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Beato mártir Narciso Estenaga y secretario

22 agosto 1936: octavo Obispo martirizado

  Martirio de los Beatos Narciso Estenaga, Obispo de Ciudad Real y su secretario Julio Melgar

Precisamente ahora, cuando los lobos rugen alrededor del rebaño, el pastor no debe huir”

 Nacido en 1882 en Logroño. Pronto murió su padre, Nicanor de Estenaga y Lizarral- de, por lo que la familia -de origen alavés- se traslada a Vitoria, y a sus 11años, muere también su madre, Eugenia Echevarría, y escri- be: «Yo que tuve la desgracia de perder a mis pa- dres de niño, me acogí al patrocinio de la Virgen María»,

 

 El Beato Narciso Esténaga Echevarría

 Explica su biógrafo: «Huérfano a muy corta edad, ingresa en el Seminario de Aguirre para niños pobres de Vitoria, bajo la tutela de la Madre Corazón, Santa María Josefa -la primera santa vasca-, fundadora de las Siervas de Jesús. Acoge a chico, le paga la carrera y le envía al Seminario de Toledo». De la mano del también mártir P. Joaquín Lamadrid, estudió con brillantes  calificaciones.     En  1907  fue  ordenado presbítero, y nombrado Canónigo de la Catedral. Confesor de Alfonso XIII, en 1922 era preconizado Obispo de Ciudad Real, y como tal, Prior de las Órdenes Militares de Santiago, Alcántara, Calatrava y Montesa.

 La Revolución en Ciudad Real

  El 19 de julio no hubo en Ciudad Real ni conato de sublevación, y ante la incertidumbre reinante, el Obispo ordena al clero que no abandone el ara ni a sus fieles, y continúen las misas y el culto. El 23 de julio serían ya asesinados en Ciudad Real y Manzanares los Pasionistas de Daimiel, como ya se expuso en la crónica martirial de ese día.

 La primera semana la revolución no seguía en Ciudad Real el ritmo sangriento de otras plazas, y se le ofreció a Mons. Esténaga la oportunidad de pasar a zona nacional, pero la rechazó diciendo: “Precisamente ahora, cuando los lobos rugen alrededor del rebaño, el pastor no debe huir; mi obligación es quedarme aquí.

 Cuando la Guardia civil fue enviada a Madrid, el Comité de milicias antifascistas impu- so ya su crueldad en la ciudad. Los detenidos no cabían en cárcel, y se incautó del Seminario en el que instaló su Tribunal Revolucionario, compuesto por exaltados de la UGT y la CNT, que de tribunal nada tenía, y que pronto se convirtió en checa.

 El día 24 decidió el Comité que había que acelerar los acontecimientos, pues “todavía se decían misas, y el Obispo seguía tan campante en su Palacio como si no hubiera pasado nada.” Acordó incautarse de las iglesias, conventos y del Palacio Episcopal. Dirigieron a la turba a expulsar de su Colegio a los 30 estudiantes claretianos al grito de “¡Se acabaron las misas y el cuento, ahora os vais a enterar de lo que es la justicia y las vais a pagar todas juntas!” Los quisieron matar allí mismo, pero el Gobernador envió a sus Guardias de Asalto, que los confinaron en la vecina casa de Ejercicios entre el abucheo de los asaltantes que gritaban: “¡Así se sabotea la revolución!”

 El día de Santiago el Gobernador ordenaba se suprimiera el culto en las iglesias “para evitar que los facciosos disparen desde sus campanarios contra el pueblo.” Aquí la falacia era sólo medida preventiva. Al día siguiente eran invadidas y saqueadas las tres parroquias de la ciudad y la Iglesia de Santa María, sede de la venerada imagen de la Virgen del Prado, Patrona de la Ciudad, que sería convertida en garaje.

 El día 28 los estudiantes claretianos, con salvoconducto del Gobierno Civil son enviados en tren a Madrid, pero 14 de ellos son fusilados en la estación de Fernán Caballero. El Gobernador quiere librarse del Obispo y le ofrece garantías para su marcha a Madrid, pero el Comité había decidido que a rehén de su categoría no se le podía dejar escapar, y para “velar por su seguridad”, le impuso vigilancia en Palacio controlando entradas y salidas.

El 5 de agosto, un grupo de milicianos asaltaron el Obispado. Mons. Esténaga defendió el Sagrario de una profanación inminente. Le amenazaron con matarle si no se iba de la capilla; el Prelado, de rodillas, les dijo que de allí no salía sin el Santísimo, “si no, matadme ya aquí”. Aquel día y en su palacio no se atrevieron.

 Unos por miedo y otros por no comprometerse, nadie se atreve a visitar al Obispo, que se halló abandonado, acompañado solo de su secretario y capellán Don Julián Melgar Salgado.

