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Mons M. Irurita, obispo de Barcelona. ed.castellana por F. Picas

 

Manuel Irurita Almándoz. Obispo de Barcelona (1930-1936) por F. Picas, ed. castellana

 

 

  Manuel Irurita Almandoz, fue nombrado obispo de Barcelona en 1930. Le tocó vivir años tumultuosos, especialmente al implantarse en Cataluña la revolución anarcomarxista el 20 de julio de 1936, régimen político que provocó una persecución sangrienta en la Iglesia.

 Más de 2500 sacerdotes y religiosos fueron asesinados en Cataluña, los restantes tuvieron que refugiarse en buenas familias cristianas en la ciudad, en las montañas, y exiliarse. Los templos de Barcelona y de toda Cataluña fueron ultrajados, quemadas las imágenes, los altares, y cerrados al culto. Las escuelas cristianas clausuradas y usurpadas. Luís Companys era el presidente de la Generalitat.

 Cinco obispos fueron asesinados en tierras catalanas. El obispo de Barce- lona, Manuel Irurita fue detenido en casa del Señor Tort, donde se había refugiado. Fue llevado a la cárcel-checa de San Elías y asesinado en el ce- menterio de Montcada, lugar donde fueron también inmolados centenares de eclesiásticos y seglares, víctimas de la persecución religiosa. Junto con el obispo Irurita asesinaron a su secretario, Marcos Goñi y a los dos her- manos Tort, de la familia que acogió al obispo cuando tuvo que huir de Palacio, en julio de 1936.

 Alguien dudó del asesinato del obispo Irurita en Montcada. Entonces, el Cardenal de Barcelona, Ricard Mª Carles ordenó practicar las pruebas de ADN a los restos del obispo Irurita que reposaban en la Catedral. Resutaron positivas, con las hermanas del señor obispo.

 Más tarde, alguien escribió que en la Catedral no estaba enterrado el obispo Irurita, sino Mn. Marcos Goñi, su secretario o familiar, también asesinado en el cementerio de Montcada. En aquellos años, los secretarios de los prelados eran llamados "familiares". Irurita y Goñi podrían tener similares ADN si hubieran estado emparentados  por  línea  materna. Para aclarar esta posible confusión, el historiador G. Federico Plumed ana- lizó en el Registro Civil los orígenes familiares de Manuel Irurita y de Mar- cos Goñi. De las investigaciones, queda demostrado que entre los dos eclesiásticos no existía ningún parentesco que pudiera provocar confusión en las pruebas del ADN.

 Consecuentemente, las pruebas certifican de forma convincente, que el cuerpo que descansa en la Catedral de Barcelona es del obispo mártir de la Fe, Manuel Irurita.

 La entrada de la tropas "nacionales" en Barcelona el 26 de enero de 1939 produjo una inmensa alegría en todas las familias cristianas. Representaba la libertad de la Iglesia católica catalana hasta entonces oprimida. Lean, en- tre cientos de testigos, el Diario del beato Pere Tarrés. Los barceloneses no sabían que su obispo había sido asesinado. Confiaban en que se había refugiado en una santa casa cristiana y eso explica que en esa fecha en que la iglesia recuperó la libertad, creían ver aparecer el señor obispo en todas las esquinas.

 El Palacio Episcopal fue usurpado por la Generalitat en julio de 1936 y convertido en archivo de la ciudad. En la entrada a Barcelona de las tropas del general Franco los funcionarios de la Generalidad abandonaron el Pala- cio precipitadamente. Era la mañana del 28 de enero de 1939. Unas familias iban a la Plaza de Cataluña para asistir a la Misa de acción de gracias de la liberación de la Ciudad. Pasaron por delante del Palau y vieron salir de allí a unas personas. Se acercaron con toda la buena fe y mucha ilusión creyendo que quizás una de ellas era el obispo Irurita. Los funcionarios huyeron sin apenas hablar. Querían evitar problemas. ¿Cómo los podían confundir con el señor obispo con sombrero y gabardina? Los señores Ra- ventós y otra familia quedaron desorientados. El hecho ha dado lugar a explicaciones controvertidas.

 Si el obispo Irurita hubiera estado vivo en enero de 1939 habría ido con gran alegría a la Plaza de Cataluña a presidir la Misa de acción de gracias de la liberación. El obispo mártir hacía veinte ocho meses que había entrado en la Vida Eterna. Desde el Cielo presidió la Eucaristía que representaba para Barcelona y para Cataluña el regreso a la libertad religiosa.

