velaba para distinguir el menor ruido lejano que oía antes que nadie. Al oír acercarse ruido de autos, un sobresalto de temor se apoderó de mí.
Presentí que venían por nosotros. Me levanté rápida y corrí al dormitorio de mi hijo. Él ya estaba en pié, pues había escuchado también el ruido. Le dije: John, ya están aquí.
¿Qué hacemos?Y me contestó: ¿Te parece bien que procure escapar?Yo le dije: No lo sé; pues nos gritaban desde la calle que era imposible escapar, ya que tenían la casa tomada por los cuatro costados y vigilaban por todas partes con reflectores. Viendo John cómo estaban las cosas, dijo: ¡Voy a comulgar!, y ante mí se administró la última comunión. El Buen Jesús lo quería acompañar en el viaje que iba a emprender hacia la eternidad con Él.
Mientras, los que sin saberlo, llevaban la llave de oro que le iba a abrir las puertas del cielo, gritaban desde la calle, cansados de esperar: “Si no abrís, será peor para vosotros”. Hacían retumbar las puertas a golpes de culata. Entonces John, renovado su espíritu por una fuerza divina-la fortaleza de Jesús-, me dijo: ¡Déjamelos a mí! -No, John- le contesté - yo iré contigo.
Bajamos juntos la escalera y, después de hacerles desde dentro unas preguntas para averiguar si eran policías o asesinos, nos repitieron: Si no abrís, será peor para vosotros. Todo estaba perdido, y abrimos. Entran en casa pistola en mano y a él se lo llevan al dormitorio; obligándolo a sentarse sobre su cama con las manos arriba. Comienzan su obra de saqueo, dirigiéndonos insultos a él y a mí… Nuestras miradas se cruzan y atraviesan nuestros corazones. Nos entendemos en nuestro mutuo martirio. De repente dicen: ¡Vamos!Yo les digo: ¡No os lo llevéis! ¿Qué mal os ha hecho?Lo estrecho fuertemente entre mis brazos y no lo dejo ir, pero es inútil, ellos son más fuertes. Mis ojos de madre se vuelven hacia el jefe del grupo y, con los brazos abiertos y el corazón pleno de dolor, le digo: Si tienes madre, ten compasión de mí.Pero no me escucha. Ante mi martirio, los otros vacilan, quizás piensan en sus madres, y permanecen inmóviles. El jefe, impaciente, les dice:¡Qué hacéis! ¿Sois hombres o no? ¡Cogedlo, y andando! Abrazo a mi John y le estrecho contra mi corazón. Él, con voz muy dulce me dirige en mi lengua estas palabras de gracia: “¡God is with me!” (¡Dios está conmigo!)
Los desgraciados obedecen al jefe y se llevan a mi hijo. ¡Mi corazón lo acompañará hasta mi muerte!"
John Roig maniatado en el Paseo de Gracia de Barcelona
Los patrulleros encargados de detener a su padre, sospechando que este estaría escondido en casa de su hermano Miguel Roig en el paseo de Gracia de Barcelona, van allí, llevándose consigo a John. Registran desde el terrado a la portería, pero no le hallan. Ramón había marchado a otro refugio el día anterior. Destrozan y se llevan imágenes y objetos religiosos, con los que encienden una fogata en la calle. Durante cuatro horas mantienen a John maniatado en el interior de uno de los coches vigilado por dos patrulleros, hasta las 5 de la mañana, en que se lo llevan para asesinarlo.
Parece que querían fusilar juntos a padre e hijo; los de Barcelona al padre Ramón por burgués afiliado a la Lliga catalana, y los patrulleros de Masnou y Badalona a John por ser líder de los jóvenes católicos del Maresme.
Los coches de Barcelona que habían ido a por el padre, se quedan, y trasladan a John a otro de las juventudes libertarias de Badalona, que con el de los milicianos de El Masnou, cruzan el Besós y emprenden el camino al cementerio nuevo de Santa Coloma de Gramanet, lugar habitual de sus asesinatos.

Eran las primeras luces de la madrugada del 12 de septiembre de 1936, festividad del Dulce nombre de María, cuando John Roig Diggle iba a reunirse con e Rey de los mártires recibiendo cinco tiros en su corazón y uno de gracia en la nuca.
En busca del paradero de John
Su primo Jaime Marés Diggle, que había logrado hacerse con un carnet del POUM, contacta con las juventudes libertarias de Badalona para preguntar por John, y le confirman haberlo asesinado en Santa Coloma.
La certeza de su muerte se pudo corroborar por su tío Pedro Marés, que al enterarse de su detención, temiéndose lo peor, pidió ayuda a un amigo policía, a quien uno de los verdugos le confesó: "¡Ah sí! Aquel chico rubio, era un valiente, murió predicando. Murió diciendo que nos perdonaba, y que pedía a Dios que también nos perdonará. Casi nos conmovió“.Las circunstancias se conocen por las declaraciones de un miembro de la Juventudes libertarias de Badalona que, desengañado, marcharía a Francia.
Como en Masnou había mucho miedo y se sentían desamparadas, Maud y sus hijas Beatriz y Lourdes se refugiarán en el piso de su hermana Gertrudis Diggle, que ha conseguido un documento diplomático que las protege como inglesas.
Continuará