 Siempre he acompañado a mi obispo, y ahora lo haré también; quiero seguir su suerte.(Beato Julian Melgar)

 El Beato Julián Melgar Salgado nació en Bercero (Valladolid) en 1900. Ingresó en el seminario vallisoletano donde cono- ció a monseñor Narciso de Estenaga y Echevarría, con el que entabló profunda amistad, siendo ordenado sacerdote por él en 1924, y le nombra su secretario. Durante doce años fue servidor fiel y prudente, siempre al lado de su Obispo.

 Todos se desentendían de la suerte del Obispo, salvo el diputado José Mª Mateo, quien sería también asesinado dos semanas después. Le buscó acogida en casa de Don Saturnino Sánchez, hacia la que el 8 de agosto salieron el Obispo y su secretario con un hatillo de ropa en la mano.

 La víspera de la Asunción se produce el expolio del tesoro de la Catedral y el de la Virgen del Prado, cuya secular imagen derriban de su altar y la destrozan.

En la mañanita del 22 de agosto Monseñor Narciso Esténaga dijo su última misa en el oratorio privado de la casa donde estaba refugiado. A eso de las 10 dos coches de milicianos armados la rodearon, gritando: “¡El Obispo que salga!”.

 Como los dueños no quieren abrir la puerta los milicianos advierten que van a buscar dinamita par volarla.

 Mons. Esténaga, con su sotana y pectoral les abre y les dice: “¡Vamos a donde  queráis!”.  Le metieron en un coche. Su capellán Don Julián Melgar quiere introducirse también, pero le separan;  -No, contra ti no hay nada. Pero, decidido, entra en el vehículo, diciendo: “Siempre he acompañado a mi obispo, y ahora lo haré también; quiero seguir su suerte.”. Salió el coche por la puerta de Toledo y a unos 8 Km, en  el término de Peralvillo Bajo, paró junto al río Guadiana en un lugar llamado “el Piélago”.

 

 Monumento en el lugar del martirio

 Fusilaron primero a Don Julián Melgar, y luego dispararon contra Mons. Narciso Esténaga, apuntando a la cabeza. Los balazos desfiguraron totalmente su rostro. Trataron de arrastrar los cadáveres hasta el río, pero, cansados, desistieron y los abandonaron.

 

 Lápida de Mons Estenaga en la Catedral

 Losa sepulcral con una inscripción latina que en castellano decía: “Aquí yace el Excmo. Sr. D. Narciso de Estenaga y Echevarría, Prior de las cuatro Órdenes Militares, que echado a la fuerza de su casa, derramó su sangre por Dios y por su grey a la que no quiso abandonar en el furor de la guerra civil, el día 22 de agosto de 1936. Tú, que duermes en la paz del Señor, no nos desprecies a nosotros arrojados a las borrascas de la vida”.

 Al día siguiente un zagal los descubrió, dio aviso, y vino un camión que los llevó al cementerio. El empleado de la funeraria declararía: “El cadáver del Obispo llevaba su sotana y sus medias moradas”.

En Mayo de 1940 los restos e Mons. Esténaga fueron trasladados a la Catedral. Ambos mártires fueron beatificados en Roma el 28 de octubre de 2007.

Incoado proceso de beatificación por martirio en 1956, se clausuró en fase diocesana en 1958. La Positio fue entregada en la Sagrada Congregación para las Causas de los Santos en 1995; pasó al Congreso de Teólogos, en 2004; y en 2005 a la Congregación de obispos y cardenales. Benedicto XVI aprobó el De- creto de Beatificación en 2007, realizándose ésta en la Plaza de San Pedro el 28 de octubre por el Cardenal José Saraiva Martins, Prefecto de la Congregación para la Causa de los Santos, en nombre del Papa, junto a otros 498 mártires del siglo XX en España convirtiéndose en la más numerosa ceremonia de beatificación en la historia de la Iglesia Su memoria litúrgica se celebra el 6 de noviembre.

  También fueron martirizados este 22 de agosto de 1936: Beato Constantino Carbonell Sempere, S.J.

Beato Pedro Gelabert Amer, S.J Beato Ramón Grimaltós Monllor S.J. Beato Urbano Gil Sáez. TC.

Beato Florentin Pérez Romero. Sacerdote .TC.

Beato Juan María de la Cruz García, Sacerdote del Sagrado Corazón de Jesús. (Dehonianos)

Beata M. Victoria Quintana Argos (Rosario de Soano). Terciaria Capuchina de la Sa- grada Familia .

Beata Manuela Fernández Ibero (Serafina de Ochovi). TC. Sagrada Familia. Siervo de Dios José Mª Urruchi Ortiz, Sacerdote Redentorista.

 

 

 

 

 

 



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