 Cierta literatura morbosa ha encontrado en el señor obispo de Barcelona un motivo para imaginar y contar historias contradictorias y de ficción, una novela de misterio. Los enemigos de los mártires de la Fe han intentado frenar el proceso de beatificación abanicándose en fantasías sin fundamento. No aportan testimonios fidedignos. Nunca nadie ha señalado a ninguna persona que haya visto al señor obispo después de diciembre de 1936. Todo son suposiciones, historias contradictorias y documentos que nada aclaran. Es inútil buscar en vida y en lugares inciertos al obispo de Barce- lona, asesinado el 3 de diciembre de 1936.

 Tan fácil como es admitir los crímenes que en aquellos años se cometían en Barcelona. Ningún documento fiable aportan los que divulgan la false- dad de que el obispo Irurita estaba vivo en 1937.

  Llegan hasta dudar del documento del Vaticano que en 1942 nombra obis- po de Barcelona a monseñor Antonio Modrego debido, dice el nombra- miento, a la muerte del obispo Irurita. Sospechan, con mala fe, que el obis- po Irurita había presentado renuncia en vida y la Santa Sede había optado por establecer sobre los hechos el secreto pontificio. Una calumnia sobre el Vaticano.

 Los "historiadores" que intentan obstaculizar la sublime glorificación de Irurita no presentan testimonio ni de los hechos, ni del lugar donde vivía el obispo en 1937. ¿Estaba prisionero? ¿Dónde? No presentan ningún testigo evidente. Todo son hipótesis. Los enemigos de la beatificación del obispo Irurita buscan el lugar donde podía vivir, quién habló con el obispo, pero no pueden citar a nadie. Todo son fantasías. Hasta mencionan un supuesto intercambio de prisioneros, pero nadie aporta nada concreto. Todo son inventivas. Citan archivos y centros de documentos, pero ninguna idea clara.

  Lo buscan prisionero o libre y no lo encuentran. A los enemigos de mons. Irurita les podemos aplicar aquella frase del Evangelio: No busquéis entre los muertos a aquel que está vivo en la Casa del Padre. Manuel Irurita Al- mandoz, al morir asesinado en el cementerio de Montcada, en diciembre de 1936, nació para la Vida Eterna.

 Para ofender y desacreditar el obispo Irurita alguna prensa Ie reprocha hechos del pasado, anteriores a la guerra civil y tiranteces con el Cardenal Vidal y Barraquer. Conocemos historias que acrediten su personalidad. En el Congreso celebrado en Barcelona, el 23 de abril de 1934, con la Fede- ración de Jóvenes Cristianos de Cataluña, el cardenal Vidal y Barraquer y el obispo Irurita en plena armonía, hablaron ambos con gran entusiasmo a los cientos de jóvenes que hacían frente pacífico y apostólico al ateísmo de los años de la República.

 El obispo Irurita había conferido sueldo de rector al Doctor Albert Bonet consiliario de la Federación de Jóvenes Cristianos de Cataluña para que se dedicara en exclusiva a la tarea de apostolado la juventud, bajo la bandera de Cristo y de María.

 También nos consta que el obispo Irurita al estallar en Barcelona la perse- cución religiosa, obligó a irse de las escaleras de su palacio a un grupo de jóvenes armados dispuestos a hacer frente a los milicianos que quisieran detenerlo. El Obispo Irurita les dijo; Si se derrama sangre en las escaleras de mi casa, debe ser mi sangre, no de juventud cristiana.

 Los católicos de hoy pueden estar seguros de la verdad histórica, por en- cima de las calumnias y fantasías que mucha prensa ha publicado sobre la negada muerte del señor obispo. Todas las imaginaciones funestas y equvocadas que se han unido para evitar la beatificación del obispo Irurita, quedan anuladas por la evidencia.

 Monseñor Manuel Irurita y Almandoz protomártir de la Fe, murió asesina- do en el cementerio de Montcada el 3 de diciembre de 1936 y sus restos, desde 1943, reposan en la Capilla del Santo Cristo de Lepanto de la Cate- dral de Barcelona. Los catalanes rogamos y esperamos su beatificación.

  Francisco A. Picas Presidente honorario de Regina Martyrum

Septiembre de 2011

 

 

 

 

 

 

 

 



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