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Martirio del Beato Constantino Fernández Alvarez

 

2agosto 1936

 

Martirio del Beato Constantino Fernández Álvarez, O.P.

 

 

 Aviso: Si te conceden libertad por la noche, no salgas enseguida de la cárcel, sino por cualquier pretexto espera hasta la mañana…”

  

Al Beato Constantino no le sirvió el aviso recibido días antes, pues aquella noche del 29 de agosto no le iban a conceder la libertad, sino algo mejor, la palma del martirio.

 

 En la crónica martirial del pasado 21 de agosto dimos noticia de la dispersión, persecución y martirio de la Comunidad dominica del convento de Valencia y de algunos de sus miembros beatificados por Juan Pablo II el 11 de marzo de 2001 en la Causa denominada de Jacinto López Serrano y 19 compañero mártires de la Provincia dominicana de Aragón, entre ellos del Beato Francisco María Monzón Romeo, martirizado también hoy 29 de agosto en su pueblo de Hijar.

 

Expusimos ya el relato de Fray Vicente Tomás de cómo la tarde del domingo 19 de julio de 1936 las turbas asaltaban el convento de Predicadores de Valencia del que por la mañana habían huido estudiantes y profesores. En el convento instalaría sus oficinas el Partido Socialista Español. Los expulsos pasaron a refugiarse en un piso, pero al fin fueron detenidos, y llevados a la cárcel.

 

  

El Padre Constantino vuelve a Valencia el 16 de Julio de 1936

 

 Fray Constantino tenía 29 años y era Procurador del Convento de Predicadores de Valencia. A mediados de julio se hallaba en casa de sus padres en su pueblo de La Vecilla en León, pero pensando no era bueno el ambiente de la zona para la seguridad de un fraile dominico, volvió a Valencia el día de la Virgen del Carmen.

 

 Huyó el 19 de julio cuando las turbas asaltaron su convento, pero a la mañana siguiente pidió permiso a los guardias que lo custodiaban para entrar a recoger su documentación personal. Al salir alguien le siguió hasta su refugio, y en la mañana del día 28 era detenido en el portal de la casa y conducido a la Cárcel Modelo, lugar donde entonces los presos se hallaban relativamente seguros.

 

 Milicianos llegados de Barcelona inician las matanzas en Valencia

 

 Las matanzas comenzaron cuando aparecie- ron a verse por Valencia los primeros coches con matrícula de Barcelona con portezuelas pintarrajeadas con letras y siglas terroríficas, calaveras y hoces y martillos. El Padre Constantino escribe en latín al P. Ventura como por las noches entraban los milicianos en la cárcel, sacaban a los que querían, y les daban el paseo.

  

El superior acudió al cónsul de Italia en solicitud de pasaporte para él, pues el P. Constantino había pasado varios años estudiando en Roma y hacía poco más de un año que había regresado. Éste se dispuso a gestionarlo pero le era precisa una carta de la Santa Sede en que se le reclamase. En Roma comenzaron las gestiones. El delegado del P. General acudió al embajador Sr. Zulueta, quien tras buenas palabras, y al decirle que se trataba de Valencia, le interrumpió: ¡Ay Padre!, en Valencia es imposible conseguir nada.” Se comprometió a escribir a M. Barón, representante con poderes extraordinarios del Gobierno en Valencia, reclamando al P. Constantino como profesor de un Centro Pontificio, pero todo quedó en nada.

 

 Un prudente aviso que a muchos no sirvió

  

Una tarde de agosto una terciaria dominica de nacionalidad extranjera acudió a la cárcel en la hora de visita de familiares a los presos, entre los que, al otro lado de la reja, había algunos religiosos. Con extrañeza de muchos presentes, leyó en voz alta un texto en latín que decía:

 

 “Monitum: Si concedetur tibi libertatem tempore nocturno, ne egrediaris continuo ex carcere, sed sub quocumcumque praetextu expecta usque ad mane, quia tunc temporis pervenies securius ad domum nec ita facile incurres inimicorum insidias.”

 

Los únicos que entendieron la advertencia fueron los sacerdotes presentes, que rápidamente la trasmitieron a los reclusos de las distintas celdas y galerías. El texto en castellano, dice: “Aviso: Si te conceden libertad por la noche, no salgas enseguida de la cárcel, sino con cualquier pretexto espera hasta la mañana, porque entonces llegarás con más seguridad a la casa, y así no caerás fácilmente en las asechanzas de los enemigos.”

 

 El Padre Constantino no tuvo ocasión de poner en práctica tan prudente consejo, pues la noche del 29 de agosto le sacaban de la cárcel en compañía de otro sacerdote y de un grupo de católicos, y les llevaban hasta cerca de Cuart de Poblet donde les fusilaron, y al día siguiente sus cadáveres eran enterrados en la fosa común del cementerio del pueblo.

 

El Papa Juan Pablo II beatificó a fray Constantino el 11 de marzo de 2001.

 

 HE R MANO NIC ASI O RO MO R U B IO . O . P.

 

 

En todos los sitios está Dios, y de Dios no se puede esconder nadie"

 

 

(El   Hermano   Nicasio   Romo   ante   las   propuestas   de   que   se   escondiera)

  

Nacido en Castillejo del Romeral (Cuenca) en 1891. Murió pron- to su padre, y él y sus hermanos se vieron obligados a trabajar desde niños, por lo que no pudo frecuentar la escuela en sus primeros años. Siendo ya mayor quiso ser sacerdote, pero no habiendo tenido la posibilidad de estudiar, a sus 30 años profesó como hermano cooperador en Ávila en 1921.

 

Prestó servicios de cocinero, sacristán y portero en Ávila y Santa María de Nieva. Desde 1932 lo hacía en Ocaña como asistente del ecónomo. Aficionado a la mecánica, construía distintos aparatos, incluso radios.

 

Columna de Milicianos anarquistas de Cipriano Mera tras la toma de Cuenca

 

 A mediados de julio de 1936 había ido a visitar a su madre ciega a su pueblo de Castillejo del Romeral, en Cuenca, donde comulgó por última vez el día de Santiago.

 

El 25 de agosto las milicias ferroviarias llegadas de Madrid y Aranjuez profanaban la iglesia parroquial y procedían a las primeras detenciones.

 

No quiso esconderse porque, decía:"en todos los sitios está Dios, y de Dios no se puede esconder nadie", y se quedó al lado de su madre. Los milicianos le fueron a buscar a su casa; le detuvieron, le golpearon y se lo llevaron, sin ni siquiera dejarle despedirse de ella.

  

Entre burlas y afrentas lo condujeron a la casa del pueblo, y el 29 de agosto lo llevaron a Madrid. Lo encerraron en la estación del Mediodía donde fue torturado. Se preparó con serenidad para el martirio.

 

 

Patrulla de milicianos en la Iglesia del Carmen de Madrid

 

 

Aquella noche del 29 al 30 de agosto de 1936 fue ejecutado, con dos sacerdotes, en la Pradera de San Isidro. Los tres murieron con las manos enlazadas y cantando himnos de alabanza a Cristo, Rey de los Mártires.

 

  



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